martes, 14 de septiembre de 2021

El Flautista de Hamelin o la honestidad en mediación

 


Todos recordaremos uno de los cuentos clásicos que en nuestra infancia nos contaron y que en más de una vez nos hemos referido, cuando hablamos del poder de convocatoria de alguien… “es que acuden a él como si fuera el flautista de Hamelín”. ¿pero hemos pensado el gran aprendizaje que nos ofrece a los adultos?

Como siempre querido lector voy a hacer un paralelismo con nuestro difícil, pero apasionante, trabajo como mediador

Dice la historia desde mis ojos de mediador, que “Érase una vez a la orilla de un gran río en el Norte de Alemania una ciudad llamada Hamelin. Sus ciudadanos eran gente honesta que vivía felizmente en sus casas de piedra gris. Los años pasaron, y la ciudad se hizo rica y próspera.

Hasta que un día, sucedió algo insólito que perturbó su paz.

Hamelin siempre había tenido problemas, y bastantes, pero nunca habían sido un peligro, pues los solucionaban de la manera habitual: hablando. Pero de pronto, los conflictos comenzaron a multiplicarse”. Nuestra convivencia, pacífica, idílica, en una comunidad, o si me permitís, en una empresa en auge, próspera, donde las relaciones son cordiales, en uno u otro lugar… muchas veces surge un problema, dos, tres y estos llevan a nuevos problemas, solo quiero que tengáis en mente algún conflicto. Normalmente con la ayuda de alguien externo, ya sea una abogada, un terapeuta, incluso la propia justicia clásica del lugar, servían para volver a lo que ellos llamaban “la normalidad”

Con el tiempo, una gran marea de problemas y conflictos surgieron en la ciudad. Primero conflictos en empresas, laborales, que llevaron tras una pandemia que vivió el lugar, a problemas internos, de educación, de convivencia, incluso familiares, tras ciertos confinamientos para evitar los efectos de la pandemia. Parecía en esa ciudad que todo se solucionaría tras el teletrabajo, la convivencia continuada meses y meses en lo que los dirigentes llamaron “burbujas”.

Los aterrados ciudadanos se manifestaron una vez “liberados” ante el ayuntamiento para que los librara de la plaga de problemas, y entre todos intentaban pensar en un plan:   

- Necesitamos ayuda- dijo el alcalde abatido.

En ese preciso instante, mientras los ciudadanos se agolpaban afuera, llamaron fuertemente a la puerta. ¿Quién podría ser? se preguntaban preocupados los miembros del comité de expertos que asesoraba a las autoridades, temerosos de las iras de la gente. Abrieron la puerta con precaución y, ante su sorpresa, apareció ante ellos un hombre alto, sevillano, vestido con ropas de brillantes colores, con una larga pluma en su sombrero y una larga flauta dorada.

- He ayudado a familias, comunidades, empresas, ciudades, a que se libraran de grandes males y problemas, y si acaso los tuvieran, los miraran como una oportunidad- dijo el extraño- y por mil florines, también les libraré a ustedes de vuestros conflictos.


- ¡Mil florines!- exclamó el alcalde- ¡Le daríamos cincuenta mil si lo hiciera!

El extraño salió entonces diciendo:

- Ahora es tarde, pero mañana al amanecer no quedará ni un conflicto en Hamelin

Todavía no había salido es sol cuando el sonido de una flauta se escuchó a través de las calles de Hamelin. Nuestro Mediador y flautista fue pasando lentamente por entre las casas, empresas, cubrió todas las calles con su música, con una letra que no todos comprendían: empatía, asertividad, reconocimiento, buena fe, valores, honestidad, tolerancia… era música celestial, y escuchado por los vecinos… todos los conflictos le seguían. Salían de todas partes: de las puertas, de las ventanas, de las cañerías, todas detrás del flautista. Mientras tocaba, el extranjero bajó hacia el río y lo cruzó. Tras él, los problemas seguían sus pasos, y todas y cada una de ellas se ahogaron y fueron arrastradas por la corriente. Hasta el punto de llegar a desaparecer. ¿obra de su música?¿actitud de los vecinos? ¿conciencia de lo ocurrido?, no lo sabemos muy bien, pero gracias a su arte, lograron que poco a poco los vecinos se hicieran dueños y acreedores de las soluciones a esos problemas a los que había llamado a su música nuestro Mediador Flautista.

Al mediodía, no quedaba ni un solo problema en la ciudad. Todos en el consejo estaban encantados, hasta que el flautista acudió a reclamar su pago.

-¿Cincuenta mil florines?- exclamaron -¡Jamás!


- ¡Que sean mil al menos! - gritó furioso el flautista. Pero el alcalde respondió:
- Ahora todos los problemas están eliminados y no volverán. Así que confórmate con cincuenta florines, sin es que no quieres quedarte sin nada.
Triste y enfadado, porque no comprende que las personas no están pagando su trabajo por lo que hace muchas veces, sino por lo que le llevó a estar tan preparado, lo que realmente sabe, el flautista señaló con su dedo al alcalde:

- Te arrepentirás porque si no hay voluntad, el acuerdo al que llegáis no hará desaparecer el problema, porque será justo y equitativo, y con ello, aparentemente desaparecen de vuestra vida pero… no lo serán estables y duraderos en el tiempo.

Una sombra de miedo envolvió a los consejeros, pero el alcalde se encogió de hombros y dijo emocionado:

- ¡Qué diablos! Acabamos de ahorrarnos cincuenta mil florines.

Aquella noche, liberados de los conflictos que habían tenido durante tanto tiempo, los habitantes de Hamelin durmieron más profundamente que nunca. Y cuando el extraño sonido de una flauta flotó por las calles al amanecer, solo los niños lo escucharon. Como atraídos de un modo mágico, los niños salían de sus casas. Y de la misma forma que había ocurrido el día anterior, el flautista recorrió tranquilamente las calles, reuniendo a todos los niños, que le seguían dócilmente al son de la música.

Pronto la larga hilera dejó la ciudad y se encaminó a la escuela, que se encontraba a las afueras de la misma. Cuando el flautista alcanzó el colegio, habló con su Directora y tocó su instrumento con más fuerza, y gracias a ello, surgió casi de la nada, un aula, donde se comprometieron a realizar un proyecto piloto de mediación entre iguales, para que los niños aprendieran el valor del acuerdo y que en el futuro pudieran conseguir cambiar la “cultura del conflicto” de sus mayores, por la “cultura del acuerdo”, con una sola condición dijo el Mediador-Flautista.

No podrán salir de aquí hasta que se les eduque en la honradez, honestidad, y en la vía del acuerdo, porque mediar, para resolver conflictos, también es educar

Las familias aprendieron la lección, pagaron lo que se comprometieron y todos los niños volvieron a sus casas. El recuerdo de la aquella lección permaneció para siempre en los corazones de todos, y fue pasando de padres a hijos a través de los siglos.

Hoy a esa ciudad se le conoce como “La Ciudad Mediadora”

Dedicado a mis compañeros/as del taller de Magia y Mediación


10 comentarios:

Mary De Simone dijo...

Muchìsimas gracias querido Maestro.!!!!!!!, Un abrazo.!!

Rafael Ortiz Lara dijo...

La moraleja que deja es clara, de hecho, lo comenta al final del cuento “No podrán salir de aquí hasta que se les eduque en la honradez, honestidad, y en la vía del acuerdo, porque mediar, para resolver conflictos, también es educar”
Nosotros como mediadores no solo tenemos que llegar a resolver el conflicto, sino que debemos de educar a las personas para que puedan llegar al fin de la mediación. Necesitamos promocionar que la persona sea honesta para que pueda serlo con los demás, que la persona sea honrada consigo mismo para que lo sea con los demás y es ahí el punto en el que la persona puede llegar a resolver el conflicto, ya que comprende el valor del acuerdo y tratar de llevarlo a cabo tal y como prometió.
Otra moreleja que observo tenuemente es la recompensa, nosotros somos profesionales, nosotros trabajamos para ello y debemos de ser recompensados al igual que cualquier otro trabajo. No solo escuchamos y no juzgamos, no somos un amigo que le puedas preguntar una opinión. Nuestro trabajo es difícil, utilizamos técnicas, guiamos a las personas, proponemos y ayudamos cuando las personas deben llegar a un acuerdo por que este les esta consumiendo. Esto no es un trabajo cualquiera, esto es un trabajo que sui intención es exterminar lo que ni la propia persona puede quitar.

- Rafael Ortiz Lara

Anónimo dijo...

La moraleja que deja es clara, de hecho, lo comenta al final del cuento “No podrán salir de aquí hasta que se les eduque en la honradez, honestidad, y en la vía del acuerdo, porque mediar, para resolver conflictos, también es educar”

Nosotros como mediadores no solo tenemos que llegar a resolver el conflicto, sino que debemos de educar a las personas para que puedan llegar al fin de la mediación. Necesitamos promocionar que la persona sea honesta para que pueda serlo con los demás, que la persona sea honrada consigo mismo para que lo sea con los demás y es ahí el punto en el que la persona puede llegar a resolver el conflicto, ya que comprende el valor del acuerdo y tratar de llevarlo a cabo tal y como prometió.

Otra moreleja que observo tenuemente es la recompensa, nosotros somos profesionales, nosotros trabajamos para ello y debemos de ser recompensados al igual que cualquier otro trabajo. No solo escuchamos y no juzgamos, no somos un amigo que le puedas preguntar una opinión. Nuestro trabajo es difícil, utilizamos técnicas, guiamos a las personas, proponemos y ayudamos cuando las personas deben llegar a un acuerdo por que este les esta consumiendo. Esto no es un trabajo cualquiera, esto es un trabajo que sui intención es exterminar lo que ni la propia persona puede quitar.

- Rafael Ortiz Lara

Ana Hernández Sanz dijo...

Me ha parecido una fantástica analogía. Cuando he leído el título, no he podido evitar imaginarme mi propio símil de la historia en referencia a la mediación. Sin embargo, a medida que iba leyendo me iba gustando más la historia del post pues no solo ha recogido los elementos más relevantes y superficiales de la mediación en el cuento, sino que se añaden elementos que a veces pasan desapercibidos, pero son bastante trascendentes como “la voluntad” en el mantenimiento de la mediación.
Por otro lado, me resulta importante la idea la deshonestidad puesto que si las partes implicadas en la mediación no cumplen con su palabra los acuerdos se romperán dificultando así el trabajo de los profesionales en el ámbito de la mediación. Esta historia cuenta muy bien y manifiesta elementos que parecen obvios en mediación y que, por ello, a veces olvidamos. Finalmente, me gustaría señalar que es entretenido leer post como estos puesto que no implican la típica teoría pura y dura y se hacen livianos, a la vez que destapan o resaltan elementos a tener en cuenta.

Blanca Vázquez de la Torre Orta dijo...

Me ha parecido muy curioso el símil entre este cuento que tanto conocemos, con el proceso de mediación, no he podido evitar acordarme de cuando era pequeña y veía al flautista como el malo del cuento por querer llevarse a los niños, aunque en esta versión hace lo correcto.

Por un lado, tenemos la moraleja de la honestidad, ya que si te comprometes a algo tienes que cumplirlo, si te comprometes a un acuerdo, si existe voluntariedad por las partes para llegar a una cuerdo y resolver el conflicto, tienes que mantenerlo, sino todo el proceso no habrá servido para nada, es por eso que el flautista-mediador, decide educar a los niños de ese pueblo para que no cometan los mismos errores que los adultos, como dice en el blog: No podrán salir de aquí hasta que se les eduque en la honradez, honestidad, y en la vía del acuerdo, porque mediar, para resolver conflictos, también es educar"

Por otro lado, tendríamos el tema de la recompensa, ya que, aunque el flautista-mediador, hace su trabajo porque le gusta, y disfruta ayudando a los demás, no hay que dejar atrás todo el esfuerzo que ha realizado, primero para llegar a su puesto de trabajado, y segundo todo lo trabajado con las personas que tienen el conflicto, que no es un trabajado fácil, por lo que se exige una recompensa por todo lo conseguido.

Blanca Vázquez de la Torre Orta

Lucía Díaz Amor dijo...

La moraleja de este cuento refleja cómo una base sin honestidad de una de las partes del acuerdo puede desmoronar todo un trabajo de mediación. Sin voluntad el conflicto no será estable y duradero, solo desaparecerá por un tiempo y a largo plazo incluso será mayor. De la misma manera que no se puede construir un edificio sólido sobre unos cimientos tambaleantes.
Por otro lado, es de mucha importancia el final del cuento. Es fundamental la educación de los más jóvenes en la mediación con valores adecuados como la honradez, para la solución de conflictos y su negociación. Y sobre todo para el cambio y la evolución de la cultura de conflicto de los mayores. De este modo, pasará este aprendizaje y forma de vida de generación en generación.
Además, cabe destacar el trabajo del mediador el cual es un gran esfuerzo y debe verse recompensado. No puede pasar por una mediocridad o algo sin importancia.
Lucía Díaz Amor

Álvaro Pérez-Marín Gajón dijo...

Es una bonita moraleja sobre la importancia que tiene la honestidad y el tratar siempre de ser sinceros y humildes. El flautista tratará de ayudar y de solucionar los posibles conflictos, pero solo su trabajo será eficaz si ambas partes de la mediación son honestos y trasparentes puesto que sino, les pasará como en el relato contado, tendrán que ir al "colegio" para aprender a mediar y a tratar con personas, ya que es el objetivo de toda mediación

Unknown dijo...

La moraleja de este cuento para mí es la honradez y la voluntad; como menciona el texto sin voluntad u honradez entre las dos partes del conflicto es muy difícil llegar a un acuerdo duradero porque una de las partes concluiría que el acuerdo adoptado es injusto. Por ello y como conclusión en el cuento, se rompe el acuerdo al que llegaron en un primer momento Hamelín y los gobernantes.
Lucia García Jurado

Paula Gavilán López dijo...

Esta fantástica historia adaptada a los tiempos reales e identificando la figura del Flautista como la del mediador, resume con gran habilidad el proceso de la mediación.

En muchísimas ocasiones el interés centrado en la resolución del conflicto no nos deja ver más allá, es decir, ¿qué se viene ahora y qué pasará después?
Es norma que los implicados no tiendan a pensar en el futuro, puesto que la gratificación inmediata de solventar sus problemas está cegando la idea de volver a vivir otros. He aquí la importancia del mediador, puesto que debe ser la figura que haga en ocasiones de abogado del diablo, planteando situaciones en las que el conflicto vuelva a aparecer y generando en los implicados una capacidad de raciocinio sobre las constantes situaciones de no honradez y falta de voluntad de las personas.

Plantear estos nuevos conflictos no es más que dotar de herramientas de gestión a los participantes de la mediación, puesto que les obliga a reflexionar y ser creativos en la resolución de los conflictos venideros y no dando el proceso de mediación como concluido hasta que ambas partes estén completamente desapegadas de la interacción con la otra parte.

María Muñoz Gómez dijo...

Se puede percibir a la perfección la relación entre el cuento y la mediación. Nos muestra el papel que tiene la honestidad y la deshonestidad en la mediación, cuando nos comprometemos a realizar ciertas cosas debemos cumplirlo. Si una de las dos partes no cumple con lo establecido no ha tenido sentido realizar el proceso, debido que la solución al problema está en las manos de todos los participantes.
El final del cuento nos proporciona una visión muy importante, debemos educar a los más jóvenes ya que ellos, serán la generación que nos sustituyan en el futuro. Desde la rama de mediación deben estar educados en la solución de conflictos y en la negociación. Se les debe enseñar, al igual que en el cuento, que las recompensas de la vida llegan realizando acciones que realmente te gustan y te llenan.
María Muñoz Gómez