Serían
las doce, quizás algunos minutos más, cuando el Comisario Gaviño, descubre la
presencia, por otro lado nada inusual, dado los múltiples olvidos de todo aquel
que acude a la comisaría, de un sobre, algo amarillento, que deja ver parte de
su interior, como si se hubiera abandonado allí con prisas por su dueño.
Lo
han dejado en la entrada, en una de las muchas sillas de color naranja que hay, no se sabe si
olvidado o expresamente depositado y en el que se puede leer de forma
manuscrita sobre él… “En este mundo no hay sitio para todos”.
El
inspector Gaviño, con más de treinta años de experiencia en el Cuerpo, abre
detenidamente el sobre misterioso, sin tener claro si lo debe abrir o
simplemente dejarlo ahí para que lo inspeccionen los perros adiestrados para
ello, que posee el cuerpo nacional de policía.
Siguiendo
su intuición, decide abrirlo y dentro del sobre se encuentra con sorpresa y no
sin cierto miedo al inspeccionarlo, un pasaporte de la Expo 92 de Sevilla, de
color azul, con el logo tanto en la portada como en una especie de “marca de
agua” en cada página de su interior. Tras la portada de este, un texto que
dice: “el poseedor de este pasaporte queda autorizado para visitar libremente
todos y cada uno de los pabellones de la Expo`92 de Sevilla”.
Sigue
inspeccionando el sobre y este extraño pasaporte, que le iluminó la cara, como
si ya supiera su contenido, (es su cometido de cada día, investigar, conocer y
aclarar hechos) y en su interior, cada página, amontona distintas estampas,
llena de sellos de diferentes colores a modo de certificados de correos, de los
pabellones que supuestamente fueron visitados por su poseedor en aquella
exposición universal: Australia, Philippine, Malaysia, Pakistán, Estados
Unidos… y así casi hasta el centenar de sellos impresos.
Entre
sus páginas también tiene anagramas, así como una fotografía de Curro, la
mascota de la Expo, de una forma original: subido a un globo terráqueo.
Sigue
inspeccionando el contenido, de forma meticulosa y en el mismo, junto al
pasaporte, se encuentra una lista muy manoseada, una lista casi amarillenta,
doblada varias veces y donde al desplegarla descubre que están los nombres de
los pabellones o stand que supuestamente había en la Expo de Sevilla, anotados,
a bolígrafo, algunos casi ilegibles, muchos de ellos tachados con varios trazos
en rojo y otros sin tacha, pero eso sí, numerados del 1 al 102.
Gaviño,
se para a contarlos. Mira y mira, salteados, son un total de 29 los que no
están tachados y junto a todos estos documentos, una hoja del periódico ABC que
parece ser de la época, casi desbaratada, mal recortada, con un plano de la
Cartuja y donde se entremezclan unas señales o círculos, no se ve bien.
Su
curiosidad va en aumento, es como si su mente se fuera años atrás. Se detiene a
mirar el plano, no se ve bien, pero se puede apreciar (conoce perfectamente la
Isla de la Cartuja, ya que estuvo destinado en el pabellón de España como jefe
de seguridad durante la Expo), que los símbolos están marcados junto al
pabellón de Marruecos (en sus jardines), otro junto al de Astrofísica y los que
parecen ser de Canadá, el abandonado de Rumanía y quizás el de Oceanía. No se
ve bien
Y
por último en el fondo del sobre, se percata que hay un papel manuscrito a modo
de post-it que pone “no dejéis de investigarlo aunque ellos ya no estén con
nosotros”…
30
años antes…
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