Esa
es la verdadera dimensión de una mediación. Somos expertos en comunicación, ya
que el poder de la palabra es nuestra única “arma” para poder gestionar un conflicto
y es uno de los factores clave del éxito organizacional y de la confianza para pensar,
que una salida se puede producir al conflicto surgido.
Entender
las dinámicas comunicacionales es fundamental para escuchar y comprender las
distintas posturas, intereses o necesidades y así construir posibles acuerdos
de futuro. Por ello, me atrevo a proponerte querido lector o lectora, las
diferencias sutiles entre determinados conceptos como el diálogo, el debate, la
discusión o la conversación
Cuando
preguntamos en una sesión y las partes comienzan a hablar, muchas veces o casi siempre
interrumpiéndose, ¿de que estamos hablando: es diálogo, es una discusión, una
conversación o más bien es un debate? Hay grandes diferencias, y cada uno de
estos conceptos tiene su propio valor a la hora de negociar.
El
diálogo, busca encontrar una conexión compartida. Quizás este sea nuestros
principal objetivo como mediadores, hasta el punto que las partes no se
preocupan por ganar o perder en sus intervenciones, sino más bien, aspira a
escuchar y comprender lo que cada parte
aporta a la mesa de diálogo.
Si
hablamos de debate, nos referimos a un ámbito combativo y las partes buscan
salir victoriosas ante sus argumentaciones.
Y
la discusión, una palabra a la que los mediadores tienen mucho respeto, pero
que aseguro que muchas veces es necesario, podemos describirla como un debate
que intenta ser amable, pero que muchas veces termina en un enfrentamiento. Se
defienden puntos de vista sobre el problema y se desafía el criterio o la
palabra de los demás.
Siempre
se dijo que “cuando la diversidad de personalidades y opiniones crean momentos
de conflicto y tensión, el diálogo interviene y media la conversación,
dirigiéndose de nuevo al sentido de conexión”.
Debemos
promover el diálogo que es lo que impulsa el crecimiento y la búsqueda creativa
de una solución pactada. En otras palabras, el diálogo y la diversidad, la
equidad y la inclusión toman protagonismo y eso nos permiote llegar a la
palabra mágica: la conversación.
El
diálogo y la conversación nos permite centrarnos en varias claves de nuestro
trabajo:
-
Realizar
una escucha activa
-
Dejar
a un lado el juicio y la búsqueda de culpables
-
Saber
preguntar de forma eficiente y eficaz
-
Y
poder explorar las distintas vías de salida libremente elegidas, del conflicto
Podemos
decir, que cuando las partes se deciden no juzgar, se aparta de la mente
pensamientos negativos y surge la capacidad de participar como oyentes. Una
mayor indagación en los puntos de vista de los demás nos ayuda a comprender aunque
no compartamos, los puntos de vista de los demás.
La
conversación y el diálogo es nuestro desafío y permite observar la coherencia
entre lo que se dice y lo que se hace, entre la palabra y la acción.
Por
supuesto esta cultura del diálogo nos pide que consideremos que lo que opinamos
no siempre es lo correcto y que hay otros medios para buscar soluciones.
¿Cómo
saber si estás creando una cultura de diálogo con la conversación de los
mediados?
La
conversación es un acto comunicativo para que ellos intercambien conceptos,
ideas, pensamientos, opiniones y sentimientos. En este sentido, la rapidez y
fluidez de la misma, es nuestra ansiada meta cuando nos sentamos con ellos.
Por
tanto concluyo: dialoguemos, conversemos, permitamos el debate y la discusión
positiva, todo ayuda en la búsqueda del acuerdo mediado
117 comentarios:
Como he comentado en clase varias veces, uno de los principales problemas que nos podemos encontrar ya no como mediadores sino como personas en general es el hecho de encontrarnos en el medio de una disputa en la cual una de las dos partes o las dos están a la defensiva. En dicho caso, ¿qué haces?
Otro reto, sin duda, tanto en la psicología como en la mediación (aunque la considero como un híbrido entre derecho y ciencias sociales) es considerar el hecho de que ambas partes van a buscar culpables, siempre, a no ser que ambas partes vayan con una base acordada.
Por último, sobre todo en el caso de mediadores jóvenes como sería el caso de los que empezaríamos en poco, el respeto. El hecho de que el mediador sea una figura juvenil, al ser una profesión que trata de ser resolutiva y generar esa seguridad, puede que pierdas el control de la situación o conversación con más facilidad al no sentir los implicados que tienes la autoridad del todo para gestionarlo.
En conclusión, varias son las dificultades que un mediador se puede encontrar en su labor pero con práctica y un poco de "saber llevar la situación", se puede, poco a poco, aprender a salir de las situaciones, improvisando y con paso firme.
Creo que provocar una conversación en mediación puede ser complicado porque a veces las personas no quieren hablar o se interrumpen mucho. También puede ser difícil que dejen de juzgar o de culparse entre ellas. Pero si conseguimos que escuchen y se entiendan, aunque no estén de acuerdo, se puede llegar a algún acuerdo. En resumen, el diálogo es clave, aunque no siempre sea fácil.
Creo que una de las primeras dificultades que podemos encontrar cuando provocamos una conversación en la mediación es que las personas a veces llegan con sus emociones muy fuertes, con el sentimiento a flor de piel y con ganas de ganar la discusión incluso antes de escuchar. También puede ser complicado lograr que todos se sientas escuchados y no interrumpir a nadie mientras hablan. Por otro lado, cuesta dejar a un lado los juicios o ideas previas que se tengan sobre la otra persona. Por lo que generar ese espacio seguro para sentirse entendidos es esencial aunque no siempre sea fácil.
Creo que una de las principales dificultades a la hora de provocar una conversación en mediación es que muchas veces las personas llegan con una carga emocional muy alta, lo que hace que hablen más desde la impotencia y la rabia, la frustración o la necesidad de tener razón que desde la disposición a escuchar. También puede pasar que se interrumpan constantemente o que intenten convertir la conversación en un debate para "ganar", en lugar de un diálogo para entenderse.
Otra dificultad que imagino es el desequilibrio en la participación, como hemos hablado en clase: que una de las partes hable mucho más que la otra, o que alguna se quede callada porque no confía en el proceso o porque siente que no va a ser escuchada. Además, creo que puede costar mucho dejar de lado el juicio y la búsqueda de culpables, ya que en un conflicto es normal que cada persona se centre en señalar lo que el otro ha hecho mal.
Al final, lo difícil no es que hablen, sino que conversen de verdad, entendiendo que el objetivo no es convencer al otro, sino buscar puntos en común que les permitan avanzar y beneficien a ambos.
Leilany Trejo Cabrera. Universidad Loyola Córdoba
¿Qué dificultades crees que te puedes encontrar a la hora de provocar una conversación a la hora de una mediación?
Si bien ya ha comentado el profesor sobre las ventajas que tiene una conversación activa a la hora de una mediación, es necesario enfocarnos en sus dificultades. En un primer momento, como se menciona en el blog, el diálogo es la base para una buena conversación pero yo agregaría a la escucha activa como pilar fundamental en estos casos, ya que como lo hemos visto en clase, una de las principios de la mediación es que las partes cuenten con actitud para poder llegar a un acuerdo y al tenerla se favorece el sentido de una escucha activa; el entender que hay otros puntos de vista diferentes al tuyo, y por tanto, ampliar tu conocimiento para llegar a una solución. Empero, esto no es una tarea fácil ya que las personas no estamos acostumbradas a escuchar sino a oír, estamos tan ensimismados en nosotros que solo nos preocupa el ganar con nuestra perspectiva y pese a que no siempre sea la mejor solución, nos apegamos a ella dejando de lado las ideas o propuestas de los demás.
En este sentido, considero que una mediación sin conversación es una simple discusión para saber quién está bien o quién tiene un punto válido, pero como ya se dijo, lograr esto no es fácil, implica tener un profesionalismo, paciencia y actitud para afrontarlo con nuestros futuros clientes, el saber qué hacer si es que se empieza una discusión para no alentarla sino guiarla para convertirla en una conversación.
Ahora bien, considero importante la entonación y vocabulario a utilizar en una mediación para comenzar una conversación, ya que si no medimos nuestras palabras e incluso acciones los clientes no tendrán esa sensación de confianza que los haga llegar a una conversación y posterior un acuerdo para resolver su conflicto.
En síntesis el llegar a una conversación no es sencillo, se necesita de un conjunto de conocimiento, actitud, saber escuchar, profesionalismo y dejar de lado el egoísmo por todas las partes y solo de esta manera se llegará a una conversación positiva que incluya y trate de satisfacer las necesidades de todos.
Cuando intentas que alguien se abra en una mediación, no siempre es fácil. Al principio, una de las mayores dificultades es la tensión de las personas. Muchas llegan con rabia, frustración o miedo, y eso hace que no quieran hablar o simplemente digan lo que creen que quieres oír. Romper esa barrera inicial es todo un reto.
Otro problema es el lenguaje no verbal. A veces alguien puede decir que está dispuesto a dialogar, pero su cuerpo dice todo lo contrario: brazos cruzados, mirada esquiva, voz seca… si no lo notas, la conversación se bloquea antes de empezar.
También está el miedo a mostrarse vulnerable. Nadie quiere parecer débil o “ceder primero”, así que cuesta que den el primer paso. Y si tú, como mediador, intentas forzar demasiado, puedes empeorar la situación.
Por último, puede ser difícil encontrar el equilibrio entre escuchar y guiar. Preguntas muy directas pueden parecer acusatorias; si te callas demasiado, pueden sentir que no aportas nada. La clave está en crear un espacio seguro donde la otra persona quiera hablar, no solo donde “tiene que hablar”.
Creo que una de las principales dificultades a la hora de provocar una conversación en una mediación es lograr que las partes pasen de una discusión o debate a un diálogo real. Muchas veces llegan con la idea de defender su postura o de “ganar” frente al otro, y eso complica que escuchen de verdad lo que la otra persona quiere expresar.
Otra dificultad importante es gestionar las emociones: la rabia, la frustración o la desconfianza pueden bloquear la comunicación y hacer que la conversación se convierta en algo hostil.
También puede ser complicado que ambas partes participen de forma equilibrada. A veces una habla demasiado y la otra apenas se atreve, lo que dificulta que la conversación fluya.
Finalmente, creo que lo más difícil es crear un ambiente de confianza. Si los mediados no sienten que pueden expresarse sin ser juzgados, será casi imposible que surja un diálogo constructivo.
Por lo tanto, pienso que los principales retos serían: transformar la discusión en diálogo, manejar las emociones, equilibrar la participación y fomentar la confianza. Todo esto exige paciencia, escucha activa y mucha neutralidad por parte del mediador o mediadora.
Creo que una de las principales dificultades es que, al inicio, las personas llegan con mucha carga emocional. Muchas veces no quieren escuchar al otro, solo quieren ser escuchadas ellas. Eso hace que la conversación se corte rápido, porque en lugar de dialogar empiezan a interrumpirse o a repetir sus argumentos una y otra vez. Otra dificultad es la desconfianza. Si alguien siente que todo está en su contra, es muy difícil que se abra realmente. Ahí cuesta mucho provocar una conversación sincera, porque cualquier palabra puede sonar como un ataque. Y también está el miedo. A veces las partes no hablan por temor a exponerse, a que lo que digan sea usado en su contra, o simplemente porque no saben cómo expresar lo que sienten sin herir al otro. Creo que el reto es ayudarles a soltar esas barreras poco a poco. Crear un espacio donde sientan que pueden hablar sin ser juzgados, que lo que digan va a ser escuchado. Eso no se consigue de inmediato, lleva tiempo y mucha paciencia.
Creo que una de las mayores dificultades al provocar una conversación en mediación es que las personas suelen llegar con ganas de defender su postura y no de escuchar. A veces las emociones, como la rabia o la frustración, hacen que interrumpan o que hablen más de lo que escuchan. También pasa que se culpan mutuamente y eso corta el diálogo.
Pienso que el reto del mediador es lograr que esa conversación no se convierta en un debate, sino en un espacio donde ambos puedan expresarse y comprenderse, aunque no piensen igual.
Pienso que la idea en una mediación es mantener siempre una conversación desde el diálogo y con un tono de respeto que permita a las dos partes escucharse sin interrumpirse. Pero esto no siempre es posible, ya que precisamente se acude a la mediación porque existen desacuerdos y distintos puntos de vista que pueden provocar interrupciones, discusiones o enfrentamientos, y esa es la verdadera dificultad, el hecho de conseguir que la conversación no se descontrole y se mantenga de la manera más constructiva y respetuosa posible.
Creo que una de las principales dificultades para provocar una conversación en una mediación es que las partes llegan con mucha tensión y con la idea de "defender su posición". Muchas veces no quieren escuchar al otro, sino solo hablar de lo que sienten o de lo que piensan que está bien. Esto puede hacer que la conversación se convierta en una discusión o debate, en lugar de un diálogo donde las personas escuchan.
Otra dificultad es que a veces las personas interrumpen, alzan la voz o se cierran en sus ideas. En estos momentos es difícil conseguir que todos se expresen con respeto. Cuántas veces las personas discuten y alzan la voz entre ellas cuando sería suficiente escucharse. También puede suceder que haya desconfianza hacia el mediador o hacia el proceso, y esto frena la posibilidad de un intercambio sincero, las personas deben sentirse a gusto.
Por eso creo que el mayor desafío es crear un entorno seguro, donde la gente sienta que sus palabras son valoradas y escuchadas. Solo así las personas pueden abrirse al diálogo y darse cuenta de que no es necesario levantar la voz o prevalecer sobre la otra persona para resolver un conflicto. Es importante dejar claro que la conversación y el diálogo son el primer paso para hacer funcionar la mediación.
Creo que una de las dificultades a la hora de provocar una conversación en una mediación es que ambas partes vayan con la idea de "defenderse" antes que dialogar. A veces el conflicto genera que cada parte quiera tener la razón y se cierre a escuchar, haciendo que la conversación sea un enfrentamiento en vez de buscar un entendimiento mutuo. Creo que lo complicado no es únicamente hablar, sino que realmente se esté dispuesto a escuchar sin interrumpir ni juzgar. Además, algunas emociones como la desconfianza o el enfado pueden hacer que se bloquee el proceso. Por tanto, lo más complicado es la transformación de la confrontación en un verdadero diálogo que sirva a ambas partes como puente hacia el entendimiento.
Durante la mediación de cualquier conflicto además de aspectos positivos, también podemos encontrarnos con ciertas dificultades. Entre ellas estaría por ejemplo la confusión de dialogar para ganar ese conflicto en lugar de para llegar a comprenderlo, ya que en ocasiones las personas se enfocan mayormente en su visión y se muestran cerradas a cualquier otra perspectiva que pueda tener el problema, implicando esto falta de empatía hacia el otro. El objetivo de la mediación no es ganar una discusión, si no llegar a un acuerdo mutuo en el que ambas partes se encuentren satisfechas o al menos que no haya desequilibrio entre ellas. También puede haber en algunas ocasiones, resistencia a participar o incluso faltas de respeto o lenguaje ofensivo, por ello es importante marcar límites y el mediador debe siempre orientar el diálogo.
Otro obstáculo podría ser la falta de escucha activa, ya que no pretenden comprender Liu no responder a la otra persona. Otro factor podría ser también las emociones, ya que estas a veces pueden impedir que continúe la comunicación.
A la hora de provocar una conversación en un proceso de mediación, creo que una de las principales dificultades está en las emociones de las partes. Muchas veces llegan cargadas de tensión, enfado o desconfianza, lo que puede bloquear la escucha activa y favorecer la interrupción constante. Esto hace que, en lugar de diálogo, se genere discusión.
Otra dificultad importante es el lenguaje. No siempre las partes expresan con claridad sus intereses o necesidades, y pueden utilizar reproches o venganzas que hieren al otro, dificultando que se mantenga un espacio de conexión.
También puede surgir la falta de disposición a hablar. En ocasiones, una de las partes se cierra, bien por miedo, por desconfianza o por pensar que no será escuchada. Ahí la labor del mediador es más compleja, porque debe estimular la participación sin presionar.
En definitiva, creo que la mayor dificultad es lograr que la conversación se convierta en diálogo y no en una guerra. Recordar que no se trata de ganar, sino de comprender y encontrar una salida compartida.
Algunas dificultades que pienso que nos podemos encontrar a la hora de provocar una conversación en mediación es que, ambas partes se reprochen cosas y se pongan a la defensiva lo que puede provocar que la mediación se bloquee y no avance debido a que ninguna de las partes está poniendo interés en que se solucione el conflicto solo se preocupan por defenderse o atacarse mutuamente y no por resolver la cuestión que los ha llevado a mediación.
Otra dificultad que nos podemos encontrar es que alguna de las partes piense que el mediador no es objetivo, sino que toma partida por una de las dos partes, lo que puede provocar que la otra parte se niegue a hablar y no quiera continuar con el proceso de mediación.
Tras la lectura encuentro varias dificultades que aparecen al intentar provocar una conversación en una mediación, entre ellas:
Las interrupciones constantes, cuando no se respetan los turnos de palabra, se pierde le hilo de la conversación y se convierte en un enfrentamiento.
Desconfianza entre las partes, si no hay un mínimo de confianza mutuo, la conversación puede quedarse en lo superficial y no llegar a un verdadero diálogo.
Otra de ellas que encuentro es la falta de claridad en los roles, si el mediador no marca bien los tiempos, las reglas y la finalidad de la conversación, puede derivar en un "caos conversacional" en vez de un diálogo productivo. Y por último a mencionar la falta de escucha activa, la mayoría de veces las partes escuchan solo para responder y no para comprender. Esto bloquea la posibilidad de encontrar puntos comunes.
Comentario realizado por: Antonio Jesús Maraver Moreno
Después de leer la lectura, pienso que una de las principales dificultades a la hora de provocar una conversación en una mediación es que muchas veces las personas llegan muy cargadas emocionalmente y eso hace que sea más difícil escucharse de verdad. Cuando están enfadados o dolidos, lo normal es que se interrumpan, se centren solo en defender su postura o incluso se queden en silencio.
Otra dificultad que creo que puede aparecer es la falta de confianza, tanto hacia el mediador como hacia la otra persona. Si no creen en el proceso, es más fácil que hablen de manera mas cerrada y estricta y que no haya un diálogo real. También pienso que los prejuicios o la idea de que “el otro nunca va a cambiar” pueden cortar la conversación incluso antes de que empiece.
En conclusión, creo que las dificultades más comunes serían: las emociones intensas que bloquean la escucha, las interrupciones, la desconfianza y los juicios previos. Por esto el papel del mediador es tan importante, para ayudar a que poco a poco se cree un clima de seguridad y se vaya favoreciendo el diálogo auténtico.
Creo que una de las mayores dificultades al provocar una conversación en una mediación es que muchas veces las partes llegan más dispuestas a defenderse a sí mismas o a centrarse en su postura que a escuchar. Como dice el texto, se interrumpen y se pierde el diálogo y con ello el cuestionar que no siempre lo que opinamos es lo correcto o la única solución.
También influyen las emociones porque cuando alguien está muy dolido o enfadado cuesta que se dejen de juzgar. Es por eso, que conseguir que se mantenga el respeto no es siempre fácil o el tono o los gestos utilizados pueden generar más tensión todavía.
Para mí, lo complicado no es conseguir que hablen, sino precisamente lograr que esa conversación se convierta en un diálogo o discusión positiva y no en un cruce de reproches sin sentido.
Algunas dificultades que pueden surgir al provocar una conversación en mediación son que las partes se interrumpan constantemente, lo que impide un diálogo fluido, que se genere un debate combativo en lugar de una conversación constructiva, que la conversación derive en discusión negativa, con confrontación y sin apertura al entendimiento, la falta de escucha activa, ya que muchas veces las partes hablan más para defender su postura que para comprender al otro y la tendencia a juzgar o buscar culpables, lo que bloquea la posibilidad de llegar a acuerdos.
En resumen, el reto está en encauzar la conversación hacia un verdadero diálogo, donde prime la comprensión y la búsqueda conjunta de soluciones.
Creo que una de las principales dificultades para provocar una conversación en mediación es que las personas no siempre están dispuestas a hablar con calma. Muchas veces llegan con enfado, desconfianza o con la idea de que solo importa tener la razón, y eso hace difícil empezar un diálogo real.
También puede pasar que las partes confundan lo que es una conversación con una discusión o un debate. En lugar de escucharse, suelen interrumpirse, hablar al mismo tiempo o intentar convencer al otro a toda costa. Eso complica mucho el trabajo porque se pierde el objetivo de entenderse.
Otra dificultad es la falta de confianza. Si no creen en el proceso o en la figura del mediador, es normal que no quieran abrirse y contar lo que de verdad sienten o necesitan.
Además, hay que tener en cuenta que muchas personas tienen miedo a ceder o a cambiar de postura, porque piensan que eso significa perder. Esa rigidez frena mucho la conversación.
En resumen, creo que lo más complicado de iniciar una conversación en mediación es superar esas barreras emocionales, la confusión entre distintos estilos de comunicación y la falta de confianza. El reto está en guiar poco a poco para que la charla no sea una pelea, sino una oportunidad de acercamiento y posible acuerdo.
Desde mi punto de vista, una de las mayores dificultades a la hora de provocar una conversación en una mediación es que muchas veces las personas no escuchan de verdad, se interrumpen o están más preocupadas por defender su punto de vista que por entender al otro. También puede ser complicado superar la desconfianza o el miedo a mostrarse vulnerables, y a veces las emociones se desbordan, como la ira o la frustración, lo que hace que la conversación se tense y se aleje del objetivo de encontrar soluciones. Además, cada persona comunica de manera diferente, y eso puede generar malentendidos o bloqueos si no logramos crear un espacio seguro donde todos se sientan escuchados y respetados.
Provocar una conversación en una mediación es un arte que mezcla escucha, técnica y empatía. Es saber cuándo hablar, cuándo guardar silencio, y cómo crear un espacio donde cada persona se sienta reconocida como alguien que tiene una verdad. No la única, pero sí una que merece ser escuchada.
A veces, la mayor dificultad es el miedo a ser escuchado de verdad. Porque cuando uno habla desde el dolor, desde la frustración o desde la decepción, teme que lo que diga no sea comprendido, o peor, que sea juzgado. Y ahí es donde el mediador tiene que estar presente, no solo con técnicas, sino con presencia emocional, con una mirada que diga: “Aquí puedes hablar sin miedo”.
Cabe destacar, que la mediación no es un campo libre de reglas. Está protegida por principios recogidos legislativamente como la confidencialidad, la imparcialidad o la igualdad de las partes. Y aquí entra la segunda dificultad: a veces las personas no confían en este marco jurídico, pues creen que si hablan pueden perder algo. Por ello, es clave hacer sentir a las partes que el proceso es seguro y que no hay trampas ni imposiciones, solo un camino hacia un acuerdo que ellas mismas construirán.
Otro problema que puede surgir es la “inercia” del conflicto. Las personas pueden llegar con discursos ensayados, o con ganas de atacar, y romper ese patrón requiere dinamismo. Aunque a veces basta con una frase como: “¿Qué crees que necesita escuchar la otra parte para poder avanzar?” Y ahí, algo se desbloquea.
En un ambiente de mediación donde se respira tensión, no siempre es fácil provocar el inicio de una conversación. En estos momentos, las emociones son muy intensas y están a flor de piel; ademas de que, posiblemente, las partes involucradas no vayan a dar su brazo a torcer fácilmente.
Para mi, lo más complicado en este tipo de situaciones es que no se falten el respeto y se mantengan en silencio mientras la otra persona expone su punto de vista del problema. Esto va muy ligado a la resistencia que ponen las partes a la hora de dialogar como personas civilizadas. Se comportan mal durante la mediación y no les importan los medios que tengan que utilizar para ganar la discusión. Sus posiciones son rígidas y no tienen intención real de arreglar el conflicto que les ha llevado a mediación, o al menos eso parece.
El objetivo del mediador es fomentar el diálogo, ya que permite la escucha activa, formular preguntas eficaces y explorar distintas vías de solución.
Sin embargo, provocar una verdadera conversación durante la mediación puede ser complicado y aparecen diversas dificultades: la falta de disposición a dialogar, la confusión entre diálogo y debate, la presencia de emociones, el uso de lenguaje agresivo, la desconfianza hacia el proceso, los desequilibrios de poder. Superar estas dificultades requiere crear un ambiente seguro y empático, establecer reglas de comunicación, reconocer las emociones, fomentar un lenguaje respetuoso y equilibrar la participación de las partes.
Provocar una conversación en mediación implica mucho más que hacer hablar; requiere crear un espacio de respeto, confianza y escucha, donde el diálogo sustituya al enfrentamiento.
Desde mi punto de vista, una de las mayores dificultades para provocar una conversación en una mediación es superar las emociones iniciales: ya que muchas veces las partes llegan con mucho enfado, desconfianza, frustación o tristeza, o ganas de imponerse más que de dialogar. Incluso puede ocurrir que el tema que se tenga que hablar en la mediación sea algo traumático o que les genere mucho rechazo provocando que no se tenga la mejor actitud frente al diálogo. También influye mucho la asimetría comunicativa, cuando una parte habla demasiado y la otra casi no se expresa y por mucho que queramos, no somos capaces de conseguir el equilibrio en las veces que uno u otro interviene. Además, tal y como hemos podido ver y experimentar en algún momento, existe el riesgo de confundir conversación con discusión, inclusive de comenzar la mediación como un dialogo y acabar en una confrontación entre las personas, lo que puede bloquear el entendimiento. Por tanto, el reto del mediador es transformar esa tensión en un diálogo real, donde ambas voces sean escuchadas y se abra espacio a soluciones posibles, creando un espacio donde las personas estén cómodas y seguras, pudiendo llegar a una negociación sin riesgo de que en algún momento se pueda desviar la conversación y pasar a una discusión.
Una de las principales dificultades a la hora de provocar una conversación en una mediación es que las partes suelen llegar con una actitud defensiva, cargadas de emociones intensas como la ira, la frustración o la desconfianza. Esto puede hacer que, en lugar de abrirse al diálogo, caigan fácilmente en la discusión o incluso en un debate, donde lo importante es “ganar” en lugar de comprender.
Otra dificultad es que muchas veces las personas interrumpen constantemente para reafirmar su postura, lo que impide una escucha activa y bloquea el verdadero sentido del diálogo. También puede aparecer la resistencia a dejar de juzgar al otro, lo que dificulta que se construya un espacio de confianza.
Además, no siempre resulta sencillo hacer que las partes distingan entre expresar sus intereses y necesidades, frente a solo defender posiciones. En ocasiones, se aferran a sus argumentos como verdades absolutas y cuesta conducir la conversación hacia un terreno de apertura, empatía y búsqueda de soluciones.
Por todo esto, el reto del mediador no es únicamente iniciar la conversación, sino guiarla para que se transforme en un auténtico diálogo. Eso implica saber preguntar con cuidado, manejar los silencios, legitimar lo que cada parte expresa y, sobre todo, generar un clima donde las personas se sientan escuchadas sin miedo a ser juzgadas. Solo así es posible que la conversación se convierta en una herramienta constructiva para alcanzar acuerdos.
A la hora de mantener una mediación entre las partes el rol del mediador es crucial. Una de las principales dificultades que se puede encontrar en dicha mediación es el intentar mantener una conversación ágil junto a las partes. Al existir un conflicto emocional entre los solicitantes dentro de ese diálogo pueden surgir interrupciones constantes, dificultando así su fluidez. Cabe la posibilidad de que aparezcan sentimientos como la inseguridad, miedo, falta de confianza, siendo muy complicado la apertura de un espacio de diálogo y que exista una escucha activa para poder llegar a una solución.
A la hora de provocar una conversación a la hora de una mediación se pueden encontrar diversas dificultades.
En primer lugar el que ambas partes no estén dispuestas a llegar a un punto medio o ceder, algo determinante para conseguir llegar a una solución. Otra dificultad es la disposición al conflicto o discusiones de los protagonistas, cruzando así los límites del respeto. Por último, algo que podría dificultar el inicio de la conversación es la desconfianza o ideas preconcebidas erróneas sobre la mediación, lo que puede dar lugar a una falta de compromiso o seriedad a la hora de la conversar.
Cuando intentas empezar una conversación en una mediación pueden aparecer varios obstáculos. A veces la gente no quiere hablar o contesta con lo mínimo. Otras veces las emociones fuertes, como el enfado o la tristeza, hacen que sea difícil comunicarse. También puede pasar que no confíen en el mediador o en el proceso y no se tomen en serio la mediación. Si una de las partes se siente con más poder, intentará imponer su punto de vista. Además, puede haber problemas de comunicación por diferencias de forma de expresarse o por miedo a que lo que digan tenga consecuencias fuera de la mediación. Y, por último, muchas personas llegan con la idea de que el mediador tiene que resolverlo todo, en vez de participar de verdad en la conversación.
Creo que lo más difícil de provocar una conversación en una mediación es que muchas veces las partes no quieren dialogar, sino discutir o “ganar” con sus argumentos. Eso hace que se interrumpan, se juzguen y no se escuchen de verdad.
También cuesta que dejen a un lado los prejuicios o las emociones negativas, porque esas barreras impiden que el diálogo fluya.
En resumen, la dificultad está en pasar de una pelea de posturas a una conversación sincera, donde se pueda escuchar y construir juntos una solución.
Provocar una conversación en el contexto de una mediación no es algo sencillo. Existen inconvenientes que pueden surgir, sobretodo en los primeros momentos del encuentro. Uno de los más comunes es el clima emocional, es decir, la tensión de ambas partes , cosa que dificulta la apertura hacia la otra persona. Además, muchas veces la comunicación entre las partes puede ser un caos, dando lugar a interrupciones constantes.Otro problema frecuente es la postura inamovible de las partes, en otras palabras, cuando los participantes están aferrados a su versión de los hechos y no están dispuestos a escuchar otra postura u otra opinión.
También puede ocurrir que las partes tenga una visión errónea acerca del rol del mediador, esperando que actúe como juez o que imponga soluciones. Sin embargo, el papel del mediador no es mas que el de facilitar el diálogo, no dirigirlo.
En definitiva, provocar una conversación real en mediación implica enfrentar posturas emocionales, comunicativas y cognitivas.
Provocar una conversación en el contexto de una mediación no es algo sencillo. Existen inconvenientes que pueden surgir, sobretodo en los primeros momentos del encuentro. Uno de los más comunes es el clima emocional, es decir, la tensión de ambas partes , cosa que dificulta la apertura hacia la otra persona. Además, muchas veces la comunicación entre las partes puede ser un caos, dando lugar a interrupciones constantes.Otro problema frecuente es la postura inamovible de las partes, en otras palabras, cuando los participantes están aferrados a su versión de los hechos y no están dispuestos a escuchar otra postura u otra opinión.
También puede ocurrir que las partes tenga una visión errónea acerca del rol del mediador, esperando que actúe como juez o que imponga soluciones. Sin embargo, el papel del mediador no es mas que el de facilitar el diálogo, no dirigirlo.
En definitiva, provocar una conversación real en mediación implica enfrentar posturas emocionales, comunicativas y cognitivas.
Para empezar, es cierto que en el momento de la provocación de una conversación podemos encontrar varias dificultades. Por ejemplo, una falta de confianza sería un obstáculo, ya que si las personas no confían ni entre ellas ni en el mediador, es complicado que hablen con tranquilidad. Además, puede suceder que el espacio o el entorno no sean de ayuda, o que haya excesiva hostilidad.
Otro problema es cuando las personas están muy cerradas en sus ideas y solo quieren mantener sus demandas iniciales sin intentar empatizar con las opiniones del otro, por lo tanto puede bloquear el diálogo. Asimismo, el agotamiento emocional también es un factor importante debido a que la discusión desgasta emocionalmente y puede llevar a las partes a no querer dialogar.
Por último, si el mediador no es capaz de establecer un ambiente seguro, no escucha adecuadamente o se expresa con términos difíciles, la conversación se vuelve más complicada.
Desde mi punto de vista, una de las mayores dificultades a la hora de provocar una conversación en una mediación es que muchas veces las partes llegan con una actitud defensiva, interrumpiéndose o intentando “ganar” la discusión, en lugar de abrirse al diálogo. También puede resultar complicado que dejen de lado los juicios, los prejuicios o la búsqueda de culpables, lo que frena la posibilidad de escucharse de verdad.
Sin embargo, creo que ahí radica precisamente el valor de la conversación: cuando conseguimos transformar esa confrontación en un diálogo más abierto, se genera un espacio de confianza y respeto mutuo. Esto permite que las personas dejen de verse como rivales y empiecen a enfocarse en el problema, explorando soluciones juntos.
En conclusión, aunque iniciar y sostener una conversación equilibrada en mediación no es sencillo, pienso que es la herramienta más poderosa que tenemos, porque es la que abre la puerta al entendimiento y hace posible llegar a acuerdos reales.
A la hora de conversar en una mediación, nos podemos encontrar con varias dificultades. Como bien se ha dicho en el texto, en una buena conversación hace falta escucha activa y dejar a un lado el juicio y la búsqueda de culpables, sin embargo, esto puede fallar.
Las personas pueden no escucharse entre ellas, ya que están demasiado centradas en su parte de la historia y en como defender su postura haciendo que la buena comunicación sea casi imposible.
Otra dificultad que nos encontramos a la hora de provocar una conversación puede ser las emociones. El hecho de que las personas no estén mentalmente preparadas para tener una conversación acerca de un tema específico y se dejen llevar por la tristeza, miedo o ira dificultando así la comunicación.
Por último, la falta de confianza en el mediador también puede influir, ya que las personas implicadas pueden no estar cómodas hablando de ciertos temas.
A mi parecer una de las principales dificultades que se pueden encontrar en el momento de mantener una conversación durante la mediación, es saber cómo manejar las emociones de las personas enfrentadas. Cuando hay conflicto, las personas tienden a estar a la defensiva, tomarse todo como un ataque, además de estar muy centradas en su propio punto de vista y negarse a escuchar a la otra parte, por lo que dificulta abrirse al diálogo.
En cierta manera resulta complicado mantener la neutralidad y crear un clima de confianza para que ambas partes se sientan cómodas y que puedan expresarse sin sentirse juzgadas. El mediador por su parte requiere de ciertas habilidades como pudimos comentar en la clase anterior, de mucha empatía, escucha activa y capacidad de entender el lenguaje no verbal, algo que es fundamental en el proceso de mediación.
Sería conveniente aprender a fomentar un dialogo basado en la compresión y no desde la confrontación y la falta de respeto. Aunque de cierta manera, una conversación efectiva implica mucho más que hablar, es ayudar a que las personas aprendan a escucharse de verdad y puedan transformar el conflicto en una forma de entendimiento entre ambas partes.
Una de las principales dificultades que pueden surgir en una conversación durante una mediación es la resistencia inicial de las partes a comunicarse de manera abierta, sincera y respetuosa. Muchas veces, los participantes llegan cargados de emociones negativas como el enfado o la frustración, lo que dificulta muchas veces que estén dispuestos a escuchar o a expresar sus ideas sin juzgar. Es aquí donde, el mediador debe crear un ambiente de confianza y respeto, consiguiendo que ambas partes se sientan seguras para hablar sin miedo a ser atacadas o invalidadas.
Otra dificultad frecuente es la confusión entre conversación, debate y discusión. Tal como plantea la lectura, muchas veces las partes creen estar dialogando cuando en realidad están debatiendo o discutiendo, es decir, en vez de escucharse mutuamente e intentar llegar a un acuerdo, lo que hacen es imponer su punto de vista y ganar la razón. En estos casos, el mediador debe intervenir con preguntas adecuadas y técnicas de comunicación asertiva para reconducir el debate o discusión hacia un verdadero diálogo, en el que la escucha activa y la empatía estén presentes. Este paso puede resultar complicado ya que el mediador debe lograr que las personas se comuniquen entre ellas de una manera diferente a la que están acostumbradas.
Por último, otro reto importante es mantener la coherencia entre la palabra y la acción dentro del proceso de mediación. Es decir, lograr que las partes no solo digan que quieren resolver el conflicto, sino que también actúen en consecuencia, escuchando, respetando turnos de palabra y mostrando interés por encontrar acuerdos. Fomentar esta coherencia requiere mucha paciencia, habilidades comunicativas y una profunda comprensión de las dinámicas emocionales del conflicto. Sí el mediador consigue todo esto, podrá llevar la conversación a un espacio de encuentro y crecimiento mutuo capaz de transformar una situación de enfrentamiento a una colaboración entre dos personas.
Provocar una conversación en el ámbito de la mediación puede tener una serie de dificultades puesto que puede haber resistencia por ambas partes o por una de ellas y puede hacer que se estanque el conflicto, ya sea por desconfianza o enfado y se nieguen a dialogar. Por otra parte, el mediador tiene que lidiar con las múltiples interrupciones que haya o que no se escuchen y se pisen la palabra unos a otros, por no hablar de que pueda haber un desequilibrio de poder y uno de los clientes adquiera el rol de dominante y no tengan igualdad de condiciones en la conversación.
Por lo que me parece muy importante que el mediador sepa bien cual es su papel y lo ejerza para lograr que esa conversación se produzca.
Después de leer el post, creo que una de las mayores dificultades al provocar una conversación en una mediación es romper la barrera emocional que traen las personas. A menudo llegan con desconfianza o con ese escudo que todo el mundo lleva de defensa, y eso convierte el diálogo en una discusión o en un debate. El reto está en transformar ese intercambio en un verdadero diálogo, donde no se busca ganar, sino tan solo comprender.
También es complicado mantener la neutralidad y la escucha, especialmente cuando las emociones dominan la conversación. Sin embargo, como bien señala el texto, solo cuando logramos que las partes se escuchen sin juzgar, aparece la posibilidad de construir acuerdos reales. En definitiva, dialogar es mucho más que hablar, es crear un espacio de encuentro donde la palabra se convierte en puente y no en barrera.
Después de leer el post, creo que una de las mayores dificultades al provocar una conversación en una mediación es romper la barrera emocional que traen las personas. A menudo llegan con desconfianza o con ese escudo que todo el mundo lleva de defensa, y eso convierte el diálogo en una discusión o en un debate. El reto está en transformar ese intercambio en un verdadero diálogo, donde no se busca ganar, sino tan solo comprender.
También es complicado mantener la neutralidad y la escucha, especialmente cuando las emociones dominan la conversación. Sin embargo, como bien señala el texto, solo cuando logramos que las partes se escuchen sin juzgar, aparece la posibilidad de construir acuerdos reales. En definitiva, dialogar es mucho más que hablar, es crear un espacio de encuentro donde la palabra se convierte en puente y no en barrera.
Al estar escribiendo este comentario algo tarde, repito un poco lo que ya comentan mis compañeros. Cuando pienso en una situación en la que se busca y se necesita mediar, es porque ambas partes no consiguen alcanzar ese diálogo que permite conectar y llegar a conseguir lo que sea que se busca con ello. Creo que se sabe que has alcanzado el punto del diálogo en el momento en el que las partes implicadas "se rebajan", comienzan y aprenden a conversar entre ellas y buscan soluciones de manera conjunta. Vaya, es el objetivo de la profesión en sí mismo: facilitar que esto ocurra, en mi opinión. ¿Es difícil? Por supuesto, por lo que mencionan mis compañeros; suelen ser partes que llegan con mucha carga emocional, mucho enfado normalmente, lo que facilita que se genere más una discusión o conflicto que una conversación desde la escucha activa, los no juicios, la empatía, etc, lo cual es clave a la hora de dialogar.
Creo que una de las mayores dificultades a la hora de provocar una conversación en una mediación es que, en muchas ocasiones, las partes no llegan dispuestas a dialogar, sino más bien a debatir o a discutir. Esto hace que se interrumpan, que intenten defender sus posturas sin escuchar al otro o incluso que traten de “ganar” la conversación.
Pienso que el papel del mediador es ayudar a reconducir ese intercambio para que se transforme en un verdadero diálogo, donde prime la escucha activa, la comprensión y el respeto. No es sencillo, porque hay emociones fuertes y muchas veces desconfianza, pero creo que cuando se consigue crear un ambiente de confianza y seguridad, poco a poco aparece la posibilidad de conversar de verdad.
En ese punto, la conversación deja de ser un cruce de argumentos y se convierte en un espacio para entender al otro y buscar juntos una salida al conflicto.
Una dificultad importante en la mediación, es que puede resultar complicado distinguir entre una conversación constructiva y una discusión o debate. Según la lectura, no toda interacción verbal es diálogo, el debate o la discusión suele centrarse en defender posturas, mientras que el diálogo busca entender el otro punto de vista y llegar a un acuerdo mutuo. En la práctica, esto implica que el mediador deba guiar con cuidado la conversación, reformulando preguntas o interviniendo para evitar interrupciones y juicios. Además el mediador tiene que promover una comunicación empática, donde cada parte se sienta reconocida y comprendida, esta parte es esencial para avanzar hacia acuerdos reales.
Otra dificultad aparece cuando se intenta conseguir una conversación durante una mediación, ya que las partes involucradas suelen empezar con posiciones muy marcadas y opuestas además de con poca disposición a escuchar. Muchas veces, cada persona solo busca ser escuchada sin realmente querer escuchar al otro. Es aquí cuando, el mediador debe actuar como facilitador del diálogo, creando un ambiente de respeto donde se priorice la comprensión mutua por encima del deseo de tener la razón. Conseguir que ambas partes pasen de no querer dialogar a la escucha activa es uno de los retos más grandes en el proceso de mediación.
Finalmente, mantener el equilibrio entre la palabra y la acción también representa un desafío. No basta con que las partes digan que quieren resolver el conflicto, es necesario que sus actitudes reflejen esa intención. Lograr este equilibrio requiere tiempo y una gestión emocional adecuada. Por ello, el mediador debe fomentar una cultura de diálogo donde prevalezca la colaboración, el respeto y la voluntad de construir soluciones conjuntas. Solo así la conversación se convierte en una verdadera herramienta de cambio y reconciliación.
Considero que unas de las posibles dificultades que podemos encontrarnos en una mediación podría estar relacionado con las interrupciones constantes, a consecuencia de la fuerte imposición que pueden llegar a presentar ambas partes. Creo que esto puede llegar a dificultar tanto la conversación como el clima dónde se está trabajando, además de la carga emocional, el miedo a exponerse o un desequilibrio de poder.
Pienso que si no se percibe el espacio como seguro, las personas pueden mostrarse cerradas, dar respuestas escuetas o evitar hablar de algún tipo de situaciones algo más delicadas. Esto puede estar ocasionado por el miedo a ser juzgado o simplemente la posibilidad de ser malinterpretado, lo que aveces puede dar lugar a no contar las cosas desde la sinceridad.
Pienso que la principal dificultad es conseguir que ambas partes pasen de la discusión al diálogo ya que muchas personas pueden llegar con posturas defensivas, dificultando la escucha activa. Para la consecución de esto hay que generar confianza y respeto, algo complejo pero esencial para la mediación.
Uno de los principales problemas al intentar iniciar una conversación en un proceso de mediación es que las partes involucradas pueden no tener ningún interés real en participar. Esto puede deberse a diversos factores, como la falta de confianza en el proceso, el rechazo hacia la otra parte o simplemente una actitud de indiferencia. En estos casos, generar un diálogo se vuelve especialmente complicado, ya que no existe una voluntad inicial de colaborar ni de buscar una solución conjunta.
Otro obstáculo frecuente es la incomodidad emocional que sienten las personas al inicio de la mediación. Es común que las partes estén tensas, nerviosas o incluso a la defensiva, lo cual dificulta que se expresen abiertamente sobre lo que les está ocurriendo. Esta barrera emocional puede impedir que se establezca una comunicación fluida desde el comienzo.
Además, puede haber problemas de comunicación entre las partes, ya sea por diferencias culturales, de lenguaje, o por estilos comunicativos distintos. Esto puede generar malentendidos o aumentar la tensión en lugar de facilitar el diálogo. A veces también existe un desequilibrio de poder, donde una de las partes se siente intimidada o menos capaz de expresar su punto de vista, lo que afecta negativamente el desarrollo de la conversación.
El comienzo, suele ser siempre uno de los mayores obstaculos que suele tener la mayoría de la gente que decide comenzar cualquier actividad, la conversación, es una de ellas. Teniendo en cuenta que ambas partes vienen con una problematica de base, es muy dificil tratar de encontrar un "truco" para que se pueda comenzar una conversación adecuada, al ser tan distintos entre nosotros, cada uno de los casos pese a tener ciertos puntos en común, son totalmente distintos, hay casos como personas en el mundo.
Tratar de comprender cual es la problematica de ambas partes para lograr un clima de trabajo apropiado es sin duda algo complejo, la falta de entendimiento de alguna parte que no está dispuesta a ceder, porque piensa que es injusto para él que no se esté de acuerdo con su punto de vista, el miedo a que la otra persona se "salga con la suya" que puede estar vigente desde la primera sesión hasta la última, o incluso una posible barrera cultural o generacional que acompañan a muchas personas y les hace casi imposible comprender otra situación que no sea la que ellos han vivido es sin duda uno de las mayores problematicas a la hora de iniciar una conversación indicada.
Sin embargo, manteniendo lo dicho anteriormente, lo más complicado es tratar de comprender su historia, más que la propia problematica es intentar entenderlos para saber porque han llegado a tal punto de conflicto y tratar de hacerse ver que ambos pueden lograr un beneficio mútuo aunque no sea el que estaba pensado en un inicio para ambos. Sin dudas es algo complicado con lo que tratar, pero a la vez hace que cada caso sea más bonito de tratar y de llegar a lograr ayudar a ambos integrantes.
Yo creo que lo más difícil al intentar provocar una conversación en una mediación es que las partes suelen llegar con actitud negativa. A veces no quieren escucharse , se reprochan cosas y terminan discutiendo, cada uno intentando tener la razón. También pasa que no hay confianza: si sienten que la otra persona no es sincera o que el mediador está más de un lado que de otro, cuesta que se abran a hablar. Al final, lo complicado es conseguir que dejen de juzgarse mutuamente. Cuando se consigue ese cambio y ya no se pelean, es cuando la mediación empieza a funcionar de verdad.
La mediación presenta una desventaja clara, la necesidad de que ambas partes requieren intervenir e interaccionar para solventar un conflicto; el hecho de que no se intervenga a través de lo penal conlleva que no haya ningún tipo de obligación para solucionar el problema. Es precisamente aquí donde el papel del mediador se vuelve esencial y donde verdaderamente puede mostrar sus habilidades logrando que se fomente el diálogo y surja una conversación.
Además, otra posible dificultad que se puede encontrar el profesional de la mediación es la obligación de mantenerse imparcial o neutral. Si el mediador se deja guiar por la experiencia, los prejuicios o la ideología entre otros factores, es posible que acabe posicionándose a favor de alguna de las partes, lo que puede desembocar en el descontento de la parte contraria e imposibilitar un diálogo fructífero. Por ello, es tan importante que el mediador quede ajeno a la problemática, no tome un papel activo en la resolución y simplemente actúe como guía.
Provocar una conversación durante una mediación puede resultar complejo, ya que implica restablecer la comunicación entre partes que, en muchos casos, llegan con emociones intensas y desconfianza. Una de las principales dificultades es la falta de confianza y la resistencia a escuchar, lo que impide un diálogo sincero. También es frecuente que surjan interrupciones, lenguaje agresivo o desequilibrios de poder, donde una de las partes domina la conversación. Además, las emociones no gestionadas —como el enojo o la frustración— bloquean la capacidad de razonar y cooperar. Otro obstáculo es la tendencia a centrarse en las posiciones (“quiero esto”) en lugar de los intereses reales (“necesito esto”), lo que limita la búsqueda de soluciones.
El papel del mediador consiste en crear un espacio seguro, neutral y respetuoso, donde se promueva la escucha activa, el uso de un lenguaje constructivo y la validación emocional de todos los participantes. A través de preguntas abiertas y reformulaciones, el mediador ayuda a transformar la queja en propuesta y el enfrentamiento en diálogo. En definitiva, fomentar la conversación en la mediación requiere equilibrio, empatía y habilidades comunicativas para que las partes pasen del conflicto a la cooperación y puedan construir acuerdos sostenibles.
Yo creo que una de las mayores dificultades puede ser que la otra persona no quiera hablar o esté a la defensiva. También puede pasar que haya tensión o nervios, y eso haga que sea difícil empezar la conversación. Puede darse el caso que no sepas bien cómo romper el hielo o que decir para que las personas confíen y se abran. En general, pienso que lo más complicado es encontrar la manera de que todos se sientan cómodos para poder hablar sin discutir.
En mi opinión una de las mayores dificultades que pueden surgir durante una mediación se trata de la pérdida del control de las emociones por parte de los implicados. En muchas ocasiones los temas tratados en la mediación pueden ser personales, situaciones que han generado mucho dolor, enfado o frustración. Esto puede llegar a dificultar el diálogo, ocasionando que los involucrados se centren más en defender sus posturas que en buscar una solución que pueda contentar a ambos lados.
A esto se suma que en el contexto de la mediación es usual que los afectados tengan prejuicios hacia el otro bando, ideas preestablecidas que no están dispuestos a romper a favor del otro, impidiendo así que puedan comprender la perspectiva de la otra parte.
Por situaciones como estas el papel del mediador resulta de gran utilidad, pudiendo ayudar a ambos bandos a gestionar sus emociones y crear un ambiente seguro donde los implicados puedan expresarse con libertad, invitándoles a entablar una conversación en la que realmente se escuchen los unos a los otros.
Como bien se ha comentado, “los mediadores debemos ser un experto en la comunicación” y para ello debemos saber delimitar el significado que tienen los diferentes conceptos proporcionados en este blog, los cuales son: diálogo, debate, discusión y conversación.
Como base fundamental, considero que tanto el debate como la discusión, son conceptos poco favorables y con más énfasis cuando se trata de una mediación, puesto que, aplicado en casos reales, ninguna de las partes llegará a un acuerdo y menos aún a una conexión compartida (que es una de las finalidades en esta profesión).
Sin embargo, con el diálogo y la conversación, se pueden alcanzar mediaciones a través de la empatía, el respeto y la responsabilidad mutua. Tal y como hace alusión, la “teoría de la ética del cuidado de Adela Cortina”, la cual enfatiza la responsabilidad y el compromiso hacia los demás, para construir un mundo más humano y sensible a las necesidades básicas de las personas, en un plano que se dirige hacia “más allá” de lo meramente legal.
En respuesta a la pregunta planteada: “¿qué dificultades crees que te puedes encontrar a la hora de provocar una conversación a la hora de una mediación?”. Se puede encontrar varias dificultades, las cuales son:
• Barreras emocionales: esta dificultad se puede encontrar en personas que guardan un gran resentimiento, hacia la otra parte (o incluso pueden compartir ese mismo sentimiento), lo que provoca un eterno debate. Debido a ello, resultará prácticamente imposible provocar una conversación a la hora de una mediación.
• Desequilibrios de poder: cuando nos encontramos un caso por el que se observa un claro desequilibrio de poder. ¿Cómo podemos como mediadores igualar ese desequilibrio?, este problema resulta muy complicado de solucionar, puesto que en su mayoría se respaldan bajo el poder de la ley. Para ello, los mediadores deben de provocar una conversación centrada en la gestión equitativa y voluntaria para que el proceso sea lo más justo y neutro posible.
• Diferencias culturales o generacionales: tal y como hemos visto en el vídeo/caso práctico, cada parte sobrellevaba el duelo de una forma diferente y esa brecha ocasionada por las diferencias generacionales provocaba una fuerte discrepancia y malentendidos. Como mediadores, puede resultar un reto provocar una conversación para que las dos partes entiendan las posturas de cada una.
• Falta de confianza inicial: esta es una de las dificultades a las que se puede enfrentar un mediador: ¿Cómo puedo generar confianza?, sin quererlo, muchas veces se hacen juicios rápidos y se etiqueta/cataloga a la persona bajo unos prejuicios ocasionados por una experiencia previa. Por ello, es muy difícil generar confianza y a su vez un buen rapport, según qué casos, y por ello la mediación puede no funcionar.
• Presiones externas: esta dificultad se presenta cuando las personas afectadas deben de resolver sus desavenencias en un corto periodo de tiempo, en muchos casos debido a la presencia de menores involucrados, por lo que pueden llegar a un acuerdo inestable sin explorar necesidades subyacentes y nosotros como mediadores ¿cómo debemos de actuar antes estos casos?, si les proponemos que necesitan más tiempo, pueden que abandonen la sesión y si le notificamos el acuerdo al que van a llegar, puede que no sean conscientes de lo que han acordado.
Bajo mi criterio, creo que ante esta problemática es cuando aparece la figura del buen mediador, por el que a través de la conversación es capaz de solventar y lograr alcanzar un acuerdo ideal en la mayoría de los casos.
Una dificultad que creo que es bastante frecuente es la tendencia a querer tener razón. Muchas veces las partes escuchan solo para responder, no para comprender. Y ahí es donde el diálogo se transforma en debate o discusión. Creo que una gran habilidad sería ser capaz de formular preguntas que inviten a la reflexión más que a la defensa.
También me parece importante reconocer que las emociones juegan un papel enorme. Si una de las partes está muy dolida o enfadada, es muy difícil que escuche de verdad. En esos casos, el mediador tiene que acompañar, contener y ayudar a poner palabras a lo que se siente, porque solo desde ahí puede comenzar una conversación acertada y eficaz.
Por último, pienso que a veces se subestima el poder del lenguaje. No solo las palabras que elegimos, sino también el tono, los silencios, las miradas… Todo comunica como bien hemos estado viendo en las clases.
En definitiva, provocar una conversación en mediación pienso que no es simplemente hacer que la gente hable. Es ayudar a que se escuchen, se comprendan y puedan reconocerse mutuamente. Y cuando eso ocurre, aunque el conflicto no desaparezca del todo, creo que sí cambia su forma, dejando de ser una barrera y empezando a ser una oportunidad para construir algo nuevo.
Desde mi punto de vista, conseguir que una conversación sea fluida en una mediación y resolución de conflictos puede ser complicado. En ocasiones, las personas acuden a estos métodos cuando no son capaces de resolver el problema y esto conlleva que la carga emocional así como la frustración sea alta. Las partes están cansadas de buscar una solución e intentan de forma directa o indirecta imponer sus puntos de vista sin ser capaces de escuchar de forma activa a la otra persona. Por ello, es importante el papel del mediador, generando un espacio tranquilo y respetuoso donde ambas partes puedan expresarse de forma respetuosa y sin miedo a ser juzgados. Cuando somos capaces de llegar a este punto, aparece el papel del diálogo y con ello la posibilidad de encontrar soluciones y acuerdos efectivos para ambas partes.
A la hora de provocar una conversación en una mediación, una de las principales dificultades que puedo encontrar es diferenciar entre una conversación, un debate o una discusión. Muchas veces, cuando las partes comienzan a hablar, tienden a interrumpirse o defender sus posturas, lo que puede llevar la comunicación hacia el enfrentamiento en lugar del diálogo.
Otra dificultad importante es lograr que las partes dejen de lado el juicio y la búsqueda de culpables, ya que esto impide la escucha activa y la comprensión de los distintos puntos de vista. Además, puede resultar complicado generar un ambiente de confianza y apertura, donde las personas se sientan seguras para expresar sus necesidades y emociones sin temor a ser descalificadas.
También puede ser difícil formular las preguntas adecuadas para que la conversación fluya hacia el entendimiento y no hacia la confrontación. En definitiva, el reto principal está en fomentar una cultura del diálogo, donde las partes pasen de querer “ganar” la discusión a buscar una conexión compartida y la construcción conjunta de soluciones.
La verdad es que al leer este blog lo primero que pensé es que provocar una conversación en una mediación no debe ser nada fácil. Muchas veces la gente llega con la cabeza llena de reproches, con el “chip” de tener la razón y no tanto con ganas de escuchar. Y claro, si cada uno está en modo defensa, lo normal es que cueste un montón arrancar una conversación que sea mínimamente tranquila.
Otra cosa que veo complicada es que haya confianza. Si una de las partes no cree en la mediación o piensa que el otro no va a cambiar nada, entonces hablar se vuelve casi imposible, porque sienten que no vale la pena. Y encima, cuando las emociones están muy a flor de piel, cualquier palabra suena como un ataque y se vuelve a encender la chispa.
También pasa que a veces se habla con frases muy duras, como “siempre haces esto” o “nunca me entiendes”, y eso corta la comunicación en seco. En esos momentos creo que el papel del mediador es súper importante: calmar los ánimos, reconducir la forma de expresarse y dar un espacio seguro para que puedan soltar lo que sienten sin miedo.
Aunque cueste, me parece que lo bonito de la mediación es justo eso, cuando poco a poco consigues que la gente deje de discutir para empezar a conversar. No significa que estén de acuerdo en todo, pero al menos se escuchan de otra manera y eso ya es un paso gigante.
Una de las mayores dificultades en una mediación es lograr que las personas se animen a conversar de verdad. Muchas veces llegan con desconfianza, pensando que el otro no va a cambiar o que el mediador tomará una decisión. Otras veces están tan enfadadas o dolidas que solo quieren soltar su versión sin escuchar la del otro. También influye el hecho de que cada uno quiera tener la razón, lo que convierte la conversación en una especie de debate en el que nadie escucha ni cede. Además, hay personas a las que simplemente les cuesta comunicarse sin atacar, interrumpir o defenderse. Todo esto hace que el mediador tenga que trabajar mucho para crear un ambiente tranquilo y seguro, donde las partes se sientan respetadas y comprendidas. Solo así se puede pasar de la tensión al diálogo y abrir la puerta a una posible solución.
Tras leer este texto, desde mi punto de vista, una de las mayores dificultades a la hora de comenzar la conversación en una mediación es conseguir que las partes dialoguen dejando a un lado la discusión o debate. La mayoría de las veces llegan con la idea de defender su postura o demostrar que tienen razón, impidiendo la escucha activa y la explicación de la verdad del otro. Se deja a un lado la parte contraria y se pone en juego los propios sentimientos.
Es comprensible que, en estas situaciones, es complicado manejar las emociones, como el enfado o la desconfianza, bloqueando la comunicación. Además, siempre va a existir diferencias personales entre las partes, personas más tranquilas y otras más hostiles, no siempre es fácil que ambas partes participen por igual, puede ocurrir que uno quiera participar de más y que piense que su argumento sea más válidos que cualquier otro, y sin embargo, la otra apenas se atreva a contradecir o simplemente a participar.
En conclusión, pienso que lo más importante aquí es crear un clima de confianza, que el espacio invite a la calma, cuidar la forma en la que se habla, y fundamentalmente, fomentar la escucha activa. Aunque pueda parecer algo simple, es precisamente así como la conversación adquiere sentido, cuando se transforma en un espacio común de construcción y no en un campo de batalla de ideas.
Pienso que una gran dificultad de provocar una conversación entre las partes viene de que las personas llegan con emociones fuertes, posturas muy cerradas y con desconfianza. Muchas veces el conflicto mismo surge de malentendidos y una mala comunicación, aunque parezca que es por algo mas grave. Esto puede llevar a interrupciones, falta de escucha activa y que cada uno vea la mediación como un debate en el que hay que ganar con sus argumentos, en vez de un diálogo para entender al otro y llegar a un punto en común o acuerdo(aunque no siempre se termina solucionando ni poniéndose de acuerdo).
Por esto es difícil crear un ambiente de calma y confianza, habría que reconducir las emociones, minimizar las interrupciones y promover un diálogo auténtico. Esto implica escuchar activamente, no juzgar ni buscar a un culpable, hacer preguntas claras y dar a ambas partes su espacio para expresarse con igualdad.
Al momento de iniciar una conversación en una mediación, creo que pueden surgir varias dificultades. Una de ellas es que alguna de las partes no quiera hablar, ya sea por enfado, desconfianza o porque no cree en el proceso. También pueden estar muy cargados emocionalmente, lo que complica que escuchen o se expresen con calma.
Otra dificultad puede ser que exista un desequilibrio entre las partes, por ejemplo, si una se siente inferior o intimidada por la otra. Además, a veces hay problemas de comunicación, ya sea por diferencias culturales, personales o simplemente por no saber como expresar lo que sienten.
A la hora de provocar una conversación en una mediación, una de las principales dificultades que puede encontrarse el mediador es la falta de disposición al diálogo por parte de los implicados. En muchas ocasiones, las personas llegan a la sesión con actitudes defensivas, con emociones intensas o con la idea de demostrar que tienen razón, lo que impide una comunicación fluida. Además, la desconfianza hacia la otra parte o hacia el propio mediador puede generar barreras que dificultan la apertura y la sinceridad necesarias para construir un entendimiento mutuo.
Otra dificultad frecuente es la falta de habilidades comunicativas por parte de los mediados. No todos saben expresar con claridad lo que sienten o necesitan, y esto puede generar malentendidos o discusiones. A veces, las interrupciones constantes, la falta de escucha activa o el uso de un lenguaje poco empático transforman el diálogo en un debate improductivo. También puede haber un desequilibrio de poder entre las partes, lo que hace que una domine la conversación y la otra se sienta intimidada o sin espacio para participar.
Por ello, el mediador debe desempeñar un papel fundamental en crear un clima de confianza, respeto y neutralidad, que permita a las partes comunicarse sin miedo ni juicios. Fomentar la escucha activa, gestionar las emociones y guiar la conversación hacia un terreno constructivo son aspectos esenciales para superar estas dificultades. Solo así puede lograrse que la mediación cumpla su verdadero propósito: transformar el conflicto en una oportunidad de diálogo y acuerdo.
Una de las principales dificultades puede ser que las partes lleguen muy cerradas en su postura y no quieran escucharse, ya que piensan que la única parte válida es la suya. También es complicado mantener la calma y evitar que la conversación se convierta en una discusión. El reto está en generar un espacio de confianza donde el diálogo sea posible y constructivo.
Una de las dificultades que se puede encontrar a la hora de provocar una conversación es el hecho de romper el hielo al inicio de la mediación. Con frecuencia, ambas partes llegan con actitudes reacias y con pesimismo ya que piensan que hablen lo que hablen no se va a llegar a nada y esto hace que suponga un reto para el mediador, que en estos casos, es quien tiene que sacar sus herramientas para crear un ambiente de confianza desde el principio, usando preguntas abiertas, validando y por supuesto, siendo neutral para que de esta manera, si hay silencios también se les pueda dar valor.
A la hora de provocar una conversación durante una mediación, creo que me podría encontrar con varias dificultades. Una de ellas sería la poca flexibilidad entre las personas, ya que muchas veces cada parte se mantiene firme en su postura y no quiere ceder ni escuchar al otro, lo que hace que sea difícil llegar a un punto de entendimiento.
También puede pasar que la situación se complique por discusiones subidas de tono, donde las emociones se descontrolan y las personas se interrumpen o hablan con enfado. En esos casos tendría que intentar calmar el ambiente para que se pueda continuar con respeto.
Otra dificultad que me podría encontrar es el poco compromiso, porque puede suceder que alguna de las partes no se presente a la cita o llegue sin intención de participar realmente en la mediación. Esto hace que el proceso sea más lento o incluso que no se pueda realizar.
En resumen, creo que las mayores dificultades serían la falta de flexibilidad, las discusiones fuertes y el bajo compromiso, y como mediador tendría que mantener la calma, escuchar activamente y buscar que todos participen de forma respetuosa.
Después de leer el post, creo que lo más complicado en una mediación es conseguir que las personas quieran realmente conversar y no solo defender su punto de vista. A veces llegan con muchas emociones acumuladas o con la idea de “ganar” la discusión, y eso impide escuchar al otro.
También influye mucho cómo se habla: si se usan reproches o palabras duras, la conversación se bloquea enseguida. Por eso pienso que el reto está en crear un ambiente tranquilo y de confianza, donde cada uno pueda expresarse sin sentirse atacado. Solo así se puede pasar de discutir a dialogar de verdad.
Desde mi punto de vista, una de las dificultades más comunes para provocar una conversación en una mediación es que las personas tienen muchas emociones acumuladas y llegan con la idea de que su postura es la correcta. Esto suele hacer que se interrumpan, que hablen más para defenderse que para escuchar, y en ese clima es complicado que surja un diálogo real.
Por otro lado, otra dificultad puede ser la desconfianza, ya que si una de las partes no confía en la mediación, puede hacer que no esté dispuesta a participar.
Aun así, pienso que ahí está el papel del mediador: generar un espacio donde poco a poco las personas se sientan seguras para hablar y escuchar de otra manera. En mi caso, las clases me están haciendo ver que la comunicación no se trata solo de hablar bien, sino también de aprender a escuchar y empatizar. Por esto creo que si aplicamos eso tanto en la mediación como en nuestra vida diaria, podemos gestionar los conflictos de forma más sana.
En mi opinión a la hora de generar una conversación durante una mediación, pueden surgir varias dificultades. Muchas veces las partes se interrumpen constantemente, lo que dificulta que escuchen unos a otros. También puede pasar que no estén dispuestas a negociar con la otra parte ya sea por desconfianza, orgullo, ira... .
además muchas veces acabamos mezclando el diálogo, el debate y la discusión, y en lugar de avanzar hacia un punto común que de como terminado el conflicto . También, cuando hay juicios o búsqueda de culpables, la comunicación se bloquea, y algunas personas pueden tener dificultad para expresar lo que sienten o necesitan, lo que hace más difícil que se genere un diálogo auténtico que sea efectivo.
Cuando intentamos empezar una conversación en una mediación, pueden surgir bastantes dificultades. Una de las más comunes es que las personas no estén dispuestas a hablar o a escucharse realmente. A veces llegan con mucha tensión o enfado, y eso hace que se cierren y no quieran compartir lo que sienten o piensan.
También influye mucho el ambiente en el que se lleva a cabo la mediación. Si el lugar no transmite tranquilidad o si las personas no se sienten cómodas, es difícil que se relajen y hablen con confianza.
Otro problema bastante habitual es que cada parte se aferre a su postura y solo quiera tener la razón. Cuando eso pasa, la conversación se convierte en una especie de monólogo doble, donde nadie escucha al otro.
Además, si el mediador no consigue generar un clima de confianza o habla de una forma muy técnica, las personas pueden sentirse perdidas o desconectadas. Por eso, es clave que el mediador sepa crear un espacio cercano y seguro, donde todos puedan expresarse sin miedo y con respeto.
Me ha parecido muy interesante la reflexión sobre la mediación y la importancia del diálogo en la gestión de conflictos. Coincido totalmente en que la palabra es nuestra herramienta más poderosa y que, como mediadores, debemos saber escuchar activamente y dejar de lado los juicios para comprender de verdad las distintas posturas.
También me ha parecido muy acertada la distinción entre diálogo, debate, discusión y conversación. A veces se tiende a confundir estos conceptos, y eso puede afectar el proceso de mediación. Entender que el diálogo busca la conexión y no la victoria es clave para crear un ambiente de confianza donde las partes se sientan escuchadas.
Además, me parece fundamental lo que se menciona sobre la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, ya que solo a través de esa coherencia se puede generar credibilidad y avanzar hacia un acuerdo real
Considero que la principal dificultad a la hora de tratar de dar pie a una conversación radica en que la mayoría de veces que las partes acudan a un recurso de mediación será porque se están dando una serie de acontecimientos como que una de las partes quiera imponer su criterio, la incapacidad para encontrar puntos en común, un clima de tensión alto, etc, los cuales son factores que van a dificultar bastante que se de pie a una conversación en vez de a una discusión o debate. De esta forma, creo que uno de los aspectos más interesantes de un mediador sería la capacidad para guiar la situación de tal manera que ambas partes cambien su postura y perspectiva y se pueda dar pie a un diálogo para la mediación.
Una de las principales dificultades que pienso que se puede encontrar al provocar una conversación en una mediación es que las partes no estén dispuestas a escucharse y sólo quieran defender su postura o demostrar que tienen la razón.
A veces, la tensión o la desconfianza hacen que se interrumpan constantemente o que no se tomen el tiempo para comprender lo que el otro está intentando expresar. También puede ser difícil conseguir que las personas dejen a un lado las críticas y los sentimientos negativos, ya que estas emociones influyen en la forma en la que hablan y se comunican.
Por eso, pienso que la dificultad está en crear un ambiente de respeto y confianza donde las personas se sientan seguras para dialogar, decir lo que necesitan y estar dispuestas a entender el problema de otra manera para poder encontrar soluciones juntos.
Yo creo que la mayor dificultad que podemos encontrarnos a la hora de provocar una conversación a lo largo de una mediación es cuando una de las partes (o las dos) no quieren tenerla, ya sea porque están a la defensiva, porque no dejan que el otro hable, pisándose entre ellos o interrumpiendo el turno de la otra persona o incluso del mediador. Eso va a hacer el proceso mucho más tedioso y complicado.
También puede influir que las partes no usen un vocabulario adecuado, debido a que, si están experimentando sentimientos intensos como odio o ira, pueden tender a hablarse mal mutuamente y culparse. Por lo que en esos momentos mantener una conversación es totalmente imposible.
En mi opinión a la hora d emediar una de las situaciones más dificile spara la conversación fluida son los casos en los que las personas entre la que se tiene que mediar se interrumpen entre ella no permitiendo a la otra parte hablar. Me parece que esto provoca muchas dificultades en la conversación ya que lleva a que no escuchen al otro y únicamente busquen y piensen en que es lo siguiente que van a decir y no se centran en escuchar activamente a la otra persona para tratar de buscar una solución.
Me parece que si las personas se interrumpen significa que no son capaces de escucharse entre ellas y para que una conversación ocurra es igualmente importante hablar como es escuchar. Es por esto que considero la interrumción constante un gran impedimento para la conversación.
Una de las principales dificultades que te puedes encontrar a la hora de provocar una conversación en una mediación son las ideas preconcebidas o posibles prejuicios con la disciplina. Una mala comprensión del tipo de ejercicio o servicio del que están demandando las partes puede implicar unas expectativas insostenibles que impidan el desarrollo de una sesión adecuada.
También influye mucho que se pueda realizar la mediación de forma exitosa la predisposición de los individuos ante el conflicto. Emociones muy fuertes y posturas muy rígidas e inflexibles, van a ser un obstáculo para la resolución del problema.
Y por último, la falta de seguridad en uno mismo de los individuos y el miedo a ser juzgado, puede dar lugar a que el discurso no sea sincero ni claro. Que modulen el discurso de una forma que perjudique a la posibilidad de conseguir llegar a una solución en el que se encuentren cómodos y tranquilos.
Pienso que una de las mayores dificultades para crear el vínculo de la conversación a través de la mediación es conseguir que las partes realmente estén dispuestas a escucharse y no solo a defender su punto de vista. Muchas veces las personas llegan con emociones intensas, con enfados o desconfianza, historias contadas a medias o directamente falsas y eso hace que en lugar de dialogar, terminen discutiendo o debatiendo para ver quien tiene más razón.
También creo que cuesta mucho mantener la calma y practicar la escucha activa. No es fácil dejar de lado los juicios o como decimos, la necesidad de tener razón, sobre todo cuando uno siente que ha sido tratado injustamente. El mediador tiene el desafío de guiar esa conversación, ayudar a que las partes se expresen sin interrumpirse y crear un ambiente de respeto. Además, mantener el equilibrio es complicado, porque a veces una de las partes habla más o intenta imponer su opinión. En esos casos, el mediador debe actuar con tacto para que todos puedan participar de una forma justa, por igual.
Después de leer este texto sobre el valor de la conversación, me hizo pensar en lo difícil que puede ser provocar una conversación real en medio de una mediación. Yo, me paro a pensar en cómo reaccionamos las personas cuando estamos en un conflicto: casi siempre queremos defender nuestra postura y ser escuchados, pero pocas veces escuchamos al otro. Esa es, para mí, una de las mayores dificultades: lograr que las partes bajen las defensas y se abran al diálogo sin querer “ganar” la conversación.
También creo que cuando las emociones están muy presentes, el diálogo se vuelve aún más complicado. Me imagino en una mediación donde las partes se interrumpen o evitan hablar, y pienso que el verdadero reto del mediador es crear un ambiente donde puedan expresarse sin sentirse juzgadas. No se trata de obligar a hablar, sino de generar confianza y calma, algo que requiere mucha empatía y paciencia.
Además me doy cuenta de que muchas veces confundimos conversar con debatir. En una mediación, la conversación debería servir para conectar y no para competir. Provocar ese tipo de comunicación requiere saber escuchar activamente, reformular con cuidado y hacer preguntas que lleven a la reflexión. Creo que ese es el verdadero arte del mediador: transformar el conflicto en diálogo y la palabra en una herramienta de entendimiento.
Provocar una conversación en una mediación puede ser difícil porque las partes suelen iniciar desde la confrontación, interrumpiéndose o intentando imponerse, más que dialogar. Además, cuesta fomentar la escucha activa y superar los juicios o emociones negativas que bloquean la comunicación. El mediador debe crear un ambiente de confianza y neutralidad, donde las personas pasen del debate al diálogo. Solo así la conversación se convierte en una herramienta para comprender, construir acuerdos y restaurar la relación.
En primer lugar, muchas veces las partes llegaron una actitud defensiva o combativa, buscando imponer su razón en lugar de escuchar. Esto transforma el diálogo en una discusión o debate.
También es frecuente la falta de escucha activa y las interrupciones constantes, que impiden comprender los intereses reales del otro. Además, los juicios previos y la búsqueda de culpables bloquean la empatía necesaria para avanzar hacia acuerdos.
Otra dificultad importante es la carga emocional: la ira, la frustración o el miedo pueden nublar la comunicación y alejar a las partes del entendimiento. A ello se suma, en ocasiones, la desigualdad en la forma de expresarse o en el poder de las partes, lo que dificulta mantener un equilibrio comunicativo.
Por último, la falta de confianza puede hacer que las personas no se abran ni compartan sinceramente sus necesidades.
Cuando se inicia una conversación cre que el primer problema que encontramos es la actitud negativa que pueden tener los implicados, desde una actitud negativa y cerrada en banda hasta una agresiva que en vez de calmar crea más tensión en e ambiente. Luego otro gran problema es hablar desde sentimientos negativos como el rencor o el odio y para mí lo más importante es la intencionalidad que con que se dicen las cosas. En un conflicto no es lo mismo que vayas con tensión de intentar acercar posturas a una intención de intentar hundir a a otra persona. Y como valor muy importante creo que cuando no hay respeto en una conversación no puede haber realmente una solución porque genera un ambiente totalmente negativo que para nada beneficia ninguna de las partes.
Comentario de Sara Molina:
Las dificultad principal que nos podemos encontrar a la hora de provocar una conversación (un acto comunicativo para que dos o más personas intercambien conceptos, ideas, pensamientos, opiniones y sentimientos) sería, en mi opinión, la diferencia de personalidad y temperamento. Con esto quiero decir que mientras que dos personas hablen pacíficamente, teniendo capacidad de escucha y comprensión, no tendría que haber más problema que el de hablar las cosas y llegar a un punto en común. Sin embargo, esto no siempre es así. Si nos encontramos con personas que se nieguen a escuchar, a comprender, a ceder y que juzguen, se dificultará la conversación.
A la pregunta ¿que dificultades crees que te puedes encontrar a la hora de provocar una conversación a la hora de una mediación?.
Creo que dentro dentro de una conversación en una situación como es la sala de un mediador se pueden encontrar diferentes dificultades:
- Puede que no ambas partes quieran participar en la conversación, encontrándonos con una situación que cree incomodidad.
- La conversación puede derivar en emociones o momentos que sobrepasen a una de las partes.
- Puede ocurrir que una de las partes hable mucho más que la otra o no permita hablar al otro participante en la conversación.
- Pueden ocurrir faltas de respeto o agresiones verbales.
- Puede haber dificultad a la hora de centrar lo que debe de hablarse.
- Puede haber falta de confianza entre las partes y que ninguno este seguro teniendo esa conversación o que no sea una conversación sincera.
Las dificultades que nos podemos encontrar a la hora de provocar una conversación son varias, en primer lugar que una de las personas que tenga que conversar este negada completamente o piense que es una perdida de tiempo, cuando una persona no quiere participar o está por "obligación" se hace muy difícil todo. Por otra parte, que estemos en una situación donde no haya respeto alguno hacia ambas parte, a la hora de conversar es necesario que se haga de una forma constructiva, positiva y con vista al cambio. Y por último, la paciencia, es necesario que en una conversación de mediación este presente la paciencia, puesto que sin ella no habría una posible solución, todo lleva tiempo.
En mi opinión, una de las mayores dificultades al provocar una conversación en una mediación es que las partes suelen llegar con emociones fuertes y con la idea de defender su postura, más que de escuchar. A veces cuesta romper esa barrera inicial de desconfianza y conseguir que se expresen desde la comprensión, no desde la confrontación.
También influye mucho la manera en que se formula la primera pregunta o se da paso al diálogo. Si no se genera un ambiente de respeto y escucha, es fácil que la conversación se convierta en un intercambio de reproches. Por eso, creo que el reto está en acompañar a las partes para que bajen la tensión y redescubran el valor de hablar para entender y no solo para responder.
A veces mantener una conversación sin que termine en una discusión es todo un reto. Cuando hay desacuerdos, es fácil que las emociones se mezclen y cada uno quiera imponer su punto de vista. Cuesta mucho escuchar de verdad al otro sin estar pensando en cómo responder o defenderse. Por eso el diálogo requiere calma, empatía y ganas reales de entender, no solo de hablar. Creo que cuando se logra eso, la comunicación fluye mucho mejor y las soluciones aparecen de manera más natural.
A la hora de provocar una conversación en una mediación, pueden encontrarse varias dificultades, como que las partes no se escuchen realmente y se interrumpan constantemente, convirtiendo el diálogo en una discusión. También puede pasar que lleguen con emociones muy intensas o con la idea de tener la razón, lo que dificulta que se abran a comprender al otro. Otra complicación es la falta de confianza, tanto entre las personas mediadas como hacia el mediador, lo que hace que no expresen lo que realmente piensan o sienten. Además, muchas veces las personas se centran en buscar culpables en lugar de entender el problema, y eso bloquea la posibilidad de avanzar. Por último, las diferencias en la forma de comunicarse o la dificultad para hacer preguntas adecuadas pueden impedir que la conversación fluya y que se logre un verdadero espacio de diálogo.
En mi opinión una de las distintas dificultades de una conversación durante la mediación, es la tendencia a interrumpir a la otra persona, esto evita la escucha activa que se requiere en un diálogo, lo que señala que las distintas partes están más enfocadas en decir su postura que en entender a la otra persona.
Otra dificultad sería lograr que el debate, no llegara a la discusión, ya que eliminaría el ambiente de respeto, y la conversación no llegaría a ser efectiva.
A la hora de provocar una conversación en una mediación, creo que una de las principales dificultades puede ser que las partes lleguen muy bloqueadas emocionalmente o con una actitud defensiva. Muchas veces, el enfado, la desconfianza o el miedo a mostrarse vulnerables pueden hacer que se nieguen a hablar o que adopten una postura rígida. También puede pasar que haya una comunicación poco efectiva, con interrupciones constantes, reproches o falta de escucha activa, lo que dificulta mucho que el diálogo avance de manera constructiva.
Además, como mediadora, puede ser complicado mantener la neutralidad y gestionar los silencios o los momentos de tensión sin intervenir demasiado. A veces cuesta encontrar el equilibrio entre dejar que las personas se expresen libremente y redirigir la conversación para que no se convierta en una discusión. Por eso creo que es fundamental trabajar la empatía, la calma y la capacidad de contención emocional, tanto para facilitar el diálogo como para generar un clima de confianza que motive a las partes a comunicarse.
Generar una conversación en la mediación puede provocar diversos problemas o resultar dificultoso por diferentes motivos. Las partes pueden no ceder a dialogar y resistirse, pueden ser dominadas por diferentes emociones intensas como nervios, miedo o tristeza impidiendo así una conversación clara y una escucha activa. Otro problema que puede surgir es el miedo a que lo que se diga pueda ser usado en nuestra contra. El mediador debe favorecer un ambiente tranquilo y de confianza para que estos problemas pasen en la menor medida.
No todo el mundo acude a una mediación con actitud proactiva para solucionar el conflicto, y no deja de ser correcto y real. Sin tener experiencia en el campo de la solución de conflictos, puedo hipotetizar que esta situación es la más común y a la vez la más cruda. Un mediador debe poseer la capacidad de razonar y entender el punto de aquellos que acudan con recelo y pongan trabas en el acuerdo, buscando qué prejuicios o ideas preconcebidas poseen e impiden esa reconciliación. Quizá esa sea una de las tareas más difíciles, pero también es probable que sea el talón de Aquiles del problema que ataña a los clientes. Fomentar un clima seguro donde ambas puedan dialogar sin miedo a ser juzgado por el otro, consiguiendo así mantener una conversación, seguramente sea el mayor logro para un mediador.
Pensando en las dificultades que podrían surgir al intentar provocar una conversación en una mediación creo que una de las más grandes es conseguir que ambas partes se escuchen y presten atención mutuamente. Muchas veces llegan enfadados, frustrados y con desconfianza haciendo que hablen para defenderse más que para entender a la otra parte, haciendo por lo tanto que esto en vez de ser un diálogo sea más bien una discusión. Por otro lado creo que también puede ser complicado mantener un ambiente en el que ambos se sientan libres y seguros de expresar lo que piensan sin sentir que están siendo juzgados.
Pienso que en la mediación lo complejo no siempre es lo que se dice, sino cómo se entiende lo que se escucha, teniendo en cuenta que los malentendidos aparecen por cómo cada uno percibe las cosas, bien por experiencias pasadas o por distintas maneras de explicar las ideas.
Desde mi punto de vista el verdadero propósito no es solo llegar a un acuerdo, sino ayudar a que las personas cambien su forma de ver el conflicto. Es decir, que puedan entender una conversación como una oportunidad para aprender y comprender al otro, y no como una manera de demostrar quién tiene la razón.
Iniciar una conversación en una mediación no es una tarea simple. Aunque el diálogo es la herramienta principal de un mediador, hay diversos obstáculos que pueden dificultar el inicio de una conversación. Una de las principales dificultades es la carga emocional que pueden llegar a tener las personas involucradas en el conflicto, ya que los sentimientos intensos, como el enojo, pueden dificultar la fluidez de la conversación. A esto se suma la falta de habilidades comunicativas. Muchas personas no saben expresar lo que sienten, lo que genera enfrentamientos en lugar de diálogo.
También puede existir un desequilibrio de poder, cuando una de las partes domina la conversación. En este caso, el mediador debe garantizar que ambas partes sean escuchadas por igual. Además, los prejuicios y creencias rígidas es otro factor que impide que los involucrados se comuniquen con facilidad. Otra dificultad frecuente es la falta de confianza en el proceso o en el mediador. Si las partes sienten que no será imparcial, no se comunicaran de abiertamente. Por eso, es importante crear un vínculo de confianza profesional desde el inicio.
Por otro lado, los clientes pueden presentar una resistencia al cambio, incluso cuando las personas dicen querer resolver el conflicto. Esta resistencia suele expresarse como desinterés o bloqueo ante cualquier propuesta que haga el mediador. Por ello es crucial que el mediador sea capaz de identificar cuando ocurre esa situación, para que se capaz de tratarla e incitar a las personas a adoptar una visión más positiva y proactiva a la hora de comunicarse.
En mi opinión, una de las principales dificultades que se presentan a la hora de realizar una mediación es el hecho de que surjan emociones intensas, que impidan mantener la conversación con calma y desde el respeto. Por otra parte, la falta de confianza entre las partes que puede darse por que no se conozcan o por resentimiento previo, puede provocar que las personas se cierren a llegar a determinados acuerdos o incluso a escuchar la opinión del otro. Por último, pienso que las interrupciones, las diferencias de poder o la tendencia a querer tener razón también marcan un aspecto clave para que la mediación funcione o no.
Yo creo que una de las cosas más difíciles al empezar una conversación en una mediación es decidir quién habla primero. A veces, solo ese detalle puede cambiar mucho la forma en que las personas se sienten, porque parece que quien empieza está cediendo o tomando más poder.
También creo que es complicado mantener la escucha activa, porque en una mediación hay muchas emociones y desacuerdos, y eso puede hacer que alguien reaccione mal o se cierre a escuchar.
Pero, si soy sincera, para mí lo más difícil es romper el hielo al principio. Ese momento de empezar a hablar puede marcar todo lo que venga después, y aunque sea difícil, también creo que es el paso más importante para que la conversación avance.
Una de las principales dificultades que podemos encontrar es la dificultad de generar un verdadero diálogo entre las partes. Dichas partes pueden intentar interrumpirse o imponerse haciendo que la situación no derive en una conversación real si no en una exposición de hechos lo que dificulte el entendimiento mutuo. Otra dificultad, muy ligada a la primera, es que las partes no practiquen la escucha activa haciendo así que la conversación no se pueda llevar acabo. Es fundamental que se eviten juicios y las partes estén dispuestas a comprender al otro, no en ganar. Por otra parte, es muy común que las emociones nos nublen el juicio y sean protagonistas de nuestras conversaciones. Esto puede derivar en situaciones o comentarios de los que después podemos arrepentirnos y que dañen la relación existente entre las partes. Es vital que desde nuestro papel de mediador seamos capaces de guiar hacia una conversación real donde promovamos la empatía y el respeto siendo capaces de hablar y escucharse llevando a cabo una comunicación asertiva y efectiva. De esta forma las partes serán capaces de llegar a acuerdos reales con los que están verdaderamente de acuerdo y sean capaces de llevar a cabo.
Tras leer el texto, creo que una de las grandes dificultades a la hora de provocar una conversación en una mediación, es conseguir que las partes realmente quieran dialogar y no solo defender su postura. También pienso, que cuando las emociones que experimentan las personas involucradas en la conversación son muy intensas, pueden llegar a ser muy complicado manejarlas. Cuando hay enfado, frustración o desconfianza, cuesta mucho mantener un tono calmado y respetuoso, el mediador tiene que lograr que esas emociones se expresen sin que la conversación se rompa. Por tanto una conversación en mediación no es solo que las personas hablen, sino crear un espacio donde haya una escucha, una comprensión y un entendimiento entre ambas partes.
Puedo encontrar dificultades como la resistencia de las partes a comunicarse, la desconfianza hacia el proceso, las emociones intensas que bloqueen el diálogo o la dificultad para mantener la neutralidad y equilibrar la participación de ambos.
Respondiendo a la pregunta: ¿Qué dificultades crees que te puedes encontrar a la hora de provocar una conversación a la hora de una mediación? He de decir, como indica el texto, que al ser expertos en comunicación utilizando la palabra como herramienta, esto no quita que no podamos encontrarnos diferentes dificultades, como por ejemplo, tener esa capacidad de entender las dinámicas comunicaciones entre las partes; como se ha comentado anteriormente, el hecho de discutir, interrumpirse, centrados en el problema más que en dialogar, lo que hace difícil dirigir un diálogo como tal. También, si las partes vienen con una actitud de realizar una discusión, aunque sea empezando con buenas intenciones, suele terminar en enfrentamiento porque el objetivo de cada uno es defender sus propias ideas; diferente al diálogo que es aquella que realmente busca esta conexión compartida entre las partes para llegar a una solución en conjunto. Por ello, otra dificultad podría ser esta misma, conseguir promover este diálogo frente al debate o discusión, y para ello, podemos usar técnicas como escucha activa, evitar los juicios, capacidad de preguntar con eficacia a las partes para ayudar a explorar finalmente las vías de salida elegidas. En conclusión, podemos encontrarnos con muchas dificultades en la mediación, pero lo importante es saber cómo llevarlo y dirigirlo para poder "transformar" o tratar de cambiar un poco la dinámmica de esta.
A la hora de provocar una conversación en una mediación puede verse dificultada por diversos factores. La negación a hablar por diversos motivos (miedo, no se siente preparada...), falta de habilidades de comunicación necesarias, por ejemplo no saber hablar sin atacar o interrumpir a la otra persona. En algunos casos, lo que puede dificultad la conversación de la mediación, son los prejuicios atribuidos hacia la otra persona generando desconfianza o creencia de superioridad. También, puede influir la parte emocional, provocando bloqueo en dicho diálogo, distorsión de la percepción, reacciones impulsivas o falta de claridad, todo esto puede provocar que el conflicto aumente. Y, por último, las diferencias culturales o el lenguaje puede obstaculizar este diálogo, ya que pueden haber mal entendidos, prioridades diferentes en cuanto a valores y principios.
Una de las principales dificultades al intentar provocar una conversación en una mediación es que las partes suelen llegar con emociones intensas como rabia, frustración, resentimiento o desconfianza que bloquean la comunicación. En ese contexto, lograr que hablen con calma y escuchen activamente se convierte en un reto considerable.
Otra dificultad frecuente es la falta de disposición al diálogo sincero. A menudo, las personas no buscan comprender, sino convencer o justificar su postura. Esto hace que la conversación derive fácilmente en una discusión o un “debate combativo”, como bien señala el texto.
También puede surgir el problema de los silencios incómodos o la resistencia a hablar. En ocasiones, una parte teme exponerse o ser juzgada, por lo que el mediador debe crear un ambiente de confianza y seguridad para que ambos interlocutores sientan que su palabra será respetada.
Por último, mantener el equilibrio comunicativo es complejo: si el mediador interviene demasiado, puede parecer que toma partido; si interviene poco, puede perder el control de la sesión. Provocar una conversación productiva requiere sensibilidad, paciencia y habilidad para reconducir los intercambios sin imponerlos, pero asegurando que la palabra circule de forma constructiva.
Creo que una de las principales dificultades a la hora de provocar una conversación en una mediación es romper la tensión inicial. Muchas veces las personas llegan con emociones intensas, desconfianza o la sensación de que hablar no servirá de nada. También puede haber miedo a mostrarse vulnerable o a que el conflicto empeore. Además, si existe desequilibrio entre las partes (por personalidad o forma de comunicarse) la conversación puede volverse desigual. Por eso, el reto del mediador es crear un ambiente seguro y de confianza, donde las personas se sientan preparadas para expresarse sin miedo y puedan empezar a escucharse de verdad.
Aunque parece ser que un diálogo durante una mediación es sencillo, es un proceso delicado y complejo en el que el mediador tiene la responsabilidad de crear un clima adecuado de ambas partes, algunas dificultades que pueden surgir son las siguientes.
Una falta de confianza entre las partes o incluso hacía el mediador, en el momento en que una de las partes perciba que el mediador se está posicionando, puede crear mucha tensión y afectar al diálogo.
Cuando no hay una gestión correcta de las emociones puede crear problemas a la hora de comunicarse ya que las emociones fuertes pueden causar que las personas se interrumpan, niegan a hablar o elevan su tono de voz.
Cuando hay un desequilibrio de poder, si una parte domina la conversación no hay un intercambio equitativo.
Se puede presentar una falta de escucha activa, a menudo las personas no están escuchando para comprender, sino para defender su posición, esto sería un impedimento para un diálogo real.
En una conversación puede haber partes muy rígidas, si alguna de las personas viene con la idea de ganar y no conceder nada verán el diálogo como un campo de batalla.
Puede ser que haya silencios o alguno se niegue a participar.
Una de las principales dificultades a la hora de entablar una conversación en mediación es lograr que las partes sean capaces de abandonar la lógica del debate o la discusión y se sean capaces de dialogar.
Como hemos visto, en muchas circunstancias, aquellos que son mediados llegan al encuentro con emociones intensas, así como con el deseo de defender su postura o demostrar que tienen razón, lo que dificulta la apertura necesaria para escuchar y comprender al otro.
Otra dificultad importante radica en restablecer la confianza comunicativa. Si anteriormente ha habido malentendidos, interrupciones o juicios, las partes suelen mostrarse a la defensiva, lo que impide que la palabra fluya de manera constructiva. En esos casos, el mediador debe generar un clima de seguridad y respeto mutuo que permita transformar el intercambio en un verdadero diálogo.
También puede resultar complicado mantener el equilibrio entre dejar que la conversación se desarrolle de forma natural y, al mismo tiempo, orientarla hacia la búsqueda de acuerdos. No se trata solo de hablar, sino de construir sentido compartido a partir de la escucha activa, la empatía y la reflexión conjunta.
Por eso, considero que iniciar y desarrollar una conversación en mediación exige paciencia, sensibilidad y la capacidad de poder reconducir las palabras hacia el espacio del entendimiento, alejándolas del terreno del enfrentamiento.
Comentario de Lucía Pérez de Juan, de Psicología (Sevilla):
En mediación, no se trata de darle a una de las partes la razón, sino de crear un espacio donde las personas puedan hablar y escucharse sin miedo. Escuchar de verdad requiere empatía y paciencia, porque muchas veces detrás de una frase dura hay necesidades, miedos o inquietudes no reconocidos.
Separar a la persona del problema permite transformar el “conflicto” en un diálogo. Ya no hablamos de “enemigos”, sino de interlocutores que expresan lo que antes he mencionado: necesidades.
Mediar requiere de calma, respeto y fe en el poder del entendimiento. En un mundo lleno de ruido, recuperar el valor del lenguaje como herramienta de acercamiento es esencial.
Después de la lectura y de lo visto en clase, la mayor dificultad a la hora de generar una conversación en la mediación es conseguir que las partes dejen a un lado la discusión o debate y que verdaderamente se abran a tener un buen diálogo. Suele pasar que las personas lleguen con fuertes emociones y con la necesidad de tener que defenderse y demostrar que tiene razón, esto nos dificulta a que escuchen la otra parte, ya que estan encerrados de primeras en lo suyo.
En algunos casos también puede ser complicado generar un clima de confianza ya que la persona puede tener miedo a sentirse juzgada.
El reto/misión del mediador será poder guiar la conversación para que no sea un intercambio de argumentos y pueda existir un verdadero diálogo que abra la puerta al entendimiento. Intentar conseguir una conversación donde exista comprensión mutua y acuerdo.
Este texto transmite una idea muy poderosa: los conflictos no se resuelven enfrentando a quienes los viven, sino aprendiendo a comunicarse de manera consciente y respetuosa. Destaca la importancia de la palabra como herramienta principal del mediador y como puente para generar entendimiento. La frase que resume todo el texto podría ser --> el problema no está en las personas, sino en cómo expresamos y escuchamos lo que cada uno tiene para decir.
Me parece muy interesante cómo se diferencian conceptos que solemos confundir, como diálogo, debate, discusión y conversación. Cada uno representa un nivel distinto de comunicación, y comprenderlos ayuda a manejar mejor los procesos de mediación. El texto deja claro que el diálogo es la meta, porque no busca vencedores, sino entendimiento y conexión. En cambio, el debate y la discusión pueden ser útiles si se mantienen dentro del respeto y la apertura.
En general, es una reflexión que invita a pensar en la escucha activa, la empatía y la apertura mental como claves para resolver conflictos. Nos recuerda que dialogar y conversar no solo ayuda a encontrar acuerdos, sino que también fortalece la confianza y la convivencia.
Creo que a la hora de provocar una conversación podemos encontrar una serie de dificultades las cuales no tienen que depender de nosotros mismo. Por ejemplo, y la más importante desde mi punto de vista es que no todas las personas saben explicar de manera adecuada lo que quieren, es de decir, puede que lo digan de malas formas o de una manera en la que la otra persona no le comprenda y genere confusión o enfado. Del mismo modo, si se han visto obligados a someterse a esta situación, probablemente ya generen un rechazo ante la misma y lo vean todo desde un punto pesimista y creando un mal ambiente.
Es por ello, que creo que es importante que las personas se muestren de manera activa y estén dispuestos a conversar siempre desde el respeto y procurando entenderse.
Muchas veces, los conflictos no surgen tanto por lo que ocurre, sino de cómo lo decimos y cómo lo interpretamos. El post en sí nos recuerda que detrás de cada desacuerdo entre personas se esconden emociones, necesidades y formas diferentes de ver el mundo, y no debería de llegar en algunas circunstancias a un conflicto.
Durante estos años estudiando psicología, me doy cuenta de que gran parte de nuestro trabajo se centra más en escuchar y comprender a la persona que tenemos en frente, más que en hablar. En mediación y en cualquier proceso comunicativo, escuchar sin juzgar y dejar un espacio acogedor para el diálogo puede cambiar totalmente el rumbo de una conversación. Y esto no se trata de quién es el que lleva razón, sino de comprender qué hay detrás de lo que uno expresa.
Es importante quedarse con la idea de que dialogar implica reconocer que no tenemos la razón y que existen otras maneras de ver las cosas. Esa humildad es fundamental para poder acompañar a otros en sus propios procesos. En el fondo, el diálogo no solo ayuda a resolver conflictos externos, sino también a conocernos mejor a nosotros mismos.
Como hemos comentado en clase, el uso del lenguaje no verbal juega un papel fundamental, ya que expresamos con gestos y expresiones muchas de las cosas que no decimos mediante la comunicación verbal, y es algo importante darnos cuenta de ese lenguaje durante un proceso de mediación.
A veces provocar una conversación en una mediación es complicado porque las personas llegan con muchas emociones y ganas de defender su punto de vista. Cuesta que se escuchen sin interrumpirse o sin querer “ganar” la discusión. También puede pasar que una de las partes hable más y la otra se quede callada, lo que hace difícil que haya un diálogo real. Creo que lo más complicado es crear confianza para que todos se sientan cómodos y puedan hablar con calma y respeto.
Bueno, pienso y tengo que decir que este texto pone el dedo justo en la llaga: muchas veces creemos que “hablar” ya es comunicarnos, cuando en realidad lo que hacemos es discutir sin escuchar. Me encanta cómo se diferencia aquí el diálogo del debate o la discusión, porque en la práctica, esa confusión es lo que más rompe los procesos de mediación .
La frase “el poder de la palabra es nuestra única arma” me parece brutal, resume perfectamente la esencia de la mediación: no se trata de imponer, sino de conectar. Y eso de promover una cultura del diálogo me parece clave, sobre todo en un mundo donde todos queremos tener la razón pero pocos se sientan a entender.
Me quedo también con la idea de que el diálogo “no busca ganar o perder”, sino comprender. Si aplicáramos eso fuera del ámbito jurídico (en la vida diaria, en redes, en la política) otro gallo nos cantaría.
Las dificultades que podemos encontrar son la carga emocional de las partes, la falta de escucha activa, la desconfianza mutua y el miedo a ceder, las interrupciones constantes, actitudes defensivas y dificultad para mantener un tono respetuoso.
Considero que no siempre es fácil provocar una conversación en mediación. Normalmente nos estamos enfrentando a dos personas o más debatiendo por un tema en el que ambas partes creen tener la razón absoluta. Lo importante es intentar que ambos dejen el orgullo a un lado y por un momento sean capaces de escuchar sus puntos de vista, para que de esta forma se pueda llegar a un punto en común.
Creo que una de las principales dificultades que podría tener al provocar una conversación en una mediación sería conseguir que ambas partes se escuchen de verdad sin interrumpirse o intentar imponerse. Cuando hay emociones fuertes, cuesta mantener un tono tranquilo y abierto, y eso puede hacer difícil que la comunicación fluya.
La idea de una conversación perfecta en mediación es utópica a mi parecer. Nadie va a llegar a mediar un conflicto reciente del que se ha visto tan afectada que necesita recurrir a un medio ajeno para solucionarlo.
Lo importante sería crear un ambiente de respeto en el que el mediador pueda empezar a desgranar el conflicto para poder volver a encajar las piezas, y este es el reto más complicado que se puede enfrentar un mediador, esta búsqueda del ambiente idílico de diálogo. Sin embargo, dando espacio a cada parte para su desahogue y mostrándole interés a esa persona se puede acercar ese ambiente, la mayoría de gente solo quieren sentirse escuchados y entendidos.
El hecho de intentar provocar una conversación puede verse de manera ambigua, pues un mismo tema puede dar lugar a varias interpretaciones, en función de las necesidades e intereses de las partes implicadas. Mientras que para alguien esa conversación puede ser fundamental y significar mucho, ya que puede ser el motivo central de acudir a mediación, para otra, sin embargo, desde su esfera, puede interpretarlo como innecesario o incluso ofensivo, lo que puede dar lugar a diversas reacciones dentro de una misma fase de mediación, por lo que debemos de estar preparados para afrontar y sobrellevar la pluralidad y heterogeneidad de diálogo que pueda surgir. Es esencial implicar a las partes y hacer que se sientan escuchadas a través de las distintas técnicas que existen y que estamos estudiando actualmente, pues no hay que olvidar que, a parte de mediadores, debemos de dar ejemplo a las partes sobre como pueden contribuir también para que todo el mundo en sala a su vez se sienta escuchado y comprenda lo que el otro quiere decirle y aportarle, siempre teniendo en cuenta y considerando la carga emocional que previamente traen consigo.
Provocar una conversación en una mediación puede parecer algo simple, pero en realidad es uno de los mayores desafíos del proceso. No se trata solo de que las partes hablen, sino de lograr que dialoguen de verdad, dejando atrás la discusión o el debate para buscar una conexión genuina.
El mediador debe crear un espacio donde escuchar sea tan importante como hablar, y donde se deje a un lado la necesidad de tener razón para centrarse en comprender. Solo así puede surgir el diálogo auténtico, ese que permite transformar el conflicto en una oportunidad de encuentro y acuerdo.
En definitiva, la conversación es el puente que convierte la tensión en entendimiento y hace posible la mediación.
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