Administrar
un grupo de WhatsApp se ha convertido en algo insufrible. Tanto que muchos de
ellos, sus administradores deciden convertirlo en una “lista de difusión” antes
que continuar con el grupo como tal. Y no os quiero hoy hablar de grupos para
una celebración, grupos de padres y madres de alumnos del cole, o de antiguos
alumnos de la facultad que un buen día alguien aburrido empezó a buscar para
conocer que fue de sus compañeros
Por
supuesto todos respetables y su utilidad casi siempre con fecha de caducidad.
Hoy os hablo de los grupos creados para estar en contacto profesionales. Yo mismo
a lo largo de los años he sido miembro e incluso he administrado varios, con
determinadas finalidades, hasta que… “vendo coche usado, si alguien está
interesado en el grupo por favor escribirme por privado” o “chicos, que os
parece que regalemos a Nadia un colgante por su cumple”.
Simplemente
no estamos preparados para los grupos de WhatsApp. Y que deciros de ,los
mensajes de audio. Mezclamos texto, con emojis y con audios interminables donde
empiezas preguntando por como está la familia y terminas pidiendo un favor, “si
puedes, claro”
Para
el administrador exige estar continuamente conectado con el móvil o celular (según
el lector sea español o latinoamericano) para según el caso comentar que por
favor el grupo no es para eso para lo que se creó y además por privado
necesitas comentarle al autor o autora que por favor borre el mensaje con lo
desagradable que muchas veces supone ese “mandato”
Son
momentos complicados que te dejaban grogui por varios días y te hacían pensar
en la utilidad del grupo.
También
me gustaría recalcar que no son amigos, en algunos casos lógicamente, sino
contactos, pero podemos procesar bien esa ambigüedad. Los grupos de WhatsApp
son una buena idea porque suelen fundarse con un fin específico y en los que
solemos tener intereses comunes, pero esos intereses se van diluyendo en el
momento en que empezamos a felicitar cumpleaños (algo más que legítimo por otro
lado). Los grupos de la escuela donde van nuestros niños es un ejemplo de
manual, especialmente cuando un mensaje se reenvía sacado de contexto, con o
sin malicia.
El
problema no está en los grupos de WhatsApp. El problema es que las reglas de
convivencia en el mismo no se respeta por lo miembros. En WhatsApp el otro está
ausente, por tanto mando un mensaje general y te “tiras al vacío” para llegar
al mayor número.
Solo
hace unas semanas, en los grupos se enviaban felicitaciones de Navidad, dando
con ello que ya estaban todos felicitados y ahorrabas tiempo, sin darte cuenta
que ese grupo por ejemplo era para formar un equipo de trabajo para elaborar un
libro.
¿Está
bien hecho? ¿merece la pena? Cada uno que saque sus consecuencias. Y ni que
decir tiene si tras ello se abre lo que se llama “un hilo”. Es decir, dejamos
de ver WhatsApp durante unas horas y a nuestra vuelta cerca de 70 mensajes
procede de alguien que comentó algo en el grupo y que evidentemente o leemos o
pasamos por alto. Es lo que llamo el eterno retorno, hasta que te das cuenta
cuando hablas con alguien que no lo leyó por el hastío que suponía “remontar” y
“remontar” el hilo hasta saber que ocurrió.
En
definitiva, los grupos de WhatsApp suponen un extraño fenómeno de circularidad
que a buen seguro tendrá “fecha de caducidad” al no saber utilizarlos.
Una
vez leí que los grupos nacen, se desarrollan y finalmente mueren (o vuelven a
renacer cambiando algún aspecto del grupo original).
¿Qué
podemos hacer para evitar este tipo de problemas? Usar el sentido común, porque
dejar claro el objetivo del grupo, ya se sabe desde el momento en el que te
integran. Si usamos el sentido común podemos ser flexibles lo que no impiden
mensajes distintos etc.
Yo
particularmente os ruego que no me invitéis a grupos de WhatsApp. Si quieres
hablar conmigo, dímelo, llámame, escríbeme, siempre me vas a encontrar a tu
lado, yo haré lo mismo contigo
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