Muchas veces me han oído mis
alumnos, hacer referencia en mis clases al Juego del Parchís, ya que gracias a
algo tan simple como sus reglas, podemos explicarnos muchas cosas.
La Pandemia que estamos
viviendo nos trajo además de los problemas de salud en muchos lugares del mundo
y muchas familias, un síndrome que denominamos el “síndrome de la cabaña”
cuando una persona tiene cierto miedo a salir a la calle, quizás por los
contagios e incluso simplemente porque se siente mucho más cómodo en su entorno
amigo que en el extraño.
Y analizando la situación,
porque algunos clientes en su momento me han planteado este problema en
mediaciones relacionadas con el cuidado de personas mayores, o simplemente,
adolescentes que han vivido hasta sus estudios desde su casa, rápidamente
me vino a la cabeza las reglas del tradicional “juego del parchís”.
Son reglas que todos conocemos
y que a poco que lo pensemos no sabemos cuando ni de quien las aprendimos, pero
sí que las dominamos y exigimos su cumplimiento cuando jugamos.
Según estas, el objetivo
del juego es conseguir llevar antes que los contrarios las 4 fichas desde la
casa hasta la casilla de meta recorriendo todo el tablero. En definitiva,
lo que llamaríamos vivir. Todos nacemos, vivimos y terminamos nuestro camino en
esta vida, intentando de la mejor forma sortear todos los “puentes”, “barreras”
y obstáculos que quizás nos haga volver una vez más a nuestra “casa” después
de haber salido de ella.
En nuestro juego, se trata de
4 jugadores, identificados por cuatro colores distintos (Amarilla, Rojas,
Verdes y Azules) y con cuatro fichas del mismo color para “viajar por el
tablero”. Hijos, hermanos, compañeros de trabajo… da igual somos del mismo
color y por nuestra afinidad, viajamos por la sociedad con proyectos
comunes
Y ojo, un tablero (“una
sociedad”) compuesto por 68 casillas numeradas, 12 de las cuales son seguros
(marcadas con un círculo central), por las que se puede desplazar cualquier
ficha.
Además, cada jugador dispone
de 7 casillas de llegada y una meta (casilla de mayor tamaño situada en el
centro del tablero) por las que únicamente pueden desplazarse sus fichas y que
están marcadas con su color. Lo que llamaríamos el final del camino, o del
juego en este caso.
Pero no nos desviemos, la
casilla de inicio o “casa” es donde se sitúan desde el primer momento y solo
cuando en cada tirada saliera un 5 podrían “salir de su casa” para iniciar,
su vida en sociedad, con responsabilidades y obligaciones. En nuestra sociedad
eso se consigue a los 18 años, y solo la independencia laboral, les da esa
oportunidad a nuestros jóvenes. Independencia que muchas veces tarda, como en
nuestro juego cuando turno tras turno, no nos sale el ansiado “5”.
Esta acción es obligatoria
mientras al jugador le queden fichas en su casa y podrá mover las fichas que
tiene en juego lanzando el dado. Está obligado a avanzar una de las fichas
tantas casillas como indique el dado si es posible.
La verdad que las reglas,
también marcan algo importante, que debe animar a cumplir objetivos una vez “sales
de casa”, ya que a mayor número mayor avance e incluso, si el jugador saca un 6
podrá repetir turno y si tiene todas las fichas fuera de casa, el 6 valdrá 7. Debemos
potenciar el salir de nuestra “zona de confort”; no olvidemos que en esta
pandemia que estamos viviendo, hace falta emprendimiento para salir
adelante, aunque siempre con mesura, ya que solo basta recordar, que si repites
turno y saca tres veces un “6”, la última ficha movida será retirada a casa.
Mención especial, cuando
analizo las reglas merece el llamado “Puente”.
Se denomina así, cuando dos
fichas del mismo color coincidan en la misma casilla, si es así, la unión hace
la fuerza y nadie podrá pasar por allí mientras no se extinga el mismo, algo a
lo que está obligado, si en su turno sacara un 6 lo que supondrá abrir la
barrera, o sea, a mover una de las fichas que forman el puente.
No se querido lector, si
llegado este punto, mi capacidad creativa puede llevaros a una conclusión, pero
entiendo que, si estamos hablando de “vivir en sociedad”, no “tener miedo a
salir de casa” y sobre todo, una vez fuera de ella poder encontrarnos con “nuestros
iguales” eso nos hace más fuerte ante cualquier adversidad: “no nos pueden
comer” y no puedes “pasar por encima de nosotros”.
Y continuamos, porque no
olvidemos, lo que la sociedad promueve si me permitís la expresión y ya lo he
adelantado: el “comer”.
Comer o capturar una ficha de
otro color, te permite no solo “decirle a esa ficha” , “vuelve a tu casa”, sino
además, el juego te prima con la posibilidad de contar con independencia del
dado, que “marca tu suerte” en cada turno, contar y adelantar 20 casilla extras.
Por eso muchas veces en jugadores avezados, vemos como, “espera” a que llegue
alguna ficha por detrás para a la más mínima proceder a su captura. Hágase su
propio análisis el lector, en el ámbito mercantil, social, laboral,… ¿Qué supondría
la captura?. Prefiero no decirlo.
Y llegamos al final de este
post, a la llegada a la “meta”. Si una ficha ha conseguido dar la vuelta
completa al tablero y poder entrar en las casillas finales de tu color,
necesitas concreción, acierto, exactitud, que tengas la fortuna de “haber
vivido y trabajado” y ser exacto en el número que te toque para entrar triunfal,
porque aquí, ya no pueden entrar, ya no te pueden comer, ya, terminó tu edad
laboral y se trata de disfrutar el final del camino Y es entonces y solo
entonces, cuando si una ficha alcanza la meta, el jugador podrá contar 10 con
cualquier otra de sus fichas siempre que le sea posible, para ayudarle en su
vida en sociedad
En esta Pandemia, los hogares
han sido un refugio donde protegerse de la irrupción del COVID-19, se
implantaron definitivamente los cambios en nuestra cotidianidad, como el
confinamiento, nuevas medidas de higiene y distanciamiento físico, el
teletrabajo… La población vio cómo sus movimientos quedaban restringidos a ir a
comprar, a la farmacia o a trabajar en caso de no poder hacerlo desde casa.
Pero el Parchís amigo, sigue, continua, el tablero está y las reglas son las
reglas, pero, no le tengamos miedo a abandonar los hogares ya que se ha
convertido en motivo de angustia.
Como el parchís, jugar es una
oportunidad de relacionarnos, sabiendo la competitividad y
el enorme esfuerzo de llegar, no sin trabas al final de tu esfuerzo, de
constituir una familia, de andar con tus amigos, de crear proyectos en común.
Y si esta tribuna abierta me
permitiera cambiar las reglas del juego, yo lo tendría claro: contaría 10 por “comerme
una ficha contraria” y 20 por llegar al final de mi vida laboral.
4 comentarios:
Fantástico Maestro.!!!! Jugar es una oportunidad de relacionarnos,!! Continuemos el juego.!!Gracias siempre.!!!!
Dulcinea
Excelente!,es asi,es bueno que aprendamos a jugar el juego de la vida y darnos la oportunidad a que nuestras relaciones funcionen
De lo mejor que tiene la vida son las relaciones humanas y saberlas llevar de manera positiva. Muchas gracias Profesor Javier Ales
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