sábado, 12 de octubre de 2024

Necesitamos confiar ¿por qué y para qué?

 


Siempre tanto cuando ejerzo como mediador, como en el caso de disfrutar como profesor de futuros mediadores, me sale la importancia de la palabra “confianza”.

Es fundamental confiar en el mediador, conseguir que confíen en ti, que seas el profesional idóneo para ello; confiar en el proceso que van a realizar y ver en sus caras que es la mejor elección que hicieron para solucionar su problema; y confiar entre ellos, porque aun cuando no fueron capaces de abordar una solución por si mismos, esa confianza debe volver a sus mentes.

No debemos olvidar que la confianza es una hipótesis sobre la conducta futura del otro. Sus dudas seguirán en su mente hasta que salgan de la zona de confort y vean la necesidad de volver a confiar. Es una actitud que concierne el futuro, ese futuro que negocias en una mediación para conseguir acuerdos estables y duraderos en la medida en que este futuro depende de la credibilidad y sobre todo de lo que haga “el otro”. Es una especie de apuesta que consiste en no inquietarse del no control del otro y del tiempo.

Es la creencia en que la otra persona o grupo con el que estoy enfrentado, sea capaz de cumplir y actuar de manera adecuada a lo pactado. La confianza se verá más o menos reforzada en función muchas veces a pequeños acuerdos que en cada sesión lograremos conseguir, aunque sean parciales.

En psicología dicen, que la confianza es creer que la persona en la que se confía hará lo que se espera

Vienen a nosotros de una forma distinta ¿verdad?. Con desconfianza, ya que el conflicto les llevó a una pérdida de la confianza, y es muy difícil recuperarla. Por lo tanto, existe una clara asimetría en la construcción frente a la destrucción de la confianza.

Igual que hablamos de la necesidad de la confianza, es muy necesario ser conscientes de lo que supone esa desconfianza. Me atrevo a decir que desconfiar del otro es un sentimiento de duda, de incredulidad cuando se sientan a la mesa de negociación, porque no me fio nada de que pueda cumplir lo que hablemos y pensamos que el “otro” es deshonesto, dado que tienen la capacidad de confiar dañada por la experiencia previa.   

Cuando desconfiamos, nuestra mente se llena de “basura”, de aquellos elementos y actitudes que no nos permite ver más allá de lo que ocurrió. Pensamientos negativos que boicotearán la confianza en el otro. 

Es en esos momentos cuando el mediador debe ser esa persona que buscan para tener mayor seguridad, porque normalmente acudimos a personas con las que nos podamos sentir relajados, por ejemplo, algún amigo, la pareja, algún familiar, etc. Necesitamos un “sitio seguro”.

Para conseguir la confianza y abandonar la desconfianza, con nuestro parafraseo evitamos hablar con dobles mensajes, ser deshonestos o que sus palabras en una negociación no coincidan con los actos.

Por eso cuando nos viene la desconfianza, nos sentimos vulnerables y no creemos que los acuerdos se vayan a cumplir, porque tenemos una visión incluso más negativa de lo que lo es por el simple hecho del conflicto. Nos volvemos más críticos e intentamos boicotear cualquier avance o acuerdo en una mediación por las propias exigencias de control.

 

 

En resumen las partes, en su desconfianza, viven en un estado de alerta permanente y sienten terror a ser lastimados por el otro. Se sienten tan vulnerables que necesitan volverse desconfiados para protegerse.

Solo puedo decirte querido lector que conseguir que la desconfianza desaparezca y vuelva la confianza es una de las más importantes habilidades sociales que debemos mantener. Conseguir eso nos llevará a buen seguro a un acuerdo. Ser honesto, empático y porque no, asertivo donde se conozcan tus principios, te permitirá no estar a la defensiva y estar dispuesto a escuchar lo que el otro tiene que decir, aceptando las discrepancias, las diferencias y en la flexibilidad y tolerancia que siempre debemos exigir de nuestros mediados.


1 comentario:

Antonio Morales López dijo...

La confianza es fundamental, sobre todo para la resolución de conflictos. Recuerdo un profesor que tuve, abogado mercantilista, nos dijo que cuando él constituía sociedades y presentaba los estatutos a los socios, estos siempre les decían —Es que con este acuerdo parece que nos llevamos mal—, a lo que él solía responderles que ahora no, pero para cuando se llevasen. No sé cuán efectivo es constituir una sociedad desde la desconfianza, pero es la mentalidad del abogado. La gente va a un despacho con miedo a que los engañen, a que no se consiga lo que ellos pretenden, o a que no se trabaje de la manera en que ellos quieren. Creo que el punto fuerte de la mediación es que es más «como un traje a medida», el mediador, hace que las partes «confeccionen» su acuerdo, de modo que en lugar de que «un buen acuerdo es en el que ninguna de las partes sale del todo satisfecha»; sea que «un buen acuerdo sea aquel en que las partes hayan trabajado para su satisfacción».