De todos es sabido, que quizás
cuando hablamos del Ego, con mayúsculas, estamos ante el principal cáncer
del siglo XXI. Vestido de narcisismo o bien de acaparador, codicioso,
ambicioso, avaro, interesado… los mediados nunca reconocen sus fallos,
nunca tuvieron culpa en lo ocurrido. El culpable de todo el fracaso que dio
lugar al conflicto es el otro. Pero no solo los mediados, si hablamos de
nuestra profesión, ya que también cualquier persona cuando es presentado, le
encanta que resalten sus méritos o sus bondades y pocas veces aparece la
humildad.
Por eso en esta reflexión, me
acerco a otro de los cuantos clásicos por excelencia como es el Gato con Botas.
Según la leyenda, había una
vez un molinero, cuya única herencia que dejó para sus tres hijos eran su molino, su asno y su gato. Diferentes
valores, diferentes bienes y diferentes edades en los hijos. Sin que nadie les
ayudara, decidieron el reparto: al mayor le tocó el molino, al segundo el
asno, y al menor el gato que quedaba.
Por culpa de ese reparto, el
más pequeño estaba disgustado. De ahí mi breve reflexión sobre los repartos
hereditarios y el sentir, que tras el fallecimiento irremplazable de una
persona, los bienes jamás se consideran con un reparto justo.
Y los motivos son varios:
porque yo cuidé de papá hasta el último de sus días; porque yo estoy peor que
mis hermanos económicamente; o porque mi padre dijo que esto era para mi… no
me digáis aquellos que alguna vez habéis vivido una mediación hereditaria, que
son frases esgrimidas.
Así es, en nuestro cuento de
hoy, el más pequeño pensó “mis hermanos han salido favorecidos y yo que voy
a hacer con un gato”. Eso dijo mientras el gato le oía y le dijo susurrando ”No
te preocupes tanto, mi buen amo. Si me das un bolso, y me tienes un par
de botas para mí, con las que yo pueda atravesar lodos y zarzales, entonces
verás que no eres tan pobre conmigo como te lo imaginas.”
Cuando procedemos a gestionar
un reparto hereditario, como decía antes se esgrimen todo tipo de argumentos
lógicos y no tan lógicos, para hacer valer tu posición, obviando muchas veces,
que ese reparto, lo es por alguien a quien nos unen sentimientos
Por eso en nuestro cuento, no
se habla de lo que ocurrió entre los hermanos, sino de como quien aceptó lo
peor de una herencia, después de ver las posiciones, intereses y
necesidades, quería cubrir estas últimas. Así el hermano pequeño, dueño del
gato, le dio lo que esperaba, así, el gato se puso sus botas, se amarró el
bolso alrededor de su cuello y fue en busca de comida. Asi, tras engaños y
simulaciones, consiguió cazar un conejo en su travesía.
Cuentan que, conseguida su
presa, se fue al palacio del rey, y pidió hablar con su majestad. Una
vez ante él, le dijo ”Majestad, le traigo a usted un conejo enviado por
mi noble señor, el Marqués de Carabás (título engañoso que había dado el
gato a su amo)”. El Rey lo agradeció, pidiendo que lo haga extensivo a su amo.
Así una vez más tras conseguir
granos del campo, capturó perdices, que nuevamente fue a ofrecer al Rey. Éste
le dio una propina. Y como todo había ido de maravilla, meses tras mese hizo
los mismo con distintas presas que conseguía.
Hasta que un día, en que él
supo con certeza que el rey recorrería la ribera del río con su hija, la más
encantadora princesa del mundo, le dijo a su amo:
”tu fortuna está lista. No
te acuerdes de aquello que ocurrió en el reparto (en la mediación, ya que se
trata de ceder y conseguir), todo lo que debes hacer es ir al río a bañarte en
el lugar que te enseñaré, y déjame el resto a mí.”
El Marqués de Carabás hizo lo
que el gato le aconsejó, aunque sin saber por qué. Mientras él se estaba
bañando pasó el rey por ahí, y el gato empezó a gritar:
-”¡Auxilio!¡Auxilio!¡Mi señor,
el Marqués de Carabás se está ahogando!”
Con todo ese ruido el rey
asomó su oído fuera de la ventana del carruaje, y viendo que era el
mismo gato que a menudo le traía tan buenas presas, ordenó a sus guardias
correr inmediatamente a darle asistencia a su señor el Marqués de Carabás.
Mientras los guardias sacaban al Marqués fuera del río, el gato se acercó al carruaje
y le dijo al rey que, mientras su amo se bañaba, algunos rufianes llegaron
y le robaron sus vestidos, a pesar de que gritó varias veces tan alto como
pudo:
-”¡Ladrones!¡Ladrones!”
En realidad, el astuto
gato había escondido los vestidos bajo una gran piedra.
Nuevamente me recuerda, las
grandes dificultades que tenemos cuando auxiliamos a las partes enfrentadas, pero
no por el engaño o la buena fe que tengan, sino por la clara determinación, de
que no somos nosotros los que tenemos que validar lo que nos cuentan; no
investigaremos si nos dicen la verdad o la mentira. Si es la primera, a
buen seguro le ayudaremos eficazmente; si es la segunda, en un acuerdo vano
terminan sus pretensiones.
Pero sigamos con lo importante de la historia. El rey inmediatamente ordenó a
los oficiales de su ropero correr y traer uno de sus mejores vestidos para el
Marqués de Carabás. El rey entonces lo recibió en su carruje para llevarlo al
destino que fuere, muy cortésmente.
El gato, sumamente complacido
del éxito que iba alcanzando su proyecto, corrió adelantándose. Reunió a
algunos lugareños que estaban preparando un terreno y les dijo:
-”Mis buenos amigos, si
ustedes no le dicen al rey que los terrenos que ustedes están trabajando
pertenecen al Marqués de Carabás, los harán en picadillo de carne.”
Asustados, cuando pasó el rey,
éste no tardó en preguntar a los trabajadores de quién eran esos terrenos que
estaban limpiando.
”Son de mi señor, el Marqués
de Carabás.”- contestaron todos a la vez, pues las amenazas del gato
los habían amedrentado.
”Puede ver señor”- dijo el
Marqués, -”estos son terrenos que nunca fallan en dar una excelente cosecha
cada año.”
El hábil gato, siempre
corriendo adelante del coche, hizo lo mismo con segadores, y lo mismo al llegar
a un majestuoso Castillo propiedad de un Ogro, a quien le dijo
”Yo he oído que eres capaz
de cambiarte a la forma de cualquier criatura en la que pienses. Que tú
puedes, por ejemplo, convertirte en león, elefante, u otro similar.” Y asi
hizo, se convirtió en un león, ante el temor del gato. Posteriormente le
conmino a convertirse en un ratón, retándole a que no era capaz. Ante el
narcisismo del Ogro, le complació, momento que aprovecho el gato para comérselo.
Ambición, traición, osadía,
codicia, acaparador… ¿os acordáis que lo dije al principio de
este post?, todo se pone encima de la mesa para conseguir objetivos…
Pero no nos alejemos…mientras
tanto llegó el rey, y al pasar vio el hermoso castillo y decidió entrar en
él. El gato, que oyó el ruido del coche acercándose y pasando el puente, corrió
y le dijo al rey:
-”Su majestad es bienvenido
a este castillo de mi señor el Marqués de Carabás.”
-”¿Qué? exclamó el rey, -”¿Y
este castillo también te pertenece? No he conocido nada más fino que esta corte
y todos los edificios y propiedades que lo rodean. Entremos, si no te importa.”
El marqués ( ya nos hemos
acostumbrado a llamarle asi, aun cuando no olvidemos que es el hermano pequeño,
pobre y desvalido) brindó su mano a la princesa para ayudarle a bajar, y
siguieron al rey,
Su majestad estaba
perfectamente encantado con las buenísimas cualidades del Marqués de Carabás, y
observando que su hija se había enamorado violentamente de él, y después de
haber visto sus grandes posesiones,
”Será solamente tu culpa, mi
señor Marqués de Carabás, si no llegas a ser mi yerno.”
El marqués, haciendo varias
pequeñas reverencia, aceptó el honor que Su Majestad le estaba
confiriendo, y enseguida, ese mismo día se casó con la princesa.
El gato llegó a ser un gran señor, y ya no tuvo que correr tras los ratones,
excepto para entretenerse.
Y como decíamos de pequeños… colorín
colorado este cuanto se ha acabado, o no!!!
Efectivamente, solo quiero
llamaros la atención al aprendizaje que para mi supuso, leer este cuento ya de
adulto, como mediador. Me sirvió sobre manera para pensar cada vez que tengo
una mediación familiar, la importancia de aun cuando el cuaderno particional
de la misma, nos lleve a una conclusión de bienes, detrás hay muchas cosas más,
Dejemos los egos de lado, dejemos las malas intenciones, dejemos los engaños y
los golpes en el pecho de yo más y yo más y centrémonos en las distintas
posibilidades de futuro que tiene aquello que hagamos con lo que consideremos
que sea justo.
Mostremos a los demás que no
por tener, esto o aquello, van a estar mejor o van a ser más considerados
socialmente, lo que verdaderamente importa es la honestidad y los valores
humanos, por eso, este cuento se lo dedico a una clienta, ella sabrá
quién es si alguna vez lo lee, que tras una mediación en una herencia
fallida, porque sus hermanos no querían dar su brazo a torcer, en grandes
bienes y mansiones, y yo no fui capaz de ayudarles, pero… el cuento tampoco
termina aquí.
Al cabo de varios meses,
recibí su llamada y me dijo, “Javier le llamo única y exclusivamente para darle
las gracias. No se si usted se acuerda de mi. Fuimos a su
consulta y tras algunas reuniones en mediación no llegamos los hermanos a un
acuerdo”. ¿Entonces? Le dije yo ¿le agradezco mucho que me llame, pero porque
me da las gracias?
Y su contestación fue toda una
“leyenda” para guardar en el corazón: me dijo, “porque usted con su hacer
esos días me cambió la vida”, “me olvidé de luchar por esto y aquello y aprendí
que lo verdaderamente importante es ser feliz y ahora lo soy, mientras que
mis hermanos siguen igual”. Me enseñó a que hacer cuando no sepa que hacer.
Gracias amiga
Querido Maestro, fantástico cuento y aprendizaje, a veces las mediaciones son sin acuerdo, sin embargo cuanto transformamos a muchos mediados, recibir ese agradecimiento y reconocimiento es una gran satisfacción y felicidad para nosotros mediadores. Gracias Siempre por tus enseñanzas.
ResponderEliminarUn placer siempre la lectura de lo que nos regala. Recordar los valores en cada paso de la vida, incluyendo la profesión, es imprescindible.
ResponderEliminarMuchas veces nos olvidamos de la bondad, humildad y de lo verdaderamente importante que, en esta vida, son los valores humanos y ser feliz. He podido leer este cuento infantil con otra perspectiva y gracias a ello, me doy cuenta de que muchas veces nos centramos en uno mismo, dándole demasiada importancia a las cosas materiales, dejando a un lado lo realmente importante. Las mediaciones familiares de herencia reflejan en muchas ocasiones, estas situaciones ya que, como he podido aprender a lo largo de esta asignatura son situaciones en las que cada uno mira por sí mismo. A veces, incluso no se llega a un acuerdo por el Ego de los mediados y la imposibilidad de ceder en ciertos aspectos de la mediación. En mediación cabe la posibilidad de no llegar a un acuerdo, sin embargo, me ha resultado muy emotivo e importante el hecho de "dejar huella" y servir de aprendizaje en aquellas personas predispuestas al cambio.
ResponderEliminarMe ha encantado. Normalmente, en las herencias las personas nos centramos en lo más valioso, en lo que tiene un precio mayor y en la cantidad de cosas que nos dejan. Sin embargo, el ser humano se vuelve a equivocar. Con esta asignatura he podido aprender el valor de la mediación, lo importante que es, aunque no podamos solucionar el conflicto, porque no todo es eso "solucionar", a veces es más importante abrirle los ojos a las personas y que se den cuenta de que, aunque no se solucione el problema hay que seguir y afrontarlo y dejar a un lado el ego que nos consume.
ResponderEliminarMuchas gracias Javier por abrirnos los ojos y por enseñarnos la asignatura de mediación que nos servirá a todos en un futuro.
"El Gato con Botas" es uno de mis cuentos infantiles favoritos y tras leerlo desde esta perspectiva me ha gustado aún más. Nunca lo había reflexionado de esa manera, desde la perspectiva mediadora podemos percibir algunos acontecimientos dentro del cuento como los celos, el egocentrismo, o bien el victimismo, los cuales también los podemos apreciar en las mediaciones familiares de herencias. Sin embargo, como bien dice el cuento, en situaciones en las que nos sentimos desamparados, hemos de saber ver más allá y confiar en nuestra buena fortuna. En este sentido, los mediadores podríamos ser el gato, que hace de guía, o en un nivel simbólico, como ejemplo de la libertad que nos dan los valores humanos, la bondad, la humildad y la importancia de una actitud optimista ante la vida.
ResponderEliminarLa mediación me ha enseñado que lo importante no es “solucionar” ya que cabe la posibilidad de no llegar a un acuerdo, sino de aprender de las situaciones y ver diferentes perspectivas con predisposición de tomar nuevos caminos.
Tras leer este post, debo confesar que jamás se me hubiese ocurrido sacar una similitud entre un cuento popular y la mediación. Creo que hasta este instante, tras leer esta reflexión, no me había terminado de convencer lo que Francisco Javier nos dice siempre en clase: “la mediación está en nuestro día a día sin darnos cuenta”, y vaya si es verdad.
ResponderEliminarCentrándome en la moraleja de este cuento, considero que muchas veces somos egoístas sin razón aparente, siempre queremos un poquito más de lo que ya tenemos, o incluso, queremos un poquito más de lo que tiene el otro. Si tenemos en cuenta este egoísmo nato, debemos de entender que en un conflicto este sentimiento se magnifica, y ya no es que queramos más, sino que queremos más para que el otro no lo tenga; porque en el fondo, tenemos miedo, miedo que el otro se aproveche, que el otro valga más que nosotros por conseguir eso de más valor; sin darnos cuenta, que antes del conflicto estábamos bien, no necesitábamos nada más, y el conflicto es lo que está generando malestar.
Por esto, creo que es importante hacerle ver a las partes que hay algo más allá del conflicto, que no solo uno siente y tiene derecho, sino que la otra parte también es humana. Considero que el egoísmo y la avaricia están en la raíz de la mayoría de conflictos, por no decir todos, y que conseguir romper este escudo, es la labor más difícil para un mediador.
Gran cuento y grandísima reflexión que se obtiene de él. De la mano de un relato infantil se obtienen enseñanzas que debemos de dar importancia trasladándolas a la vida real.
ResponderEliminarDe este cuento elijo quedarme con la moraleja de algo tan esencial como es la CONFIANZA. La veo presente en la mayoría del relato:
1. Como el hermano pequeño recibe su herencia aparentemente menor que la de sus hermanos y en vez de protestar y querer alimentar su ego para tener más asume y confía en lo que se le ha dado. Un gatito que podría haber sido abandonado, pero que sin embargo cuida y atiende dándole lo que pide. Por algo él tendrá esa herencia.
2. Cuando el gato le aconseja que vaya al río a bañarse. El hermano menor podría haber pensado que era una tontería y haber hecho oídos sordos. ¿Por qué y para qué tendría que ir a bañarse al río? El Marqués obedeció sin saber motivo alguno y allí de hayaba.
3. Durante el viaje en el carruaje, sin gato visible aparentemente para el Marqués, él parecía estar tranquilo y confiando en su gato ciegamente. Éste último iba por delante.
Veo la figura del mediador en el gato. Los clientes han de tener la misma confianza en el mediador que en el gato. Aunque los protagonistas del relato sean ellos, han de confiar en los pasos que el profesional va dando y seguir el camino, actuando conforme a sus principios, pero escuchando.
Quizás el fallo con su estimada clienta fue que la otra parte del conflicto se negó a confiar en usted y por ello, perdieron una gran fortuna: "lo verdaderamente importante es ser feliz"
Pilar García Gómez-Luengo
Tras este periodo cursando la asignatura, y ya cercano el ocaso de mi actual etapa académica, a veces pienso en lo potencialmente afortunado que soy profesionalmente, y ya no solo desde el ejercicio de la psicología, sino tambien la potencialidad que tiene la mediación.
ResponderEliminarSer profesional de estas dos ramas es ser un sastre de las relaciones humanas.
Esta oportunidad nos invita a construir y a vivir la realidad de nuestros clientes, a veces pudiendo llegar a sentirla en los zapatos del otro, y otras veces simplemente como espectador desde la barrera.
En nuestro empeño por ayudar, quizas podamos llegar a frustrarnos, porque no siempre podremos crear algo novedoso, de las cenizas no simpre nace un ave fénix, pero quizás si lo que simplemente le hace falta a las partes mediadas, es un remiendo, ponerle las rodilleras, a ese pantalón raspado, con esto quiero decir escucharles, y tratar de ser luz para ellos, puede parecer que no, pero aunque como comentas al final del post, no todo proceso puede terminar con éxito, pero si que puede servir de inspiración para ver las cosas de otra forma.
Aunque gran parte del éxito, aunque no en su totalidad depende de la pericia del mediador, para hacer de guía, mostrar nuevas perspectivas en busca del máximo bien común, aunque ello implique enseñar que los mediados han de dejar su ego a un lado, dejar sus posiciones iniciales, para que de una vieja camiseta pueda reciclarse y tener una segunda vida como un cojín.
Y con esto me despido, con un profundo agradecimiento por dejarme ser espectador de cómo desde la mediación podemos convertirnos en "sastres de las relaciones humanas".
Tras la lectura de este post, una de las cosas que más me llaman la atención es el hecho de que las personas solemos otorgarle más valor a aquello que parece más caro, más grande, más bonito… Cuando la realidad es que, lo que realmente nos hace más felices son las pequeñas cosas, aquellas que a simple vista puede parecer que carecen de valor material. Como sucede en este caso, donde el que parecía que había salido perdiendo
ResponderEliminarEl relato podría compararse perfectamente con un proceso de mediación, en el que el gato sería el mediador, y el marqués y el rey los clientes, ya que ambos confían en la palabra del gato desde el primer momento, y aunque realmente ninguno conocía los pasos que el pequeño mediador estaba dando, todo les parecía correcto y adecuado. De tal forma que el marqués acabo teniendo una nueva vida, y el rey casando a su hija. Sin darse cuenta, ambos salieron beneficiados del acuerdo que el gato se había encargado de elaborar minuciosamente.
Al igual que ocurre en los procesos de mediación, donde, una vez que los clientes deciden depositar su confianza en el mediador, este se dedica a ir “abriendo camino”, es decir, va tanteando el terreno, conociendo las posiciones, intereses y necesidades de los clientes, y eliminando todo aquello que suponga un obstáculo (pensamientos egoístas, rígidos…), para finalmente elaborar un acuerdo, que resulte beneficioso para las partes.