Esta siempre es una cuestión
que los mediadores analizamos en nuestros cursos de formación, quizás por la
dificultad de tener sesiones con menores implicados en los procesos tras un
conflicto.
¿Estamos preparados para
ello?, para el encuentro con el menor.
La participación de menores de
edad, sobre todo en la mediación familiar, es una cuestión delicada y
controvertida. En general, los expertos siempre recomiendan su
inclusión, si las circunstancias nos permite pensar como profesionales, que sea
apropiado para la edad y madurez del niño, y con el consentimiento por supuesto
de los padres o tutores y el propio niño. Sin embargo, es crucial que el
proceso sea diseñado para proteger el bienestar del niño y asegurar que su voz
sea escuchada de forma adecuada.
Para determinar en este breve
ensayo si es necesario o imprescindible escuchar e incluir a los menores en las
sesiones de mediación, podemos reflexionar sobre lo que nos permite pensar que
si lo es:
- En primer lugar, por el conocido “Interés
superior del niño”: Este interés superior del niño, como
principio, debe ser la prioridad en todo momento. El mediador debe
asegurarse de que el proceso sea beneficioso para el niño y que sus
derechos sean protegidos. Ya que estamos tomando decisiones que les afecta
en su futuro personal.
- La legitimación y empoderamiento del
menor: Ya que dar voz a los menores en la
mediación puede ayudarles a sentir que tienen una influencia en las
decisiones que les afectan, lo cual puede tener un impacto positivo en su
bienestar. A modo de ejemplo puedo decir que cuando me he entrevistado con
adolescentes, ante el divorcio de sus padres, ellos se hacen responsables
de cumplir su parte a la hora de la estancia con el progenitor con el que
no vivirán a partir de ahora.
- Mayor comprensión de la situación: La
participación de los menores en el proceso de mediación, puede ofrecer una
perspectiva más completa de la situación, ayudando a los padres a entender
las necesidades y preocupaciones de sus hijos y sobre todo que los
mediadores seamos conscientes de los intereses del menor.
- Fortalecimiento de las relaciones:
Si bien siempre tendremos que prepararnos para el encuentro con ellos, la
mediación puede crear un espacio para que los padres y los niños a través
nuestra, se comuniquen de forma efectiva, lo que puede fortalecer la
relación familiar, que seguramente en otro entorno como el doméstico, no
se daría.
- Educación ante futuros problemas que
tengan: Siempre hemos dicho que cuando estamos
mediando también estamos “educando” a las partes en “que hacer cuando no
sepan que hacer en otros escenarios del futuro”, por ello al involucrar a
los menores en la mediación, se les enseña a resolver conflictos de forma
constructiva y a construir relaciones saludables, que a buen seguro
comprenderán poco a poco en su futuro.
Estas serían para mí, las
principales premisas, por las que contar con ellos en los procesos de mediación,
pero no debemos olvidar algo primordial: se deben encontrar en un ambiente
seguro y libre de presiones que debemos garantizar sobremanera los mediadores y
conseguir que nunca tomen partido por uno u otro, según las circunstancias. Eso
solo se consigue con su propia libertad de expresión, según la edad y grado de
madurez que tengan
Y también hay que garantizar
una especial preparación del niño, explicándole el proceso de
forma sencilla y asegurando que comprenda qué se espera de él.
No obstante siempre nos
quedará la posibilidad de ver al menor por separado (quizás lo ideal según la
conflictividad de que se trate) y así conocer su verdadera perspectiva del
conflicto y dejarnos sorprender, porque muchas veces los adultos tienen una
visión que en nada se corresponde a la del menor y por supuesto consultar a
un psicólogo o terapeuta y así obtener información sobre el niño y sus
necesidades.
En definitiva, el interés
superior del menor debe ser la prioridad que tendremos en cuenta, y el proceso
debe ser diseñado para proteger su bienestar y asegurar que su voz sea
escuchada de forma adecuada.
¿Crees que estamos preparado
para ello?