Muchas veces, en un proceso de
mediación, me encontré con la importancia de “reconciliarse con el pasado”,
a pesar de todo lo ocurrido, de lo complicado que fue lo que pasó, para las
partes, pero no hay otra opción, para ver un futuro mejor, que saber comprender
el pasado y restaurar esas heridas.
Y en esta idea, hoy querido
lector te traigo un nuevo cuento clásico, que nos puede ayudar a ser
mejores mediadores
Conocido por todos, está la
famosa fábula de “La Bella y la Bestia”. Historia de buenos y malos, de
críticas y alabanzas, de frases como… “el malo de la película es el otro” y la
pregunta es , pero ¿tan malo es? ¿no habrá algo dentro de su corazón que nos
permita llegar? ¿es posible entender a la otra parte aunque no compartamos lo
que dice y hace?
Por eso érase una vez un
mercader, anciano, que tenía varias hijas. De todas ellas la que más brillaba
era la hija más pequeña, que además de bella tenía el corazón enormemente
noble. A diferencia de las demás, jamás solicitaba a su padre ningún objeto ni regalo
de ninguno de los lugares lejanos que visitaba, y se conformaba con esperarle y
verle de vuelta sano y salvo, para poder compartir con él andanzas e
historias.
Asi era su vida, como el de
muchos de nuestros mediados, previsible, esperada, dándole sentido a cada uno
de sus días.
Un día, en uno de sus múltiples
viajes, el padre, se vio envuelto en una fuerte tormenta que le desviaba una y
otra vez del camino. Dada la situación tuvo que buscar un refugio que pudiese
apaciguarle de la lluvia y del aire gélido que le calaba los huesos. Y así,
casi sin saber cómo había llegado, ni dónde estaba, el mercader de pronto se
encontró frente a la gran puerta de un extraño castillo. Los avatares de la
vida, muchas veces imprevisibles, son lo que ante cualquier situación, buscamos
ese cobijo, en personas, lugares, o incluso yo diría, buscando en nuestro
interior esa paz.
Pero sigamos con nuestro
cuento.
“Cansado, y al ver que nadie
le escuchaba ni abría la puerta, decidió adentrarse en él. La puerta se
encontraba abierta, y tras ella, todo parecía perfectamente dispuesto: la mesa
iluminada y repleta de comida para cenar; las habitaciones ambientadas con leña
fresca y colchones … Y el mercader no pudo resistirse a todos aquellos
placeres, tan hambriento y fatigado como estaba. De modo que cenó, durmió
caliente, e incluso desayunó mientras seguía sin responder nadie a sus llamadas
ni recibirle en ninguna estancia. El castillo parecía vacío. ¿me podeis ayudar?
Dirían nuestros mediados, ¿alguien en el Templo (el castillo) de la Justicia
me puede ayudar de lo ocurrido?. No se que va a ocurrir.
Una vez repuesto, el mercader
salió al jardín con la esperanza de encontrar al fin al dueño de aquella casa,
y poder agradecerle así antes de su partida tantísima hospitalidad. Pero
también el jardín se encontraba vacío y silencioso, de manera que el mercader
decidió volver a casa.
Pero cuando estaba a punto de
salir de aquel extraño lugar, el mercader recordó que su joven hija le dijo que
en su próximo viaje le llevara una rosa, dado que ella nunca le pedía nada, le
llevaría a Bella lo que le había solicitado y casi hipnotizado por el fuerte y
maravilloso perfume que desprendían los rosales de aquel jardín. Eligió la rosa
que más resaltaba y brillaba de todas y la cortó. En aquel momento, la
tranquilidad y el silencio del jardín se vieron interrumpidos por una gran
fiera que se lanzó sobre el mercader, atacándole con amenazas e insultos por no
haberse comportado como un buen y agradecido invitado, robándole las flores de
su jardín.
El pobre mercader intentó
explicarse, hablándole a aquella Bestia de su hija pequeña y de su humilde
promesa. Sin embargo, las palabras del mercader no ablandaban a la Bestia que
quería encerrar al mercader para siempre en su castillo como castigo.
¡¡ Da igual, recurriré!! (dijo
nuestro cliente…)
– Te perdonaré la vida si en tu lugar,
traes a tu hija Bella para que me acompañe en el castillo.
El mercader, tras aquella
horrible propuesta, acudió a casa nervioso y muy asustado. Una vez en casa y más tranquilo, el mercader
pudo relatar todo lo que había sucedido a sus hijas, y Bella, serenándole con
un beso, le dijo:
– No te preocupes, padre mío, que yo
volveré al castillo en tu lugar.
Y así fue como Bella terminó
llegando al castillo, al igual que lo había hecho su padre. En él, fue recibida
por una extraña Bestia, que al contrario de lo que había relatado su padre, se
mostraba amable, delicada y muy galante.
Quiero resolver mi problema ya
que ¡los trapos sucios se lavan en casa! ¿podré hacerlo a través de la
mediación?
Rodeada de una más que
apacible tranquilidad, Bella fue pasando en el castillo los días mientras
bordaba, leía historias o charlaba animosamente con la Bestia. Pero pronto
empezó a echar de menos a su familia y a preocuparse por ellos, reflejándose en
su rostro una tristeza que la Bestia, a pesar de sus buenos modales, no podía
remediar. Decidió entonces regalar a Bella un espejo mágico en el cual pudiese
ver siempre a los suyos y no preocuparse por ellos más. Cuando de pronto, una
noche Bella vio reflejado en el espejo a su padre cansado y enfermo.
No olvidéis amigos que debemos
ver lo ocurrido, pero también… dedicarle tiempo a tu historia, solo así te
podré ayudar
La pobre Bella, cuyo corazón
era bueno y amaba a los demás, sintió la necesidad de acompañar a su padre y de
marchar, a pesar de su promesa con la Bestia.
– ¡Desearía tanto ver a mi padre, aunque
sea por última vez!- exclamó la joven apenada.
La Bestia, conmovida, permitió
a marchar a Bella con la condición de su regreso al cabo de unos días. Pero
pasaron días y también semanas, y Bella no volvía junto a la Bestia, tan a
gusto como se encontraba al lado de su padre y de sus hermanas. Poco a poco,
sin embargo, y cada vez con más fuerza, Bella recordaba a aquella extraña
Bestia que había salvado a su padre y que tan bien se había portado con ella.
Y así fue como Bella decidió
volver finalmente al castillo para continuar con el cumplimiento de su promesa
dando compañía a la Bestia, a la cual encontró desplomada y agonizante a su
llegada en el jardín:
– ¡No te mueras por favor! Has sido tan
bueno conmigo…No te volveré a dejar solo y me casaré contigo – exclamó llorosa
y preocupada la joven Bella. CONFIO EN TI
Tras aquellas palabras un halo
mágico envolvió a la Bestia, que poco a poco fue perdiendo sus garras, su pelo,
sus dientes…hasta convertirse en un hermoso y joven príncipe, que tan solo había sido
víctima de un hechizo. Un hechizo, que solo podía romper el amor puro de un
alma noble…
Y como todos los cuentos,
terminaría con … Colorín Colorado…
Pero mi misión es acercarnos a
nuestra profesión tras una historia, una leyenda, una película o
un cuento como este. ¿Qué podemos aprender?. Para mí muchas veces, al igual que
en el cuento, las personas ven rota su cotidianeidad, a la hora de surgir un
conflicto, un problema. Ello les lleva a pensar que necesitan ayuda, una
ayuda que buscan desesperadamente pero que muchas veces la falta de sinceridad
o mejor, ocultación de muchas aristas de lo ocurrido, hace, que tribunales,
justicia tradicional, entiendan en su “fallo” que no hay sinceridad o
traicionaron su confianza, como ocurrió tras ser acogidos en su sede, por eso
casos de grandes problemas en custodias de menores, custodias compartidas,
casos de acoso laboral que pueden tener otra intención, incluso yo diría de
denuncias falsas.
Ante eso ¿Qué hacer?, pienso
que es nuestra cosecha. Siempre digo que los casos que llegan a mediación no
son fáciles, no tienen una salida clara, ya que seguramente los mediados ya
intentaron otras vias más conocidas para solucionarlos y cuando llegan a
nosotros están muy enquistados, “hechizados” diría yo. Y es ahí donde nos
movemos, pues solo con la sinceridad, la buena fe, la colaboración y el reconocimiento
de que los responsables del conflicto en mayor o menor medida son ambos, cuando
una flor marchita (como en nuestro cuento) puede llegar a florecer y encontrar
ese acuerdo estable y duradero, que nos ayude a RECONCILIARNOS CON NUESTRO
PASADO, para poder ver el futuro.