Dicen los expertos que más que
conciliadores, tenemos un rol de reconciliadores, porque nuestro trabajo
en la gestión de conflictos es más cercano a esta palabra, si intentamos a
lo largo del proceso que se reconstruya la relación. En este sentido se
entiende por reconciliador, el que reconcilia, media, intercede,
arregla, perdona, apacigua y olvida.
Cuando el conflicto aflora,
hay grandes desacuerdos entre las partes implicadas en él y es cuando surgen
los métodos para solucionarlos. Así, ante una sin razón, las partes hablan de
forma racional y muchas veces lo solucionan de forma inmediata. Otras veces
está la situación tan violenta que necesitan principalmente de nuestra ayuda
para buscar una solución al mismo, sobre todo cuando surgen frases hirientes, duras,
en la inconsciencia del dolor de quien recibe el mensaje. Y es entonces cuando
nos preguntamos ¿cómo reconciliarse después de una gran discusión o de
un gran problema surgido?. Muchas veces
os aseguro que es imposible, son esos momentos en los que por más que se
intenta, las posturas son irreconciliables y la mejor vía sea la ayuda de los
Tribunales.
Sin embargo, cuando la
relación entre las partes, va a perdurar en el tiempo o es valiosa, hay que
encontrar el camino para reconciliarse.
Decía John Perkins, “No hay
reconciliación hasta que reconoces la dignidad del otro, hasta que ves su punto
de vista, tienes que registrar el dolor de las personas. Tienes que sentir su
necesidad”.
No quiero que se mal
interprete la palabra, ya que reconciliar no significa en ningún momento,
volver a estar juntos si es una pareja, volver a reconsiderar un negocio
juntos, en el caso de socios, o mantener una amistad que no existía por ejemplo
entre vecinos. Reconciliar para un mediador, es conseguir que la herida que
tienen los mediados abierta, cicatrice y les permita encontrar un espacio
distinto de relación, una vez que se han entendido y comprendido.
Para llegar a ello, como
siempre, querido lector, me gusta dejarte algunas pautas que a mi me han servido
en mi vida profesional y que reuniría en las siguientes:
En Primer lugar tener paciencia. Las heridas físicas
y del alma, tardan en cicatrizar ya que las cosas no se pueden arreglar muchas
veces de forma rápida y requieren de un tiempo de maduración. Los expertos
mejores que yo le llaman “duelo”. Se pierde serenidad y por tanto es difícil
comprender. El tiempo ayuda a ampliar los puntos de vistas tan cercanos al
conflicto
En segundo lugar, domina el ego y consigue que tengan
cierta humildad ya que, muchas veces ocurre que, las personas se mantienen
alejadas tras el problema, por su propio orgullo y el ego es una barrera al
intentar buscar la reconciliación. Si logramos ser más empáticos, seremos
capaces de alejarnos del ego y conseguir ir a la causa que provocó el conflicto
En tercer lugar yo os hablaría de conseguir las
disculpas. Tienen que ser conscientes de que nadie es perfecto y deben
aceptar errores cometidos. Cada vez que vienen a nuestro estudio, son más proclives
a mencionar los males del otro, que los males propios, hasta el punto que tras
reuniones individuales, se nos queda la “imagen” de que el malo es el “otro”.
En cuarto lugar, evita que la conversación la monopolice
una de las partes nada más, asegúrate de que todos tienen la oportunidad de
expresar sus pensamientos y no les interrumpas mientras se encuentra relatando
su sentir. Debemos ser capaces de escuchar asertivamente las palabras del cada
uno, para que no se generen nuevos malentendidos.
En
quinto lugar, intenta analizar los sentimientos involucrados, de cada
uno de ellos, ya que es importante reflexionar sobre los estados de ánimo de
todos, es bueno identificar todos los sentimientos que están involucrados.
Miedos, culpas, enojos reprimidos o similares. De esta manera se encontrará el
camino para reconciliarse después de un gran problema.
En
sexto lugar, llévalos a lo que llamamos un “diálogo constructivo”. Este
se produce si permitimos cambiar frases, sentidos hirientes, por otros neutros,
que reflejen lo ocurrido pero sin dañar. Es más, muchas veces digo que incluso
una pequeña discusión, siempre que sea controlada, puede llevar a un análisis
importante de la via de reconciliación. Algo así como sacar fuera lo que llevas
dentro, pero insisto, siempre controlado, porque hasta que no lo haces… no te
sientes mejor. Tienen que exponer lo que sienten y cómo se sienten.
En
séptimo lugar, te pediría que lograras sacar conclusiones, de lo
ocurrido. Somos expertos en ver una oportunidad donde ellos ven un problema,
pues es tu momento, Resumiendo, veremos el calado del problema y daremos el
primer paso a reconciliarse. Aquí es donde conseguimos que validen y comprendan
los sentimientos del otro y se hagan responsables de los propios
sentimientos
En
octavo lugar te pediría que “visualices la posible reconciliación”. Ello
te ayudará a ir preparando el escenario del encuentro y de la búsqueda de
opciones. Te ayudará mucho a afrontar posibles situaciones delicadas y asi
gestionaras bien las expectativas creadas en la mediación. Ello te llevará de
forma inequívoca a lo que llamamos la “escucha activa” en el proceso.
Y por
último y no menos importante, algo que muchas veces olvidamos, para que, lo que
es el objeto de este artículo, se produzca la cicatrización de las heridas producidas:
Consigue si es posible que hablen del perdón y sanarán la relación. El
perdón mutuo es un pacto que ambas personas deberían estar dispuestas a
cumplir. Significa el empeño de la voluntad para no volver a caer en los
errores que suscitaron el conflicto.
Querido mediador o mediadora, Tómate
tu tiempo, Roma no se hizo en un día, pero sí considéralo; si es posible
reconciliar, la herida podrá cicatrizar aunque quede la señal de por vida