Siempre tanto cuando ejerzo
como mediador, como en el caso de disfrutar como profesor de futuros
mediadores, me sale la importancia de la palabra “confianza”.
Es fundamental confiar en el
mediador, conseguir que confíen en ti, que seas el profesional idóneo para
ello; confiar en el proceso que van a realizar y ver en sus caras que es la
mejor elección que hicieron para solucionar su problema; y confiar entre ellos,
porque aun cuando no fueron capaces de abordar una solución por si mismos, esa
confianza debe volver a sus mentes.
No debemos olvidar que la
confianza es una hipótesis sobre la conducta futura del otro. Sus dudas
seguirán en su mente hasta que salgan de la zona de confort y vean la necesidad
de volver a confiar. Es una actitud que concierne el futuro, ese futuro que
negocias en una mediación para conseguir acuerdos estables y duraderos en la
medida en que este futuro depende de la credibilidad y sobre todo de lo que
haga “el otro”. Es una especie de apuesta que consiste en no inquietarse del no
control del otro y del tiempo.
Es la creencia en que la otra
persona o grupo con el que estoy enfrentado, sea capaz de cumplir y actuar de
manera adecuada a lo pactado. La confianza se verá más o menos reforzada en
función muchas veces a pequeños acuerdos que en cada sesión lograremos
conseguir, aunque sean parciales.
En psicología dicen, que la
confianza es creer que la persona en la que se confía hará lo que se espera
Vienen a nosotros de una forma
distinta ¿verdad?. Con desconfianza, ya que el conflicto les llevó a una
pérdida de la confianza, y es muy difícil recuperarla. Por lo tanto, existe una
clara asimetría en la construcción frente a la destrucción de la confianza.
Igual que hablamos de la
necesidad de la confianza, es muy necesario ser conscientes de lo que supone
esa desconfianza. Me atrevo a decir que desconfiar del otro es un sentimiento
de duda, de incredulidad cuando se sientan a la mesa de negociación, porque no
me fio nada de que pueda cumplir lo que hablemos y pensamos que el “otro” es
deshonesto, dado que tienen la capacidad de confiar dañada por la experiencia
previa.
Cuando desconfiamos, nuestra
mente se llena de “basura”, de aquellos elementos y actitudes que no nos
permite ver más allá de lo que ocurrió. Pensamientos negativos que boicotearán
la confianza en el otro.
Es en esos momentos cuando el
mediador debe ser esa persona que buscan para tener mayor seguridad, porque
normalmente acudimos a personas con las que nos podamos sentir relajados, por
ejemplo, algún amigo, la pareja, algún familiar, etc. Necesitamos un “sitio
seguro”.
Para conseguir la confianza y
abandonar la desconfianza, con nuestro parafraseo evitamos hablar con dobles
mensajes, ser deshonestos o que sus palabras en una negociación no coincidan
con los actos.
Por eso cuando nos viene la
desconfianza, nos sentimos vulnerables y no creemos que los acuerdos se vayan a
cumplir, porque tenemos una visión incluso más negativa de lo que lo es por el
simple hecho del conflicto. Nos volvemos más críticos e intentamos boicotear
cualquier avance o acuerdo en una mediación por las propias exigencias de
control.
En resumen las partes, en su
desconfianza, viven en un estado de alerta permanente y sienten terror a ser
lastimados por el otro. Se sienten tan vulnerables que necesitan volverse
desconfiados para protegerse.
Solo puedo decirte querido
lector que conseguir que la desconfianza desaparezca y vuelva la confianza es
una de las más importantes habilidades sociales que debemos mantener. Conseguir
eso nos llevará a buen seguro a un acuerdo. Ser honesto, empático y porque no,
asertivo donde se conozcan tus principios, te permitirá no estar a la defensiva
y estar dispuesto a escuchar lo que el otro tiene que decir, aceptando las
discrepancias, las diferencias y en la flexibilidad y tolerancia que siempre
debemos exigir de nuestros mediados.
La confianza es fundamental, sobre todo para la resolución de conflictos. Recuerdo un profesor que tuve, abogado mercantilista, nos dijo que cuando él constituía sociedades y presentaba los estatutos a los socios, estos siempre les decían —Es que con este acuerdo parece que nos llevamos mal—, a lo que él solía responderles que ahora no, pero para cuando se llevasen. No sé cuán efectivo es constituir una sociedad desde la desconfianza, pero es la mentalidad del abogado. La gente va a un despacho con miedo a que los engañen, a que no se consiga lo que ellos pretenden, o a que no se trabaje de la manera en que ellos quieren. Creo que el punto fuerte de la mediación es que es más «como un traje a medida», el mediador, hace que las partes «confeccionen» su acuerdo, de modo que en lugar de que «un buen acuerdo es en el que ninguna de las partes sale del todo satisfecha»; sea que «un buen acuerdo sea aquel en que las partes hayan trabajado para su satisfacción».
ResponderEliminarDesconfiar de la parte oponente en circunstancias así, dónde las partes están enfrentadas es completamente natural, estas en un conflicto con la otra persona, y en ese momento sientes de manera predominante sentimientos negativos que te llevan a no estar tranquilo y mostrarte suspicaz. Al final la labor del mediador de alguna manera también consiste en hacer que la conversación sea lo más cómoda y acertada posible con sus palabras para que puedan sentirse más libres y confiados, tanto hacia el mediador cómo entre ellos. Dándoles a entender en todo momento que el objetivo es buscar algo con lo que ambos se encuentre agusto y se comprometan a cumplir.
ResponderEliminarLa confianza en un proceso de mediación es esencial. Ésta se basa en predicciones sobre el comportamiento futuro de la otra parte. En situaciones conflictivas, donde la confianza es frágil, a través de pequeños acuerdos y una comunicación empática, los mediadores pueden crear un espacio seguro donde las partes se sientan cómodas para colaborar y encontrar soluciones mutuamente satisfactorias.
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