sábado, 28 de enero de 2012

UN CUENTO SOBRE LA DIVERSIDAD


“Los lápices de cera”

Pinceles desiguales, bolígrafos abandonados sin sus capuchones, lápices de colores con las puntas por terminar, botes de témpera escolar reseca, caja de acuarelas mezcladas y tubos de óleos que nunca fueron usados y una caja. Una caja de lápices de cera. Así era el estudio de Angela. Pero lo que siempre llamaba la atención a todo el que iba allí, era que sus cuadros tenían vida, que parecían ventanas abiertas, que podías tocar con las manos.
Si se trataba de una “marina”, con solo acercarte podías oír las olas del mar; si pintaba un “bodegón” de frutas, con sólo mirar el cuadro podía entrarte hambre; y si se trataba de un “paisaje”, podíamos llegar a oler cada una de las variedades de flores que tenía su cuadro. Todo era tan real, que incluso un día un amigo de ella llegaba a asegurar que estaba mojado porque en la nube que había pintado estaba empezando a llover.

¿Cuál sería su secreto?. No quería contarlo. Tenía miedo a que alguien creyera que fuese mentira. Habían pasado los años y cada vez guardaba más su secreto, hasta que un buen día su mejor amiga, Paloma, sin que ella lo supiera, se quedó en el estudio mientras que Angela pensó que se había marchado tras una merienda que compartieron. Se apagó la luz y todo parecía tranquilo. Paloma quería tocar los cuadros, coger las hojas de papel donde pintaba y dispuesta a ello se acercó a la ventana para levantar la persiana una vez que Susana se había alejado del lugar. Pero cuando se levantó, oyó un ruido que le hizo pararse de inmediato. No quería ni respirar. Cerca de ella se había levantado la tapadera de la caja de los “lápices de cera” y casi sin querer asomaba por ella el color “rojo”. Pero la sorpresa de Paloma fue mayor, cuando vio que los lápices de movían y sin tiempo para pensar, el color rojo se giró hacia la caja y dijo: - vamos, venga salir que ya se han ido-.
- Menos mal, -dijo el color azul levantándose de su lugar-, ya me estaba quedando dormido, pero podías haber esperado un poco más, no vaya a ser que vuelvan. A ti te da igual que te pongan “colorado”-
- No digas tonterías y vamos a trabajar- le dijo “rojo”- y vete para aquél cuadro que se empezó ayer con el “verde” y el “celeste”.
Paloma no salía de su asombro porque el “azul”, el “verde”, el “naranja” y el “celeste” se dirigían a un cuadro que había empezado Angela y en el que estaba pintando un barco en alta mar. Pero pensó no moverse de allí. Escondida tras la cortina observaba todo lo que pasaba alrededor.

Luego salió de la caja el color “blanco” y preguntó: - y yo ¿dónde voy?-, - ¿tú?, como no cojas color te vas a tener que quedar en la caja- contestó “rojo”-
- ¡Eso!, déjanos a nosotros- dijeron el color “verde”, el “marrón”, el “amarillo” y el “morado”- y se fueron hacia otra parte del estudio, donde encima de un caballete había una hoja en blanco y una postal de un paisaje de montaña.
- Pero por favor - dijo “rojo”- no quiero que hagáis como el otro día que jugando con la “paleta” pusisteis todo manchado.
- No importa - le respondió “amarillo”- porque cuando vino Susana al día siguiente, cogió la hoja y la puso en un cuadro.
- Si pero no es nuestro estilo, debemos ser “realistas” e “impresionar” a todas las personas que vean nuestros cuadros- comentó “rojo”.

Mientras todo esto pasaba, Paloma miraba la caja de colores. ¡Eran colores mágicos! - se decía para sí-. Pero uno de ellos no había salido de ella. Era el color “negro”. No se movía y Paloma quiso acercarse y levantarlo, cuando éste se giró hacia ella y le dijo: - Déjame, quiero dormir. Pero... ¿quién eres?- murmuró.
- Soy Paloma, una amiga de tu dueña-
- No deberías estar aquí- le dijo el color “negro”. - como te vean los demás se van a quedar quietos porque tienen miedo a ser descubiertos porque cobran vida cuando no está “la dueña”.
- ¿Y tú? No tienes miedo de mí- le dijo Paloma.
- No, porque aunque me veas tan oscuro y negro, nunca tengo miedo y solo me gustaría poder pintar como los demás, ya que nunca quieren contar conmigo porque dicen que lo tapo todo y mancho más que ninguno.
- ¿Has probado a pintar tu solo?- siguió Paloma
- ¿Y para qué?- le dijo “negro”.
- Porque creo que si tú puedes dibujar cosas en los papeles, luego los demás pueden rellenarlos de color- comentó Paloma acercándole un papel “vacio”.
- ¿Piensas que eso servirá?- dijo “negro”
- Claro que sí. Prueba y verás- le dijo Paloma volviendo otra vez a su escondite.

“Negro” salió de la caja y como si despertara de haber dormido durante un siglo, se puso como “loco” a dibujar, una y otra hoja. Sus compañeros, ante el ruido que hacía se volvieron y contemplaban asombrados lo que hacía. Todos se fueron acercando a él y sin hablar se pusieron a “rellenar” los dibujos de “negro”. Fue una noche especial.
Pero se acercaba el amanecer y todos debían volver a la caja. Pronto aparecería Angela.

Uno por uno fueron terminando su trabajo. “Amarillo”, “Azul”, “Verde”, “Marrón”, “Blanco”(otra vez enfadado porque había pintado poco), “Celeste”, “Morado”, “Negro”, “Naranja” y “Rojo” quien comprobó que no quedaba nadie atrás. Antes de cerrar, una última mirada de “Negro” buscando a Paloma, detrás de la cortina, quien le hizo un guiño con sus ojos. Ambos tenían un gran secreto que guardarían siempre. Javier Alés

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