Era el año 1985 cuando
dirigí mis pasos hacia la ceremonia de Jura de nuevos letrados en el Ilustre
Colegio de Abogados de Sevilla y desde aquel año acompañé incluso como
“padrino” a muchos letrados que a su vea habían sido alumnos míos y tuvieron el
enorme detalle de pensar en mi para ser “bautizados en esta bendita profesión”.
Y siempre hemos tenido en nuestra “maleta” aquellas palabras que nos dirigieron
desde las autoridades, que reflejaban nuestro devenir futuro gracias a un
Profesor y prestigioso abogado Uruguayo, Eduardo Couture, que en los años 50
del siglo pasado nos animaba con un decálogo apasionante:
·
"Estudia: El derecho se transforma
constantemente. Si no sigues sus pasos, serás cada día un poco menos abogado."
·
"Trabaja: La abogacía es una ardua fatiga puesta al servicio de las
causas justas."
·
"Procura la justicia: Tu deber es luchar
por el derecho; pero el día en que
encuentres en conflicto el derecho con la justicia,
lucha por la justicia."
·
"Se leal: Leal con tu cliente, al que no debes abandonar hasta que
comprendas que es indigno de ti. Leal para con el adversario, aun cuando él sea
desleal contigo. Leal para con el juez, que ignora los hechos y debe confiar en
lo que tú dices; y que, en cuanto al derecho, alguna que otra vez debe confiar
en el que tú le invocas."
·
"Tolera: Tolera la verdad ajena en la misma medida en que quieres que sea
tolerada la tuya."
·
"Ten fe: Ten fe en el derecho, como el mejor
instrumento para la convivencia humana; en la justicia,
como destino normal del derecho;
en la paz, como sustitutivo bondadoso de la justicia. Y
sobre todo, ten fe en la libertad, sin la cual no hay derecho,
ni justicia ni
paz."
·
"Olvida: La abogacía es una lucha de pasiones. Si en cada batalla
fueras cargando tu alma de rencor, llegará un día en que la vida será imposible
para ti. Concluido el combate, olvida tan pronto tu victoria como tu
derrota."
·
"Ama tu profesión: Trata de considerar la abogacía de tal manera, que
el día en que tu hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor
para ti, proponerle que se haga abogado."
Cuanta verdad, cuanta reflexión cada
día, cuanta pasión por hacer de nuestra profesión de abogado cada día mejor y
sobre todo cuanto amor, hasta el punto que hoy puedo decir con orgullo en este
último precepto que tres de mis cuatro
hijas son abogadas, y no solo eso, también añado que tres de mis cuatro
hijas… son mediadoras. Y no porque
la cuarta no lo sea o haya querido ser, sino que por su edad todavía no eligió
“destino”.
Por eso me atrevo a escribir estas
líneas con “conocimiento de causa” aquella que nos trae en la búsqueda de la
paz y el respeto de los derechos humanos, a través de la justicia, donde el
poder de la palabra, debe utilizarse para el respeto y el honor y si me
permitís, para conseguir que el abogado sea cada vez más humilde en la búsqueda
de soluciones.
En el Mensaje
para la Jornada Mundial de la Paz en 2018 que lanzó Su Santidad el Papa
Francisco, sugirió cuatro «piedras angulares» para la acción y búsqueda de la
paz y el respeto de los derechos humanos:acoger,
proteger, promover e integrar.
Y refiríendose
en su discurso a esta última, la integración, indicó que es «un proceso
bidireccional», con derechos y deberes recíprocos.
En esta época
que estamos viviendo en Europa tanto como en américa, nunca está de más
recordar, que debe ser quien acoge, la sociedad que como bien indicaba el Papa
Francisco“está llamado a promover el desarrollo humano integral, mientras que
al que es acogido se le pide la conformación indispensable a las normas del
país que lo recibe, así como el respeto a los principios de identidad del mismo”.
Todo proceso de integración debe mantener siempre, como aspecto central de la
regulación de los diversos aspectos de la vida política y social, la protección
y la promoción de las personas, especialmente de aquellas que se encuentran en
situación de vulnerabilidad”. Y yo añado, somos los abogados uno de los
principales valedores para que estos derechos se respeten y se trabaje por la
paz entre los pueblos y sociedades.
Solo hay derechos allí donde hay justicia: que de las normas jurídicas o de las
costumbres en los distintos países, deriven derechos, que no sería protegidos
si el abogado no velara por ello, una de las grandes conquistas en nuestra
civilización actual ante la búsqueda de una justicia social.
Interpretar las leyes, mediante la
visión de su espíritu, exigir el cumplimiento de las mismas, buscar la verdad
en los conflictos, e intentar que las partes tengan también derecho a su
autodeterminación, debe ser el trabajo arduo del abogado del futuro y es en
este punto donde quienes me conocen, saben que apostaría por la continua
formación y ejercicio del abogado en la mediación como la nueva “arma” del
siglo XXI para colaborar en la búsqueda de la paz a través de la justicia.
Sin diálogo, debate, reconocimiento,
asertividad y prudencia, la justicia podría implorarse, pero la paz sería
difícil de lograr. Es el llamado “principio de contradicción” el que nos anima
a debatir, respetando que ya sea por un tercero “conciliador o pacificador” o
bien en el pleno ejercicio por las partes en un conflicto de ser asistidas por
sus abogados colaboradores, en el respeto de los derechos, los que busquen la
ansiada “paz”.
Por ello el
abogado hoy en día no ve en el cliente un asunto, sino sobre todo una persona,
con emociones, sentimientos y porque no decirlo… sufrimiento. Por eso la
abogacía es profesión y vocación. Es pasión y determinación. Es orgullo y
comprensión. Es pacificación y reconocimiento. Es en definitiva, amor por el
respeto a los derechos humanos y la JUSTICIA con mayúsculas.
Leí una vez que “un buen abogado sólo lo
es, cuando no separa su profesión (que no es otra que colaborar y ayudar con la
justicia) de su vocación (planteando la justicia como valor)” y ello nos es
posible sin una constante búsqueda de la paz.
Justicia, Derecho y Paz son tres conceptos íntimamente unidos, y además, añadiría por último, LIBERTAD, una palabra que nos hace ser nosotros mismos y que nos conmina a ser abogados que conducen a nuestros clientes a ser ellos mismos y que tan solo nosotros, como gestores o mediadores de los conflictos, mediante el Poder de la Palabra, consigamos acuerdos justos, equitativos, estables y duraderos. Para que una sociedad alcance y mantenga el mayor grado de respeto a los Derechos Humanos, necesita vivir con libertad, justicia y paz, y conseguirlo mediante el derecho.
Quisiera
terminar esta reflexión en alto queriendo dedicársela a la Federación Mexicana
de Colegios de Abogados y a su presidente Dr. D. José Luis González quienes sin
duda con su cariño y amistad me hicieron “mejor abogado”.