Hay personas a quienes les
gusta y no les importa nadar contra la corriente, que intentan trazarse metas
que parecen imposibles, que emprenden proyectos cuasi quijotescos, que se salen
de lo normal, de lo lógico, de lo preestablecido.
Creo y así lo pienso, que muchos de los mediadores y mediadoras que hoy me leen, así se sienten. La mediación y el diálogo, es un producto básico en nuestra profesión, pero que no vende en los medios, que no interesa a la opinión pública. Si nosotros mantenemos la reserva, si la confidencialidad es nuestra bandera, siempre tendremos la dificultad añadida de no ir a airear lo que está en nuestras manos.
Es más yo mismo pido a mis clientes que mantengan la reserva de las
partes, ya que no deben sacar a la opinión externa, aquello que hemos trabajado
y mantenido en nuestras sesiones, porque se frustra muchas veces lo conseguido
con numerosos “asesores gratuitos” de nuestro alrededor que sin saber muchas de
las cosas, se atreven a opinar y asesorar a quienes se acercan.
Son muchas las horas o sesiones, acumuladas a nuestras espaldas, que siempre nos dejan debatiendo sobre lo ocurrido y las posibles salidas al callejón donde se encuentran, pero ¿Cuánto espacio dejamos a la sensatez de ser críticos con nosotros mismos?
La mediación
no vende, no es agria, no llena titulares, no reconocemos a los grandes
referentes de la profesión, porque abanderan desde la “humildad” su trabajo, es
el arte anónimo que ha quedado relegado a espacios minoritarios. Incluso en sus
días grandes como cuando celebramos un Congreso, unas Jornadas, cada vez más de
forma on-line en esta época, son solo los mediadores profesionales quienes
acuden a estos eventos luego flaco favor hacemos a su promoción.
La mediación por tanto, no tiene hueco en la agenda de los conflictos
de las personas. Cierto. Pero siempre hay excepciones. No vale eso de que no se
conoce para apostar por ella. Hay gente que lucha por ir a contracorriente y
que lo lleva haciendo muchos años, convirtiéndose en referente de “locos y
hambrientos” de la cultura del diálogo.
Para hablar y escuchar sin
prisa como si fuera una taza de té o un buen vino. Iremos siempre nadando
contra corriente, pero nuestra profesión es una llamada a quienes creen que un
minuto hablando puede resolver toda una vida, a quienes piensan que los trapos
sucios han de lavarse en casa, a quienes les merece la pena contar hasta diez
antes de tomar una decisión y no tener que pedir perdón después. La mediación
se erige como el medio más natural, para conseguir que las partes enfrentadas
se entiendan, sobre todo si la relación continuará en el tiempo por proximidad
(vecindad), familiaridad (tener hijos en común), relación laboral (seguimos
trabajando en la misma empresa) o empresarial (seremos socios de la misma en
las decisiones a tomar).
La mediación, a pesar de
suponer nadar contra corriente de la sociedad, que te enseña a poner un pleito
cuando tienes un problema, es un elemento autóctono de nuestra forma de ser, se
ha convertido en símbolo de nuestra convivencia, que debemos conquistar con
nuestra actitud. No tratamos de hablar por hablar, sino comunicarnos y que se
comuniquen para hallar un punto de razón entre tanta locura.
Por eso hoy mi post va
dedicado como homenaje a todos estos héroes anónimos (como aquellos mediadores
que sin ser protagonistas de la solución, logran sacar la necesidad del pacto
día a día en sesiones de mediación), muchas gracias por creer en nosotros, por
creer en ti y no dejes de nadar, con ese arte de “Atar cabos”, una expresión
acertadísima que describe lo que ocurre en la cabeza de alguien cuando se
asocian dos o más hechos alejados en el tiempo o en el espacio, pero que
permiten encontrar un espacio nuevo para la reconciliación y el entendimiento
de que es posible, gestionar su problema respetando las diferencias.
2 comentarios:
Jamás querido Maestro dejaremos de atar esos cabos, .!!!!!! gracias por siempre por tu Actitud.!!!
Totalmente querido Maestro, me sentí identificada, gracias !!!
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