Desde hace ya muchos
años, cuando en nuestra formación a los futuros
mediadores trabajamos la llamada “negociación asistida”, me gusta recordar un juego
de palabras que me enseñó mi buen amigo Josemi Valle para crear conciencia de
las enormes dificultades que nos podemos encontrar en
nuestras mediaciones.
Para que de “las cenizas del conflicto” surja la posibilidad
del entendimiento y la creación de un nuevo espacio, donde la palabra sin
matices sea la protagonista del encuentro con los mediados sin la existencia
de amenazas veladas o la mala fe, hace que nos cuestionemos en más de una
ocasión, ¿por qué negociar con el enemigo?
Una vez analizamos que
la mediación es comunicación, es diálogo, es entendimiento,
en traducción de mensajes, es reconocimiento del otro, es vía de solución, en
definitiva es respetar aunque no compartas. Me vienen a la cabeza una
serie de frases aprendidas en el día a día de nuestras “casas”: “sé consciente que un minuto hablando puede resolver una vida”; “es necesario contar hasta 10 antes de decidir” o “los trapos sucios hay que lavarlos en casa”. De
todas ellas se aprende.
Negociar en mediación con el ‘malo de la
película’
Pues bien, analizado lo que puede ser una negociación, me parece
muy importante llevar al alumno a las distintas características que pueden
surgir y para las que los mediadores tenemos que estar preparados. Les pido que
me enumeren un número indeterminado de los que llamamos “malos de película”, aquellos que recuerden
actuales o de su infancia que puedan considerar “malos”.
Hay que tener en
cuenta que el llamado “malo de película” es
aquel que etiquetamos a una persona en una situación cotidiana,
pero que en este caso me gusta llevar al terreno de la “acción” del cine. En las películas, siempre hay
un personaje bueno (el héroe), que suele tener todas la virtudes humanas que
uno deseara para si, y el contrario, el personaje malo (el antihéroe), malvado
por naturaleza y despreciado por todos que, seguramente, será aquel que al
final de la película muera o sea encarcelado por su irascibilidad, obstinación
o más allá en su actitud.
Por eso, tenemos que aprender a saber como negociar, cómo mediar con aquel
que, cada parte llama, “el malo de la película”, algo
así como negociar con el diablo.
Rápidamente surgen múltiples nombres que
los estudiantes, según su edad, recuerdan y que menciono a modo de ejemplo:
- Cruella DeVille en ‘101 dálmatas’.
- Darth Vader en ‘La Guerra de
las Galaxias’.
- Catherine Tramell en ‘Instinto
Básico’.
- Hannibal Lecter en ‘El Silencio
de los Corderos’.
- Joker en ‘Batman’.
- Norman Bates en ‘Psicósis’.
- La Madrastra de ‘Blancanieves’.
- El León Scar en ‘El Rey León’.
- Don Vito Corleone en ‘El
Padrino’.
- Voldemort en ‘Harry Potter y
las reliquias de la muerte’.
Todos son personajes que fueron creados para ser “los malos de las
películas”, pero seguidamente les pido que intenten definir con
un adjetivo a dichos personajes. Queda algo así como:
1.- Cruella Deville: instinto asesino.
2.- Darth Vader: oscuro, impredecible.
3.- Catherine Tramell: manipuladora.
4.- Hannibal Lecter: muy inteligente.
5.- Joker: Locura, histriónico.
6.- Norman Bates: bipolar.
7.- La madrastra: narcisista.
8.- Scar: celoso.
9.- Don Vito: mafioso.
10.- Voldemort: espíritu maligno.
Y la lista de malos, así como de
adjetivos, seguro que se multiplicaría una y otra vez y los adjetivos
dependerían de las propias percepciones de cada uno. Y, ¿por qué hacer
este ejercicio?
Negociar en mediación para determinar
las estrategias
Me interesa porque en nuestra formación debemos ser conscientes muchas veces del
perfil de los negociadores, y “ponerles cara” para determinar nuestras estrategias y ser conscientes
muchas veces de sus y nuestra limitaciones. ¿Cuántas veces no nos habremos
encontrado con una Cruella Deville en nuestro día a día?, ¿Y un Joker que nos
sabemos por dónde nos va a salir? Poner cara al malo, a los malos,
nos permite trabajar cuál será nuestra estrategia porque “debemos dejar que se peleen las palabras, no las personas” (Valle).
De igual forma tenemos que preguntarnos,
¿todo es negociable?, ¿En todas las ocasiones?, ¿Con todo tipo de personas?
Y si fuera necesario llegar a un acuerdo con quien representa la maldad
más absoluta, ¿estaríamos legitimados para hacerlo? En mediación pienso que no.
¿Y fuera de ella en una mera negociación?
Baste el ejemplo de
“El silencio de los Corderos (1991)”. En esta película el FBI busca a un
asesino que mata a sus víctimas, todas ellas adolescentes. Para poder atraparlo
han contactado con Clarice Starling, una brillante licenciada universitaria,
experta en conductas psicópatas que aspira a formar parte del FBI. Siguiendo
las instrucciones de su jefe, Clarice visita periódicamente la cárcel donde el
gobierno mantiene encerrado a Hanibal Lecter, un psicoanalista dotado de una
inteligencia superior a la normal. «La negociadora
verá limitada sus capacidades al detectar el nivel de inteligencia del
asesino».
Como muestra bien vale
esta mención y termino animando a formadores y estudiantes en
mediación a que trabajen la figura del “malo de la película” porque
os ayudará a comprender muchas veces el porque del éxito o el fracaso de una
mediación.
Gracias Mestro.!!!!!!
ResponderEliminarMuy buen artículo, vaya excelso!
ResponderEliminarIgnacio Puig
Me entusiasma leerlo.
ResponderEliminarMuchas gracias .
Excelente artículo, muchas gracias!!
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