viernes, 8 de junio de 2018

UN MEDIADOR LLAMADO...IGNACIO DE LOYOLA


 Desde que en el viaje de mi vida me subí a este apasionante “barco”, bautizado con el nombre de Universidad Loyola Andalucía, algo me decía que estaba a punto de descubrir el porqué de tantas cosas que me habían perseguido en mi mente cuando decidí hacerme mediador para ayudar a los demás.

El porqué de trabajar por y para la educación de líderes para el mundo; el porqué entender que el mundo es nuestra casa; el porqué la misión de mi universidad de  “crear pensamiento para el mejor y mayor servicio de la humanidad, formando hombres y mujeres para los demás, comprometidos con los problemas del mundo, y hacer de toda su actividad un lugar de fructífero dialogo y encuentro en el que personas de diferentes culturas, creencias e ideologías puedan vivir una vida inspirada y comprometida con los demás”. ¿Es que no son conceptos equiparables a la mediación? Por  supuesto que sí.

Y un día, mi admirado José Juan Romero Rodríguez SJ me envió una recensión de José García de Castro SJ, sobre el libro “Ignacio de Loyola”, de D. Enrique García Hernán, donde se menciona que se “crea un eje constructor que es muy novedoso; el personaje de Ignacio de Loyola no tanto como Peregrino, Santo o Fundador de los Jesuitas, sino como mediador, debido a su capacidad para mediar entre personas y diferentes situaciones (incluso contrarias y antagónicas), una habilidad que habría comenzado a desarrollar durante muchos años y justificaría gran parte del primer y sorprendente desarrollo de la Compañía de Jesús”.

Así refiere que la mediación ejercida por Ignacio de Loyola, quien antes había sido guerrero y batallador (cuanto me acuerdo de mis días de “picapleitos” en juzgados y tribunales), “no fue solo entre nobles y burgueses, familias, monarcas, obispos o frailes de la Europa del siglo XVI, sino que también fue una “mediación espiritual” entre Dios y los hombres”.  Así  entiende que la Compañía de Jesús y los ejercicios espirituales pueden ser interpretados como estructuras de mediación de “ayuda a las ánimas”.

Descubriendo a ‘Ignacio mediador’
Fue en la etapa de Ignacio en París (1528-1535) en la que se descubre el ‘Ignacio Mediador’. No olvidemos que el mensaje misionero lleva inexorablemente a la actitud mediadora tanto en los lugares de destino como en los colectivos atendidos en las misiones y de ahí retoma nuestra Universidad Loyola Andalucía, esa identidad del “compromiso por transformar” la sociedad y las personas a través de la pasión por conocer.

Solidaridad, búsqueda de la verdad, diálogo y tolerancia, responsabilidad y participación son principios de nuestra institución y de la mediación. El evangelio y el mensaje del Ignacio Mediador nos lleva a tender puentes para un diálogo entre partes y el entendimiento entre culturas, algo que se demuestra también en nuestro bagaje educativo como institución.

El Papa Francisco ha explicado, en más de una ocasión, que el misionero es aquel “que se hace servidor del Dios que habla, que quiere hablar a los hombres y a las mujeres de hoy, como Jesús hablaba a los de su tiempo y conquistaba el corazón de la gente, que venía a escucharlo desde cualquier parte y quedaba maravillada escuchando sus enseñanzas”. Enseñanza, una vez más, para adentrarnos no tanto en formar en mediación en nuestra aulas, sino en formar mediadores, que les apasionen lo que hacen y que se pongan al servicio de los demás, aquellos que viven  un conflicto, no saben salir de él y encontrarán en nosotros esa “agencia de viajes por sus sentimientos”.

La mediación es educación, es un modelo pacífico, dialogado y colaborativo para gestionar y, por qué no, para resolver los conflictos. En nuestras aulas conformamos la convivencia en positivo, desde la educación en valores y principios que permitan a las partes reconocerse aunque no compartan sus posturas.

Por eso, hemos de decir que nos atrevimos a crear el “proyecto Druida” para enseñar a los más pequeños la “cultura del acuerdo”. A los niños y niñas que el día de mañana tendrán sus responsabilidades y, por tanto, acceder a esta formación desde colegios e institutos. Un proyecto que educa porque es un modelo de convivencia en sí mismo. Trabajamos en Loyola Executive Education día a día por ello.

Loyola, con su espíritu y modelo intacto ignaciano, modela y enseña la gestión de los conflictos potenciando prácticas y habilidades diseñadas para afrontar los conflictos individuales, interpersonales e institucionales, y para crear un entorno ideal para entender la escalada de los conflictos, mediante el uso de la comunicación y el pensamiento creativo. Los educadores en gestión de conflictos trabajan por un mundo justo y pacífico en donde las personas actúen de forma responsable y  que de las cenizas de un conflicto surja algo positivo, viendo la oportunidad del mismo.

Por eso, cual misionero y siendo Ignacio de Loyola un ejemplo, los mediadores debemos llevar la tarea de anunciar, más allá de nuestra aulas, que un minuto hablando puede resolver toda una vida. Que debemos conseguir cambiar la confrontación por el diálogo, la gestión y la transformación, tanto en colectividades como en personas. Esa es nuestra verdadera misión. Que en un sentido vulgar significa trabajo, tarea, quehacer, cometido, independientemente de nuestro origen o de nuestra condición religiosa o laical. Por eso y por muchas cosas más en mi vida: gracias Ignacio de Loyola.

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