Hace unos días tuve la suerte de poder
participar en una Masterclass, gracias a mi amiga Gladys, a la Embajada en Costa Rica del Foro
Internacional de Mediadores Profesionales, y hacía mucho tiempo que no me
confesaba, mis miedos, mis alegrías, mis “pecados”.
Por eso hoy, después de unos días,
me atrevo a escribir aquello que compartí, porque se trataba de CONFESAR…y
según dicen, este acto supone “declarar un error, una falta o un delito
cometidos, especialmente ante la policía o ante un juez o un tribunal de
justicia” o en su caso “Declarar algo que se mantenía en secreto por cualquier
motivo”.
No os voy a contar mis motivos,
pero si os voy a pedir lo que vulgarmente llamamos el SECRETO DE CONFESION,
porque este supone, lo que llaman el “sigilo sacramental” que no es otra cosa,
en la Iglesia Católica, mas que la
obligación de no manifestar jamás lo sabido por confesión sacramental. Por eso,
os pido sigilo a mi confesión, y si alguna vez dijérais que me lo habéis oído,
lo negare hasta tres veces.
Tener en cuenta que este “secreto”
que os manifiesto , comprende en primer
término a aquellos que me vais a leer, es decir, al confesor y después a todos
aquellos que de algún modo se enterasen de la confesión, lícita o ilícitamente,
ya oyéndola, ya leyendo apuntes de los pecados en orden a la confesión, ya
sirviendo de intérprete y, si son varios, no pueden hablar de ello entre sí.
Con estas condiciones os escribo.
Lo primero que hice y que hago aquí y ahora es pensar que desde que escogimos
esta profesión de MEDIADOR, opte por trabajar en el foco de los conflictos y
eso me produjo mucho vértigo porque al buscar las acepciones terminológicas
sobre el conflicto, me encontré con las siguientes:
a) “LO MAS RECIO de un combate”
b) “Punto en que APARECE INCIERTO EL RESULTADO de la pelea”
c) “ANTAGONISMO, PUGNA, OPOSICIÓN”
d) “COMBATE Y ANGUSTIA DE ÁNIMO”
e) “APURO, SITUACIÓN DESGRACIADA Y DE DIFÍCIL SALIDA”
Ni que decir tiene que nuestro
trabajo se centra en buscar como a mi me gusta llamar, “algo aprovechable en
las cenizas de un conflicto”. Y sobre todo no tanto por el conflicto en sí,
sino por las consecuencias de ello, ya que surgen desencuentros que se
manifiestan en lucha, desacuerdo, incompatibilidad aparente entre las partes,
confrontación de intereses, expresiones de insatisfacción o desacuerdo, discrepancia
o percepción de incompatibilidades… ¿difícil verdad?
Pues este fue el camino que escogí, antes como abogado
litigante y ahora como mediador o gestor de conflictos
El siguiente pensamiento en
confesión, se dirigió hacia, las personas que vienen a mi, ya que el conflicto
existe cuando dos o más partes buscan la obtención de objetivos que son o
parecen contradictorios o excluyente y mi misión a partir del momento en que confían
en mi, se convertiría en la búsqueda no de lo antagónico, sino en las
confluencias entre ellos, porque detectaba que las manifestaciones del
conflicto les llevaban a mostrar que las relaciones entre las partes
enfrentadas se deterioran y que la comunicación entre ellos estaba interrumpida
en la mayoría de los casos.
Consecuencia de todo ello, los
sentimientos se resienten, las actitudes se polarizan y en definitiva se pierde
tiempo y dinero, como ellos me manifiestan.
Por eso hoy tengo que confesar,
con las condiciones que os puse, que pensé que nunca podría ser mediador, que
la tarea es tan difícil como apasionante, pero temía a mis múltiples
debilidades, como para afrontar estas situaciones.
Y en ese momento fue cuando pensé
como muchas veces me habéis oído, en SER SASTRE A MEDIDA de las partes, hay entendí que trabajaría en
Mediación o como elaborar un “traje a medida”, porque comprendí que es una
práctica artesanal y que en la mediación diseñamos a medida cualquier “prenda”
con aquellos “tejidos que ellos eligen”, desde la elección del tejido hasta su
presentación final sobre maniquí, con un corte artesanal.
Lo importante es que el traje sea
a medida y que le siente bien a quien lo encarga.
Medidas, talles, pruebas…. En definitiva sastrería para toda la familia , elaborada de forma artesanal considerando y cuidando todos los detalles y siempre desde lo que cada uno “elige” y “le gusta”
Empecé a trabajar la confianza en
tu sastre...en ti mismo, porque como en el cuento del “nuevo traje del
emperador” si las partes no muestran la buena fe suficiente, de nada sirve la
mediación ya que el “traje es invisible” y al ponérselo, en realidad se
encuentran “desnudos” ante su confianza, el proceso y el acuerdo
Necesitamos confianza en el mediador, la mediación y el
proceso.
Pero os dije que se trataba de
confesarme, entonces no sigo hablando de las bondades, sino de los “pecados”.
Ya me sentí cómodo y empecé a contar cada uno de ellos.
Me confieso… que alguna vez las
partes me solicitaron solicitan alguna recomendación.
En supuestos en los que por más
que las partes discutan o conversen no se ponen de acuerdo pero, si el mediador
acepta, garantiza el acuerdo, ahora bien, saca el control del proceso a las
partes y por tanto, se disminuye la confianza en la imparcialidad, neutralidad
u objetividad
Me confieso… que alguna vez, antes de llegar a un acuerdo
sabía cuál era la solución ideal
En esta situación existe el riesgo de que el proceso se
dilate y dure más tiempo y porque no decirlo, estamos tentados a proponérselo
pero privamos a las partes del sentimiento de buscar sus propias soluciones. No
lo hagáis nunca.. es pecado
Me confieso… que alguna vez como
mediador estuve tentado a oponerme a una solución lograda por las partes. ¿Y
porqué?.
Supone que las partes han logrado
una solución que para nosotros es de “mala calidad”, porque la solución es
“ilegal” (por ejemplo, renuncia a algo), en cuyo caso me agarraba a la ley para
manifestarles que no podría establecerse dicho acuerdo, o bien porque la veamos
injusta (por culpa o ignorancia o mal asesoramiento de sus abogados por ejemplo).
Pensad que si bloqueamos el
acuerdo nos convertimos en consejeros, pero si no decimos nada derrochamos
tiempo en una mediación inútil y formamos parte de un acuerdo injusto, sobre
todo que nunca se nos olvide que también firmamos el acuerdo para corroborar
que es justo y equitativo.
Me confieso…. Que alguna vez me
encontré con supuestos de coacción entre las partes en conflicto.
Existen cuando observamos hablas
amenazadoras, y yo como mediador, se que existe presión, condicionando el
comportamiento, pero una de las partes está decidida a adoptar un acuerdo a
pesar de ello, luego surge un paternalismo inconsciente con una de las partes
en cuanto a su libre decisión.
Me confieso… que alguna vez he tenido sospechas de cierta incapacidad
de los mediados
Son supuestos en los que vamos
detectando que una de las partes no se encuentra “capacitada” para tomar
decisiones, en casos de depresión, suspensión de sesiones, etc. Y observé la
absoluta importancia de gestionar bien las emociones y en todo momento dejarte
asesorar o aconsejar o en su caso derivar.
Me confieso… que tuve que hacer mía la imagen de DESAPRENDER
PARA APRENDER.
Porque termino como siempre, con
mi álbum de fotos de mi viaje por la mediación y que pido que cada uno de los
que me leais compartáis también vuestras Imágenes” porque de ellas todos
reflexionamos y aprendemos. He aprendido a preguntar “qué podemos hacer con lo
que te ha pasado”; hacer responsables de la solución a quienes están
implicados; hacerles ver una oportunidad donde ellos ven un problema; ver que
detrás de los papeles hay sentimientos y actitudes; He tenido que generar
confianza entre las partes en conflicto y entre el mediador y las partes, así
como confianza en el proceso de mediación.
Y sobre todo, he tenido que velar
por que las partes puedan atribuirse el mérito de los acuerdos alcanzados.
Son muchos más los pecados, pero
mi confesión termina por hoy, no se trata de hacer un repaso total de mis 25
años como mediador, pero si de seguir haciendo esta maravillosa “penitencia”
que me imponen mis pecados…andar por el camino de la profesión encontrando
profesionales que te ayudan a crecer.
Javier Alés. Junio 2020