Hoy en día se antoja fundamental dominar la llamada “inteligencia emocional” y con ello establecer un importante “banco de gimnasia” para nuestras emociones. En nuestro campo no podemos dejar de lado este aspecto, por tanto, vamos a hablar de cómo tener en cuenta las emociones en mediación.
Cuando hablamos de las emociones, nos referimos a los estados afectivo que experimentamos, una reacción subjetiva ante las situaciones que nos acontecen de origen innato, influidos por la experiencia que estamos viviendo y que además si se trata de un conflicto con mas razón afloran en su mayor intensidad.
Las emociones tienen la función de adaptarnos a lo que nos rodea, a lo que vemos, a lo que oímos, en definitiva, a lo que sentimos. Es un estado que sobreviene súbita y bruscamente muchas veces, en forma de crisis más o menos violentas y más o menos pasajeras, según los expertos de psico-activa.
En las personas, una emoción produce un conjunto de cogniciones, pensamientos y actitudes sobre los que nos rodea y ocurre, algo que utilizamos para valorar una situación concreta y, por tanto, influyen en el modo en el que percibimos dicha situación. Teniendo en cuenta ésto, conocer las emociones se antoja como algofundamental en la formación como mediadores.
Motivaciones, deseos, necesidades e, incluso, objetivos forman parte del destino de nuestras emociones. Ello nos ilumina en las posiciones, intereses y necesidades que tanto tenemos que atender en las personas, aunque siempre exista una parte de sorpresa en las mismas.
Cada persona experimenta una emoción de forma distinta y especial, dependiendo de sus experiencias anteriores, aprendizaje, carácter y de la situación concreta. Incluso me atrevería a decir que “las emociones van por barrios” , según las distintas situaciones vividas y/o adquiridas en tu entorno y educación. Ni qué decir tiene que si unimos la emoción a la situación de conflictos que se viva, las reacciones y situaciones pueden ser totalmente diversas.
Categorías básicas de las emociones
En este breve ensayo me gustaría reflexionar sobre las emociones que consideraríamos básicas, establecidas en 6 categorías.
- El miedo. Supone la anticipación a una amenaza o peligro que produce ansiedad, incertidumbre, inseguridad. Ante esta situación y ese estado de alarma, el ser humano, según indica el experto Josemi Valle, manifiesta tres espontáneas respuestas: la huida, el ataque o la quietud. Tres situaciones muy distintas que pueden marcar el devenir de una negociación.
- La sorpresa.Supone un sobresalto, asombro, desconcierto en la persona. Normalmente es muy transitoria y nos puede dar una aproximación cognitiva para saber qué pasa. Lo inesperado, lo imprevisible, el imponderable, captan poderosamente nuestra atención y destinan nuestra energía para orientarnos y reflexionar sobre su aparición. Con la sorpresa comienzan las predicciones futuras que nos desconciertan al estar hablando de futuro.
- El enfado o la ira. Supone en nuestro cuerpo una reacción de rabia, enojo, resentimiento, furia e irritabilidad. Nos convertimos en agresivos y, por tanto, con la ira intentaremos en todo caso imponer, sacar nuestro poder. Quizás por ello, sea una de las peores emociones que se pueden vivir en una negociación y que muchas veces las lleva al traste.
- La aversión. Disgusto o situación de asco, solemos alejarnos del objeto que nos produce aversión. Difícilmente podremos encontrar la asertividad cuando emerge la aversión y sobre todo el reconocimiento al otro.
- La alegría. Felicidad, diversión, euforia y gratificación. Estar contento da una sensación de bienestar, de seguridad. Sirve para disfrutar del presente, crecer y desarrollarse. Para que fluya la alegría, y por extensión la felicidad, lo importante no es tener buenos deseos, sino hacernos de un buen repertorio de proyectos que marquen nuestro futuro.
- La tristeza. Situación de pena, soledad o pesimismo. Nos puede llevar a la depresión. La tristeza motiva a las personas a alterar sus circunstancias buscando ante todo poder manipular su estado de ánimo. Existe muchas reflexiones en torno a la tristeza y, sobre todo, como influye en una negociación ante un conflicto, pero lo más relevante, es que un exceso de tristeza provoca quietud, irresolución y, más que nada, puede nublar nuestro verdadero interés en la gestión del conflicto que nos encontremos.
Cada emoción tiene una función, ¿te atreves a profundizar?
Una vez analizadas, sería de enorme interés adecuar las emociones en mediación a lo que llamamos conflicto. Este se manifiesta de formas muy diferentes: una pugna u oposición a una postura; una pelea por algún tema en el que podemos decir que el resultado es incierto; o una situación que podríamos decir es desgraciada y en el que las partes no encuentra la salida.
No debemos olvidar de lo que vengo a llamar, desde hace tiempo, la “radiografia del conflicto”, que situará la emoción en un entorno de poder, percepciones, intereses, necesidades, valores o principios. Todos ellos son elementos que sitúan a la emoción en el panorama del conflicto, de ahí la enorme importancia que tiene gestionar de forma correcta las emociones que surjan porque una mala gestión de la misma, puede llevar a una “carga emocional”.
La técnica del semáforo
No podemos cambiar nuestra manera de ser, es decir, sentir enfado, tristeza o miedo, por ejemplo. Pero sí podemos cambiar nuestra reacción ante estos impulsos para no llegar a situaciones de carga emocional. ¿Cómo? Utilizando la técnica del “semáforo”.
Esta técnica, haciendo un símil con la señal de tráfico luminosa, cosiste en que si nos vemos en una situación de alerta roja debemos serenarnos, detenernos y, sobre todo, pensar antes de actuar para no vernos muy afectados.
Si consideramos que la situación no es tan grave, pero debemos estar prevenidos, tendríamos la luz amarilla. En este caso debemos expresar el problema como lo sentimos y, sobre todo, valorar varias soluciones alternativas, proponiéndonos un objetivo positivo.
Por último si consideramos nuestro semáforo emocional debe tener la luz verde significa que podemos actuar, negociar y dialogar como pensemos, intentando conseguir nuestro objetivo.
Los expertos en negociación aseguran que es prioritario reconocer el estado emocional en que nos encontramos antes de tomar una decisión importante. Las emociones son el resultado de cómo evalúa nuestro organismo el entorno. Son respuestas de nuestro cuerpo.
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